DN 16 Mahaparinibbana Sutta. Parte IV: La última comida

De DN 16 Mahaparinibbana Sutta – Discurso acerca de la Gran Liberación.

Los números entre corchetes y las partes principales obedecen al sistema de Rhys Davids de Pali Text Society, mientras que los números entre llaves y los títulos de los cuarenta capítulos, al de World Tipitaka Edition.

Parte IV: La última comida

Tabla de contenidos:

21. Nagapalokita – Mirada del elefante

22. Catumahapadesa – Cuatro grandes criterios

23. Kammaraputtacundavatthu – Historia de Cunda, el hijo del herrero

24. Paniyaharana – Aguas despejadas

25. Pukkusamallaputtavathu – Historia de Pukkusa, el Malla

21. Nagapalokita – Mirada del elefante [Leer en pali]

[4.1.] {186} En aquella oportunidad, el Bienaventurado se levantó y se vistió temprano y, tomando su cuenco y el hábito externo, fue a Vesali en busca de limosnas. Después de haber retornado de su habitual ronda y  después de haber comido, el Bienaventurado echó una mirada de elefante [1] hacia la ciudad de Vesali y se dirigió al Venerable Ananda con estas palabras: «Esta es la última vez, Ananda, que el Bienaventurado echa una mirada hacia la ciudad de Vesali. Ven, Ananda, vayamos ahora a Bhandagama». – «Así sea, Venerable Señor», respondió el Venerable Ananda y el Bienaventurado estableció su morada en Bhandagama junto a un numeroso grupo de monjes.

[4.2.] En esta ocasión, el Bienaventurado se dirigió a los monjes con estas palabras: «Monjes, por falta del entendimiento, por falta de penetración de los cuatro principios, que el Tathagata, al igual que vosotros, tuvo que atravesar este interminable ciclo de nacimientos. ¿Cuáles cuatro principios? Estos son: la noble virtud, la noble concentración, la noble sabiduría y la noble liberación. Pero ahora, monjes, que estos principios han sido comprendidos y penetrados, se ha cortado la avidez por la existencia, se ha destruido aquello que conducía a nuevas existencias y, he aquí, que no hay más nuevos nacimientos».

[4.3.] Y habiendo dicho esto, el Bienaventurado, el Maestro, una vez más hizo el uso de la palabra, diciendo:

La virtud, la concentración, la sabiduría y la liberación sin igual.

Estos gloriosos principios Gotama descubrió.

Y conociendo este Dhamma, a sus monjes lo enseñó.

Él, el destructor del sufrimiento, el Maestro, el Conocedor, indica la paz del Nibbana.

[4.4.] Entonces, el Bienaventurado, mientras estaba en Bhandagama, ofreció este completo y detallado discurso: «He aquí, la moralidad, la concentración y la sabiduría. Cuando la concentración está imbuida con la moralidad, trae un gran beneficio y muchos frutos. Cuando la sabiduría está imbuida con la concentración, trae un gran beneficio y muchos frutos. La mente imbuida con la sabiduría, se libera completamente de las corrupciones de la sensualidad, de la existencia, de las falsas opiniones y de la ignorancia».

22. Catumahapadesa – Cuatro grandes criterios [Leer en pali]

[4.5.] {187} Y cuando el Bienaventurado permaneció lo suficiente en Bhandagama, dijo al Venerable Ananda: «Ven, Ananda, vayamos a Hatthigama». – «Muy bien, Venerable Señor», respondió el Venerable Ananda y el Bienaventurado fue ahí con un gran grupo de monjes.

[4.6.] Y cuando el Bienaventurado permaneció lo suficiente en Hatthigama, dijo al Venerable Ananda: «Ven, Ananda, vayamos a Ambagama… Vayamos a Jamugama… Vayamos a Bhoganagara… Y en todos estos lugares, el Bienaventurado ofreció este completo y detallado discurso: «He aquí, la moralidad, la concentración y la sabiduría. Cuando la concentración está imbuida con la moralidad, trae un gran beneficio y muchos frutos. Cuando la sabiduría está imbuida con la concentración, trae un gran beneficio y muchos frutos. La mente imbuida con la sabiduría, se libera completamente de las corrupciones de la sensualidad, de la existencia, de las falsas opiniones y de la ignorancia».

