Retiro con Ajahn Abhinando

05:30 – Despertar

06:00 – Práctica + Qi Gong

09:00 – Desayuno

10:30 – Práctica

14:00 – Comida

16:15 – Práctica

18:15 – Té

19:00 – Práctica + preguntas y respuestas

21:00 – Cena (fruta y yogur, opcional)

22:00 –  Práctica individual o descanso

Ese fue el horario que seguimos en el retiro. Esta vez, me encargué de avisar a todo el mundo con las campanas, así que me levantaba un cuarto de hora antes para despertar al resto. Esto me permitió observar cómo mis miedos a molestar, etc. aparecían y desaparecían. Una práctica muy interesante.

Ajahn Abhinando es un tipo majete, que habla unos cuantos idiomas, entre ellos un muy buen español, aunque debido a que había estado en Italia recientemente y que llevaba un tiempo sin hablarlo, tuvo unos pequeños gazapos de lo más divertidos, como cuando dijo «demos gracias a los frailes del convento por hospitalizarnos» o «no soy un buen ejemplar», incluso cuando se refirió a esta web como «TheraBosque».

Su enseñanza (como le gusta hablar, fue bastante abundante) giró en torno a la «presencia» (la conciencia, mente original, «eso que sabe», que yo también equiparo con el concepto de vacuidad mahayana), y en cómo el entrenamiento de sati (atención) y samadhi (concentración) nos permitían observar nuestras sensaciones, emociones, pensamientos, etc. e independizarnos de ellos: eso que observa la ira no está enfadado, y por eso nos permite responder a la situación desde otro punto. Hizo una analogía que sacó de Ram Dass: «Cuando empecé mi práctica, tenía muchas neurosis, y pensé que, con el tiempo, desaparecerían. No fue así. Fue mi relación con ellas lo que cambió: al prinicpio era como vivir en un apartamento pequeño lleno de muebles, con los que me chocaba a cada paso; ahora, los muebles siguen allí, pero la habitación es mucho más grande».

También nos enseñó técnicas para manejar emociones desarrolladas por terapeutas modernos, «por si nuestra presencia no es suficientemente firme», habló de psicología infantil y adulta, recalcó la importancia de la pacuiencia en el camino y charló de la vida monástica («nunca será lo que te esperas», nos dijo, «porque nunca la has experimentado antes»): opinaba que ambos caminos -laico y monástico- eran igualmente válidos, y que cada uno tenía sus propios problemas asociados.

Alguien le hizo una pregunta sobre qué hacer si el deseo sexual aparecía durante la meditación, y respondió sonriendo: «Es una buena pregunta que hacerle a un monje. La respuesta es: nada. Lo observas, lo abrazas, y ya se irá.. Nos contó cómo cuando empezaba a ser monje le costaba mucho aguantar el deseo, y cómo escuchar que su maestro en Sri Lanka, de 65 años, todavía tenía deseo, le había desesperado bastante.Y os podría contar muchas anecdotillas más, pero no me extenderé.

La comida no estuvo muy allá, pero estaba tan agradecido por tener cosas que comer que no le di mucha importancia. La residencia la compartíamos con chavales jóvenes que se quejaban de la campana a las 5 y media, y a los que veíamos volver de fiesta a las 7 cuando estábamos meditando caminando. Además, el día antes de irnos el abad del convento (nos alojamos en el Real Monasterio de Santo Tomás, en Ávila) nos dio una visita guiada por el lugar, en la que rompimos el noble silencio y quizás nos relajamos demasiado. Pero también fue una práctica interesante, como convivir con un compañero de habitación con el que no podías hablar.

Los compañeros de retiro muy majos todos, pude hablar con alguno de ellos al terminar y compartir experiencias y visión de la práctica.

Y, pasito a pasito, seguimos andando. Os dejo con una foto de grupo que hicimos al final:

 

 

 

Resumen de Parajika

De acuerdo al diccionario de Pali Text Society, la etimología de la palabra «parajika» es incierta. Según Parivara, se trata del verbo «perderse» o «quedar derrotado». Estas cuatro reglas están destinadas a prevenir cuatro ofensas graves. Cualquier trasgresor de estas reglas está inhabilitado para poder llegar a ser monje dentro de la tradición Theravada.

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Resumen de Patimokkha

El término “Patimokkha”, de etimología incierta, se usa para indicar el código básico de las reglas de la práctica monástica y los discursos, en los cuales el Buda enseñó estos principios.

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Cittaviveka

 

Llevo un tiempo retrasando esto. Por pereza, llevo más de un mes sin escribir sobre mi visita al monasterio Wat Pa Cittaviveka (Chithurst Buddhist Monastery, en West Sussex, Inglaterra), a principios de Julio de este año.

Era la primera vez que iba a un monasterio budista. Tenía miedo de lo que iba a encontrarme, y me sentía un poco descolocado. Nada más llegar, conocí a Gian Luca, un italiano que compartiría habitación conmigo esos cinco días, y un tailandés cuyo nombre no recuerdo y que, pensé, también se iba a quedar unos días.

