Borrador de Daniela

El Buda advierte sobre los peligros de la belleza femenina.


Esto he oído: En una ocasión, el Bienaventurado se había quedado en Savatthi, en el bosquecillo de Jeta, en el Parque de Anathapindika. Entonces, el Bienaventurado se dirigió a los monjes de esta forma:

“Monjes”.

“Sí, venerable señor”, respondieron los monjes. Entonces, el Bienaventurado les dijo estas palabras:

“Monjes, yo no conozco ninguna otra forma particular, que sea tan esclavizante para el corazón del hombre, que la forma de la mujer. Monjes, la forma de la mujer obsesiona el corazón del hombre.

“Monjes, yo no conozco ningún otro sonido particular, que sea tan esclavizante para el corazón del hombre, que la voz de la mujer. Monjes, la voz de la mujer obsesiona el corazón del hombre.

“Monjes, yo no conozco ningún otro perfume… ningún otro sabor… ningún otro tacto particular, que sea tan esclavizante para el corazón del hombre, que el tacto de la mujer. Monjes, el tacto de la mujer obsesiona el corazón del hombre.

“Monjes, yo no conozco ninguna otra forma particular, ningún otro sonido, perfume, sabor y tacto, que sea tan esclavizante para el corazón de la mujer que la forma, el sonido, el perfume, el sabor y el tacto del hombre. Monjes, todas estas cosas obsesionan el corazón de la mujer.

 


1. Bikkhus en pali


 

 

Traducido y editado por Isidatta para el Bosque Theravada © 2008

Esta traducción está basada en las siguientes fuentes: el texto en pali “Chattha Sangayana” en CD-Rom, versión 3. Texto en inglés: “The Book of the Gradual sayings” Vol. I (Ones, Twos, Threes) Traducido por F.L. Woodward, M.A. Lancaster, Pali Text Society. Págs. 1-2.

Para libre distribución. Esta obra se puede volver a publicar, formatear, imprimir y redistribuir por medio de cualquier soporte, siempre y cuando no sea para los fines lucrativos. Es el deseo del autor, sin embargo, que dicha publicación y distribución sea accesible a todo publico sin restricciones algunas, como también toda traducción u otra obra derivada sea señalada como tal.

Conocer el Dhamma

Por Ajahn Chah

La ley de anicca afirma que todas las cosas son impermanentes. Si desean que las cosas sean permanentes, sufrirán. Cuando la impermanencia se muestre se decepcionarán. Aquel que ve que las cosas son naturalmente impermanentes estará tranquilo, no tendrá conflictos. Aquel que desea que las cosas sean permanentes tendrá conflictos, llegando, incluso, a perder el sueño por ello. Esto es ser ignorante de anicca, la impermanencia, la enseñanza del Buda.

Si desean conocer el Dhamma [1] ¿dónde deben mirar? Deben mirar dentro del cuerpo y de la mente. No lo encontrarán en los estantes de una biblioteca. Para ver realmente el Dhamma deben mirar dentro de su propio cuerpo y mente. Sólo existen estas dos cosas. La mente no es visible al ojo físico, debe ser observada con el «ojo de la mente». Antes de que el Dhamma pueda ser comprendido deben saber dónde mirar. El Dhamma que está en el cuerpo debe ser observado en el cuerpo. ¿Y con qué miramos el cuerpo? Lo miramos con la mente. No encontrarán el Dhamma mirando en ninguna otra parte, porque tanto la felicidad como el sufrimiento surgen aquí mismo. O ¿han visto surgir la felicidad de los árboles, de los ríos o del tiempo? La felicidad y el sufrimiento son sensaciones que surgen en nuestros propios cuerpos y mentes.

Por eso el Buda nos dice que conozcamos el Dhamma aquí mismo. El Dhamma está aquí mismo, debemos mirar aquí mismo. Un maestro puede decirles que miren el Dhamma en los libros, pero si ustedes piensan que ahí es donde el Dhamma realmente está, nunca lo verán. Habiendo visto libros, deben reflexionar acerca de esas enseñanzas interiormente. Entonces podrán comprender el Dhamma. ¿Dónde existe el verdadero Dhamma? Existe aquí mismo en nuestro cuerpo y nuestra mente. Usen la mente para contemplar el cuerpo. Esta es la esencia de la práctica de la contemplación.