[4.7.] {188} «Ahora, monjes, voy a enseñaros los cuatro grandes criterios. Escuchad y prestad atención a mis palabras.» – «Sí, Venerable Señor», respondieron los monjes.

[4.8.] Entonces, el Bienaventurado dijo: «Suponed, monjes, que algún monje dijera: ‘Cara a cara escuché esto, hermanos, del propio Bienaventurado, que éste es el Dhamma-y-Disciplina y ésta es la enseñanza del Maestro’. En este caso, monjes, una declaración de este tipo de aquel monje, no debe ser ni aprobada, ni despreciada. Sin aprobarla ni despreciarla, la sentencia en cuestión, debe ser cuidadosamente estudiada palabra por palabra. Uno debería examinarla a la luz de los Discursos y la Disciplina [2] y si, mediante esta comparación y el examen crítico, encontrase algo que no estuviese de acuerdo con los Discursos y la Disciplina, la conclusión debería ser esta: ‘Ciertamente, no se trata de las palabras del Bienaventurado; éste, tiene que ser un malentendido de aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis rechazar esta declaración. Sin embargo, si la misma estuviera de acuerdo con los Discursos y la Disciplina, uno debería concluir así: »Ciertamente, se trata de las palabras del Bienaventurado; esto, habrá sido bien comprendido por aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis aceptar esta declaración. Este es el primer criterio.

[4.9.] «También, monjes, suponed que algún monje dijera: ‘En tal y tal lugar, vive una comunidad de monjes con distinguidos maestros y ancianos; de parte de esta comunidad, hermanos, escuché que éste es el Dhamma-y-Disciplina y ésta es la enseñanza del Maestro’. En este caso, monjes, una declaración de este tipo de aquel monje, no debe ser ni aprobada, ni despreciada. Sin aprobarla ni despreciarla, la sentencia en cuestión, debe ser cuidadosamente estudiada palabra por palabra. Uno debería examinarla a la luz de los Discursos y la Disciplina y si, mediante esta comparación y el examen crítico, encontrase algo que no estuviese de acuerdo a los Discursos y la Disciplina, la conclusión debería ser esta: ‘Ciertamente, no se trata de las palabras del Bienaventurado; éste, tiene que ser un malentendido de aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis rechazar esta declaración. Sin embargo, si la misma estuviera de acuerdo a los Discursos y la Disciplina, uno debería concluir así: »Ciertamente, se trata de las palabras del Bienaventurado; esto, habrá sido bien comprendido por aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis aceptar esta declaración. Este es el segundo criterio.

[4.10.] «Suponed, monjes, que algún monje dijera: ‘En tal y tal lugar, viven varios monjes plenamente realizados, quienes guardan el Dhamma, la Disciplina y los Códigos morales; escuché de parte de estos monjes, que éste es el Dhamma-y-Disciplina y ésta es la enseñanza del Maestro’. En este caso, monjes, una declaración de este tipo de aquel monje, no debe ser ni aprobada, ni despreciada. Sin aprobarla ni despreciarla, la sentencia en cuestión, debe ser cuidadosamente estudiada palabra por palabra. Uno debería examinarla a la luz de los Discursos y la Disciplina y si, mediante esta comparación y el examen crítico, encontrase algo que no estuviese conforme a los Discursos y la Disciplina, la conclusión debería ser esta: ‘Ciertamente, no se trata de las palabras del Bienaventurado; éste, tiene que ser un malentendido de aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis rechazar esta declaración. Sin embargo, si la misma fuera conforme a los Discursos y la Disciplina, uno debería concluir así: »Ciertamente, se trata de las palabras del Bienaventurado; esto, habrá sido bien comprendido por aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis aceptar esta declaración. Este es el tercer criterio.

[4.11.] «Suponed, monjes, que algún monje dijera: ‘En tal y tal lugar, vive un monje solitario plenamente realizado, que guarda el Dhamma, la Disciplina y los Códigos morales; escuché de parte de este monje, que éste es el Dhamma-y-Disciplina y ésta es la enseñanza del Maestro’. En este caso, monjes, una declaración de este tipo de aquel monje, no debe ser ni aprobada, ni despreciada. Sin aprobarla ni despreciarla, la sentencia en cuestión, debe ser cuidadosamente estudiada palabra por palabra. Uno debería examinarla a la luz de los Discursos y la Disciplina y si, mediante esta comparación y el examen crítico, encontrase algo que no estuviese conforme a los Discursos y a la Disciplina, la conclusión debería ser esta: ‘Ciertamente, no se trata de las palabras del Bienaventurado; éste, tiene que ser un malentendido de aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis rechazar esta declaración. Sin embargo, si la misma fuera conforme a los Discursos y la Disciplina, uno debería concluir así: »Ciertamente, se trata de las palabras del Bienaventurado; esto, habrá sido bien comprendido por aquel monje’. De esta manera, monjes, vosotros debéis aceptar esta declaración. Este es el cuarto criterio.»