Resultó no ser así. Aquella noche, por una extraña casualidad, se celebraba la Asalha Puja (que, a día de hoy, todavía no sé qué conmemora) y mi amigo tailandés – que posteriormente me deseó lo mejor, y me dijo que cuando nos volviésemos a ver quizás ya sería monje – había acudido al monasterio explícitamente para la «fiesta». El hall de meditación (el de la foto de arriba), presidido por una estatua de Buda, estaba lleno de gente (muchos de los cuales remarcaron cuánto buen kamma tenía yo si había caído en el monasterio en esa fecha eligiéndola al azar), los monjes y monjas delante y los laicos detrás. Cantaron, meditamos y después Ajahn Sucitto, el abad, dijo que nos reuniríamos más adelante para volver a meditar y más cosas (que no entendí en el momento, pero que incluían ir a presentar ofrendas a un templete -el de la foto de abajo- mientras todo el mundo alrededor cantaba con unas cuantas varas de incienso en la mano). Ni que decir tiene que encontrarme de lleno con todos los rituales budistas me dejó confuso, y unido al dolor de cabeza que empezó a generarse detrás de mi ojo derecho, me hizo sentirme muy miserable, deseando volverme a casa lo antes posible.

A la mañana siguiente, desayunamos gachas de avena, que no son precisamente de mi gusto, lo que acentuó el sentimiento de rechazo. Poco a poco, no obstante, entre sentadas, ayudar en la cocina, leer libros zen y darme cuenta de que todo el mundo a mi alrededor era muy amable conmigo (a pesar de que no hablé casi con los monjes), me fui relajando.

Además, celebrando que por esas fechas empezaba el vassa, la comunidad monástica celebró un pequeño retiro de meditación al que los laicos que estábamos por allí podíamos acudir si no teníamos nada más que hacer (es decir, cocinar, limpiar, etc). Esto provocó que al final no pudiese experimentar lo que es la rutina del día a día monástico, ¡porque todos los días parecía celebrarse algo nuevo!

Entre los libros zen, las malas sentadas y las horas muertas después de la última sentada antes de la puja nocturna, mi mente entró en un estado de confusión profunda, unida al rechazo y la soberbia con la que entré en el monasterio («bah, yo sé mucho más que esos«), que hizo mi vida bastante miserable en algunos momentos. Llegué incluso a perder la fe en el budismo, en el Nibbana, y en el sentido de mi vida.

En esas estábamos, cuando me encontré con casualidad a Ajahn Thanuttaro, que es amigo de Jerome Lamarlere (el jefazo de la Asociación de Meditación Vipassana), y al que había tenido ocasión de conocer en Madrid el año pasado, y me dejó un borrador del que será su primer libro, «Blistered feet, blissful mind», sobre sus experiencias de tudong alrededor de Inglaterra. Leyéndolo, recuperé el frescor que tanto me había gustado del budismo en primer lugar, esa sabiduría urbana, esa risa contagiosa (Thanuttaro se ríe cada dos frases, e incluso cuando no habla, mira a cualquier cosa y se ríe), y la sentada de aquella tarde fue increíble. Estaba de nuevo en el camino, y todo era maravilloso. Esa noche Ajahn Sucitto dio una charla y todo encajaba a la perfección. La vida me sonreía. Eso fue el día antes de irme.

Al día siguiente, Thanuttaro me invitó a desayunar en su kuti, y estuvimos charlando de la vida en Tailandia, las diferencias culturales con los tailandeses, el trato a los monjes occidentales allí («nos miman demasiado», me decía), y muchas cosas más. Fue agradable. Raro, pero agradable no obstante. A esas alturas el que algo fuera raro o no ya no me importaba. Después de comer, me despedí de todo el mundo, con cierta emoción, y volví al mundo real.

El aeropuerto estaba llendo de luces, la gente corría de un lado para otro, y las tiendas estaban llenas de objetos que me pedían que los comprase para alcanzar la verdadera felicidad (o para perder 20 kilos en dos días, depende. ¿Esto era así antes de que me fuese? No me di cuenta de lo distinta que era la vida dentro del monasterio cuando entré…

Un mes después, entro en el aeropuerto y todo me parece normal. It’s a long way to the top, que decía el otro. ¿O no?

 

PD: la ceremonia de ofrenda de comida a los monjes era bastante divertida. Después de tirarnos unas 3 horas cocinando para todo el monasterio, dejábamos todo en grandes fuentes sobre la mesa de la cocina, y un par de monjes llegaban mientras los laicos levantaban las fuentes y se las ofrecían (de todo esto me enteré el día antes de irme, a pesar de que ayudé en cocina casi todos los días). Ellos las cogían y las volvían a dejar en la mesa (a veces, solo levantaban una esquina de la fuente, porque quemaba), y posteriormente iban al hall, donde esperaban el resto de los monjes, y le decían al abad que la comida ya estaba lista, a lo cual se levantaban todos en dirección a la cocina. Cuando volvían, los laicos nos íbamos a comer, y les dejábamos comer en el hall.

B. Alan Wallace

john

Autor, traductor, profesor, investigador, intérprete y practicante del budismo interesado en las interesecciones en los estudios sobre la conciencia y disciplina como la psicología, la neurociencia cognitiva y la fisica.

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Ajahn Nyanadhammo

Ajahn_Nyanadhammo

Entre los años 1.994 y 2.002 residió en el Monasterio Budista Bodhinyana como segundo al mando de Ajahn Brahmavamso . Entre los años 2.002 y 2.007 fue el abad de Wat Pa Nanachat en Tailandia. En la actualidad vive en un monasterio el bosque a los pies del Parque Nacional Kow Yai, Tailandia.

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