Cuando hacemos esto, la sabiduría surge en nuestras mentes. Cuando hay sabiduría en nuestras mentes, donde quiera que miremos hay Dhamma, vemos anicca, dukkha y anatta en todo momento. Anicca significa transitorio. Dukkha, si nos apegamos a las cosas que son transitorias debemos sufrir, porque no son nosotros ni nuestras (anatta) [2]. Pero no vemos esto, siempre vemos las cosas como si fueran nuestro yo o nos pertenecieran.

Esto significa que no ven la verdad de la convención. Deben entender las convenciones. Por ejemplo, todos los que estamos sentados aquí tenemos nombres. ¿Nuestros nombres nacieron con nosotros o nos los fueron asignados después? ¿Comprenden? Esto es convención. ¿Son útiles las convenciones? Por supuesto que son útiles. Por ejemplo, supongamos que hay cuatro hombres: A, B, C y D. Todos ellos deben tener sus nombres individuales por conveniencia para comunicarse y trabajar juntos. Si queremos hablar con el señor A, llamamos al señor A y viene él, no los otros. Esta es la utilidad de las convenciones. Pero cuando investigamos profundamente el asunto vemos que, realmente, no hay nadie allí. Vemos trascendencia. Sólo hay tierra, agua, viento y fuego: los cuatro elementos. Esto es todo lo que hay en nuestro cuerpo.

Pero no lo vemos de esta manera debido al poder de apego de attavadupadana [3]. Si miráramos claramente veríamos que lo que denominamos persona no es gran cosa. La parte sólida es el elemento tierra, la parte líquida es el elemento agua, la parte que sopla aquí y allá es llamada elemento viento, la parte que proporciona calor es llamada elemento fuego. Cuando tierra, agua, viento y fuego están unidos son denominados ser humano. Cuando analizamos las cosas vemos que sólo hay tierra, agua, viento y fuego. ¿Dónde se encuentra la persona? No la hay.

Es por eso que el Buda enseñó que no hay práctica más elevada que ver que «esto no es mi yo y no me pertenece». Son simples convenciones. Si entendemos todo claramente de esta manera, estaremos en paz. Si comprendemos en el momento presente la verdad de la impermanencia, que las cosas no son nuestro yo ni nuestra pertenencia, cuando estas se desintegren estaremos en paz con ellas, porque, de todos modos, no pertenecen a nadie. Sólo son los elementos tierra, agua, viento y fuego.

Para la gente esto es difícil de ver, pero, aun así, no está más allá de nuestra habilidad. Si podemos verlo encontraremos contento, no tendremos tanta ira, codicia e ilusión. Siempre habrá Dhamma en nuestros corazones. No habrá necesidad de celos ni de rencor, porque todos somos, simplemente, tierra, agua, viento y fuego. No hay nada más que eso. Cuando aceptemos esta verdad veremos la verdad de la enseñanza del Buda.


NOTAS

[1] La enseñanza del Buda, la ley de la naturaleza.

[2] Las tres características de la existencia (ti-lakkhana): anicca, impermanencia; dukkha, insatisfactoriedad, sufrimiento; anatta, no yo, no ego.

[3] Una de las cuatro bases del apego: kamupadana, apego a objetos sensoriales; silabbatupadana, apego a ritos y ceremonias; ditthupadana, apego a puntos de vista; y attavadupadana, apego a la idea del yo.


FUENTE

Fragmento de la charla traducida al inglés como «The Four Noble Truths» ofrecida en el Manjushri Institute en Cumbria, Reino Unido en el año 1977.

Traductor al español: Desconocido

Editó para el Bosque Theravada: Isidatta, 2011

Publicación del Bosque Theravada

Referencias

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Realmente, todas las enseñanzas del Buda tienen sentido. Cosas que nunca os hubieseis imaginado, son así. Es algo extraño. Al inicio no tuve demasiada fe en sentarme para meditar. Estaba pensando sobre qué posible valor esto podría tener. Entonces, como había la meditación caminando, estaba caminando de un árbol al otro, ida y vuelta, ida y vuelta, hasta que me cansé de esto y pensé: “¿Para qué estoy caminando? El sólo hecho de caminar, ida y vuelta, no tiene propósito alguno.” Así es cómo estaba pensando. Sin embargo, la meditación caminando tiene mucho valor. Sentarse para practicar samadhi tiene mucho valor. Pero el temperamento de alguna gente hace que se confunda acerca de la meditación sentada o caminando.

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