[4.12.] Y también en Bhoganagara, el Bienaventurado ofreció a los monjes este completo y detallado discurso: «He aquí, la moralidad, la concentración y la sabiduría. Cuando la concentración está imbuida con la moralidad, trae un gran beneficio y muchos frutos. Cuando la sabiduría está imbuida con la concentración, trae un gran beneficio y muchos frutos. La mente imbuida con la sabiduría, se libera completamente de las corrupciones de la sensualidad, de la existencia, de las falsas opiniones y de la ignorancia».

[4.13] Y cuando el Bienaventurado permaneció lo suficiente en Bhoganagara, dijo al Venerable Ananda: «Ven, Ananda, vayamos a Pava». – «Muy bien, Venerable Señor», respondió el Venerable Ananda y el Bienaventurado fue ahí con un gran grupo de monjes y se quedó en la Arboleda de los Mangos de Cunda, quien provenía de la familia de los herreros.

23. Kammaraputtacundavatthu – Historia de Cunda, el hijo del herrero [Leer en pali]

[4.14.] {189} En esta ocasión, Cunda, el herrero, escuchó que el Bienaventurado arribó a Pava y que estaba en su Arboleda de los Mangos. Entonces, se fue junto al Bienaventurado y saludándolo respetuosamente se sentó a un lado y el Bienaventurado lo instruyó, inspiró, edificó y lo llenó de alegría con la enseñanza del Dhamma.

[4.15.] Entonces, Cunda dijo al Bienaventurado: «Venerable señor, ¿podría el Bienaventurado consentir en recibir de mí una la comida mañana, junto con el Sangha de los monjes?» Y el Bienaventurado consintió en silencio.

[4.16.] Cuando Cunda entendió que el Bienaventurado aceptó su invitación, se levantó de su asiento y, saludándolo respetuosamente, se retiró cuidando que el Bienaventurado quedara siempre a su derecha.

[4.17.] Cuando pasó la noche, Cunda, el herrero, escogió toda clase de comida, tanto dura como blanda que preparó en su casa, junto con una cantidad de «deleite porcino» [3], después de lo cual, fue a enunciar al Bienaventurado que la comida estaba servida.

[4.18.] Entonces, el Bienaventurado habiéndose vestido por la mañana temprano, tomó su cuenco y hábito exterior y fue con el Sangha de los monjes a la residencia de Cunda. Estando ahí, se sentó en el asiento preparado para él y dijo al Cunda: «La comida que preparaste con el «deleite porcino», sírveme sólo a mí, Cunda, mientras que la otra comida, tanto la blanda como la dura, puedes servir a la comunidad de los monjes».

«Así sea, venerable señor», respondió Cunda y la comida que preparó con el «deleite porcino» la sirvió solamente al Bienaventurado, mientras que la otra comida, tanto la blanda como la dura, la sirvió a la comunidad de los monjes.

[4.19.] Acto seguido, el Bienaventurado se dirigió a Cunda con estas palabras: «Cunda, cada vez que te sobre algo de la comida hecha con el «deleite porcino» entierra las sobras en una fosa. Porque yo no conozco a nadie, en este mundo de los dioses, Maras y Bramas, tanto entre los ascetas, como entre los brahmanes, entre los dioses y los seres humanos, que fuera capaz de digerir totalmente esta comida, con la única excepción del Tathagata.

Entonces, Cunda, el herrero, respondió al Bienaventurado: «Así sea, bienaventurado señor», y lo que sobró de la comida hecha con el «deleite porcino», lo enterró en una fosa.

Después, Cunda retornó al lugar donde estaba el Bienaventurado, y, saludándolo respetuosamente, se sentó a un lado. Y el Bienaventurado instruyó al Cunda, el herrero, en el Dhamma, lo inspiró, edificó y lo llenó de alegría. Después de lo cual, se levantó de su asiento y partió.

[4.20.] {190} No mucho después de que el Bienaventurado hubo terminado la comida provista por Cunda, el herrero, unas funestas náuseas se apoderaron de él, incluso la disentería, y sufrió un agudo y mortal dolor. Pero el Bienaventurado lo enfrentó con la atención consciente, con clara comprensión, sin inmutarse.

Entonces, el Bienaventurado dijo al Venerable Ananda: «Ven, Ananda, vayamos a Kusinara», a lo que el Venerable Ananda respondió: «Así sea, Venerable Señor».

Cuando comió la comida de Cunda, escuché,

Un mortal dolor lo atravesó;

Adolorido con el «deleite porcino»,

Unas espantosas nauseas vinieron al Señor.

Pero él, los retorcijones enfrentó y dijo: «Ven, vayamos

A Kusinara», éstas fueron sus intrépidas palabras.

24. Paniyaharana – Aguas despejadas [Leer en pali]

[4.21.] {191} En esta ocasión, mientras estaba caminando, el Bienaventurado se retiró de la carretera y fue a descansar debajo del árbol. Entonces, dijo al Venerable Ananda: «Por favor, dobla mi vestimenta externa en cuatro, Ananda, y ponla debajo. Estoy cansado y quiero reposar un rato».

«Así sea, señor», dijo el Venerable Ananda y, doblando la vestimenta del Bienaventurado, la puso debajo de él.

[4.22] Y cuando el Bienaventurado se sentó en el asiento preparado para él, dijo al Venerable Ananda: «Por favor, tráeme un poco de agua, Ananda, que tengo sed y quiero beber».

«Pero, justo ahora, Venerable Señor -respondió Ananda- una gran cantidad de carros, unos quinientos carros, acaban de cruzar el río y la superficie del agua ha sido cortada por sus ruedas, de tal manera que la misma se enturbió y se llenó de lodo. Pero, Venerable Señor, el río Kakuttha está muy cerca y sus aguas son apacibles, limpias, frescas y transparentes. Este es un lugar placentero y de fácil acceso. Ahí, el Bienaventurado podrá saciar su sed y refrescarse».

[4.23] Pero, por segunda vez, el Bienaventurado dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua, Ananda, que tengo sed y quiero beber». «Pero, justo ahora, Venerable Señor -respondió Ananda- una gran cantidad de carros… podrá saciar su sed y refrescarse».

[4.24] Por tercera vez, el Bienaventurado dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua, Ananda, que tengo sed y quiero beber». Entonces, el Venerable Ananda, respondió: «Así sea, Venerable Señor» y, tomando su cuenco se fue hacia el riachuelo. Y la superficie del agua, que antes estaba cortada por las ruedas de los carros, turbia y llena de lodo, ahora, cuando el Venerable Ananda se acercó a ella, se volvió clara, asentada, pura y agradable.

[4.25] Entonces, el Venerable Ananda pensó: «¡Es maravilloso, realmente asombroso, el poder y la gloria del Tathagata!»

Y cargando el agua en su cuenco, la llevó al Bienaventurado y dijo: «¡Es maravilloso, realmente asombroso, el poder y la gloria del Tathagata! La superficie del agua, que antes estaba cortada por las ruedas de los carros, estaba turbia y llena de lodo, cuando me acerqué a ella, se volvió clara, asentada, pura y agradable. Ahora, el Bienaventurado puede tomar el agua. Que el Bienhechor la tome». Entonces, el Bienaventurado tomó el agua.

25. Pukkusamallaputtavathu – Historia de Pukkusa, el Malla [Leer en pali]

[4.26] {192} Entonces, Pukkusa, el Malla, quien era el discípulo de Alara Kalama [4], tomó el camino que llevaba de Kusinara a Pava.

Y cuando vio al Bienaventurado sentado debajo del árbol, se acercó a él y, saludándolo respetuosamente, se sentó a un lado. Entonces, se dirigió al Bienaventurado con estas palabras: «Es maravilloso, Venerable Señor, es realmente grandioso, el estado de calma, en el cual habitan aquellos que se apartaron del mundo.

[4.27] «En una ocasión, Venerable Señor, Alara Kalama estaba de viaje y salió de la carretera para sentarse al borde del camino, debajo del árbol, para esperar que pasara el calor del día. Y sucedió, Venerable Señor, que un gran número de carros pasó frente de él, unos quinientos carros, señor, pasaron uno a uno. Entonces, cierto hombre que estaba siguiendo esta caravana de carros, se le acercó y dijo: ‘¿Has visto, Venerable Señor, este gran número de carros que pasó frente de ti?’ Pero, Alara Kalama respondió: ‘No, no lo he visto, amigo’. – ‘Pero, entonces, con toda certeza ¿habrás escuchado su ruido?’ – ‘No, no lo escuché, amigo’. ‘- Así que, supongo entonces que estabas dormido’. – ‘No, amigo: no estaba dormido’. – ‘Entonces, Venerable Señor, ¿estabas consciente?’  – ‘Sí, amigo’. Entonces, el hombre le dijo: ‘De modo que, mientras estabas consciente y despierto, ¿no has visto el gran número de carros, que pasaron uno tras otro, ni tampoco escuchaste su ruido, por más que tu vestimenta se cubrió de polvo que estos carros produjeron?’ – ‘Así es, amigo’.

«Y cuando este hombre, Venerable Señor, partía, estaba pensando: ‘¡Esto es maravilloso, realmente asombroso, el estado de calma, en el cual habitan aquellos que se apartaron del mundo!’. Y entonces, nació en él, una gran fe en Alara Kalama y siguió este camino».

[4.28] {193} «Dime, Pukkusa, ¿qué opinas, qué es más difícil hacer, qué es más difícil de encontrar: a un hombre que, mientras está consciente y despierto, no puede ver un gran número de carros, incluso, unos quinientos carros, que pasan en su frente uno tras otro, ni escuchar su ruido, o, a un hombre que, consciente y despierto, en medio de una fuerte lluvia, acompañada de truenos y relámpagos y el crujido de la tormenta, no puede verla ni escucharla?»

[4.29] «¿¡Qué son, venerable señor, los quinientos carros, más aún, seiscientos, setecientos, ochocientos, novecientos o mil, o hasta cientos de miles de carros, comparado con esto?!»

[4.30] «En una oportunidad, Pukkusa, cuando estuve morando en Atuma, establecí mi residencia en un granero de allí. Y entonces, empezó a llover muy fuerte, una lluvia acompañada de truenos y relámpagos y el crujido de la tormenta. Y dos granjeros, que eran hermanos, fueron asesinados cerca del granero, junto a cuatro bueyes. Entonces, una gran multitud vino desde Atuma al lugar donde fueron asesinados los dos hermanos, y matados los bueyes.

[4.31] «En esta ocasión, Pukkusa, estaba yo caminando en las afueras del granero, mientras meditaba, y un hombre de esta gran multitud se me acercó y, saludándome respetuosamente, se paró a un lado.

[4.32] Entonces, le pregunté: ‘¿Por qué, amigo, esta gran multitud está reunida aquí?’ Y él me respondió: ‘Justo hace un rato, Venerable Señor, mientras estaba lloviendo, con una lluvia acompañada de truenos y relámpagos y el crujido de la tormenta, fueron asesinados dos granjeros, que eran hermanos, cerca del granero, junto con cuatro bueyes. Es por eso que esta gran multitud vino desde Atuma al lugar donde fueron asesinados los dos hermanos, y matados los bueyes. Pero, Usted, Venerable Señor: ¿dónde estaba cuando eso ocurrió?’

«‘Estuve justo aquí, amigo’. – ‘Y, estando aquí, ¿no vio nada?’ – ‘No, no vi nada, amigo’. – ‘Pero, al menos y con toda certeza, ¿habrá escuchado el ruido que se produjo aquí?’ – ‘No, no lo escuché, amigo’.  -‘Entonces, Venerable Señor, seguramente, estaba dormido’. – ‘No, amigo: no estaba dormido’. ‘Entonces, Venerable Señor, ¿estaba consciente?’ – ‘Sí, amigo’. Entonces, el hombre dijo: ‘De modo que, mientras estaba Usted, Venerable Señor, consciente y despierto, en medio de esta fuerte lluvia, acompañada de truenos y relámpagos y el crujido de la tormenta, ¿no lo ha visto ni escudado?’ – ‘Así es, amigo’.

[4.33] «Y cuando este hombre, Pukkusa, partía, estaba pensando: ‘¡Esto es maravilloso, realmente grandioso, el estado de calma, en el cual habitan aquellos que se apartaron del mundo!’. Y entonces, nació en él una gran fe en mí y, saludándome respetuosamente, se retiró cuidando por respeto, que quedase siempre a su derecha, y siguió este camino».

[4.34] Cuando esto fue dicho, Pukkusa, el Malla, dijo al Bienaventurado: «La fe que tuve en Alara Kalama, Venerable Señor, se ha esparcido ahora a los cuatro vientos o ha sido conducida fuera como si se la llevara una corriente de aguas. ¡Excelente, Venerable Señor, maravilloso, Venerable Señor! Esto fue, como si el Bienaventurado enderezara lo que estaba torcido, o como si revelara lo oculto, o como si mostrara el camino a alguien que estaba extraviado, o como si prendiera una lámpara en la oscuridad para que aquellos que tuvieran la vista, pudieran ver; es así, como el Bienaventurado expone el Dhamma de diferentes formas. Es por eso, que yo tomo el refugio en el Bienaventurado, en el Dhamma y en el Sangha. Que el Bienaventurado me acepte, por favor, como su discípulo, como a alguien que tomó este refugio hasta el fin de su vida».

[4.35] {194} Acto seguido, Pukkusa, el Malla, habló a cierto hombre, diciendo: «Tráeme de una vez, amigo, dos pares de dorados mantos, bruñidos y listos para ser vestidos». Y el hombre le respondió: «Así sea, señor».

Y cuando los mantos fueron traídos, Pukkusa, el Malla, los ofreció al Bienaventurado, diciendo: «Qué el Bienaventurado acepte esta ofrenda de mi parte, por favor, por su gran compasión». Y el Bienaventurado dijo: «Vístame, entonces, con uno de ellos y dé el otro a Ananda».

«Así sea, venerable señor». Y vistió con uno al Bienaventurado y con el otro, lo vistió a Ananda.

[4.36] Entonces, el Bienaventurado instruyó a Pukkusa, el Malla, en el Dhamma, lo inspiró, edificó y lo llenó de alegría. Después de lo cual, Pukkusa se levantó de su asiento y se retiró cuidando que el Bienaventurado quedase siempre a su derecha.

[4.37] {195} Tan pronto que Pukkusa, el Malla se hubo retirado, el Venerable Ananda dispuso y arregló el dorado y bruñido manto en el cuerpo del Bienaventurado. Pero, cuando el mismo fue así arreglado en el cuerpo del Bienaventurado, perdió la intensidad de su color y su esplendor disminuyó notablemente.

Entonces, el Venerable Ananda dijo al Bienaventurado: «¡Esto es maravilloso, venerable señor, es realmente asombroso, señor! ¡Qué clara y radiante aparece la piel de Tathagata! Este manto dorado y bruñido, una vez arreglado y dispuesto en el cuerpo del Tathagata, perdió la intensidad de su color y disminuyó notablemente su esplendor».

«Es así, Ananda. He aquí que hay dos ocasiones, en las cuales la piel del Tathagata aparece especialmente clara y radiante. ¿Cuáles dos? La noche, en la cual, Ananda, el Tathagata llega a ser plenamente despierto con el Despertar supremo y sin igual, y en la noche, en la cual el Tathagata alcanza su Nibbana final, en la que no quedan más elementos de apego. Estas son las dos ocasiones, Ananda, en las cuales la piel del Tathagata aparece especialmente clara y radiante.

[4.38] «Es por eso, Ananda, que hoy, durante la última parte de esta misma noche, en la Arboleda de los Mallas, en la vecindad de Kusinara, el Tathagata alcanzará su Parinibbana. Así que, Ananda, vayamos ahora al río Kakuttha». – «Muy bien, Venerable Señor», respondió Ananda.

Dos dorados mantos: fue la ofrenda de Pukkusa;

Más radiante y luminoso, fue el cuerpo del Maestro que su vestimenta.

[4.39.] {196} Entonces, el Bienaventurado fue al río Kakuttha junto al gran grupo de los monjes. Estando ahí, entró al agua para bañarse y para beber. Y, al salir, se fue a la Arboleda de los Mangos, donde se dirigió al Venerable Cundaka con estas palabras: «Por favor, dobla mi vestimenta exterior en cuatro y ponla debajo. Estoy cansado y quiero reposar un rato». – «Así sea, señor», respondió Cundaka y, doblando la vestimenta en cuarto, la tendió debajo de él.

[4.40] Y el Bienaventurado se acostó en su costado derecho, en la posición de león, descansando los pies, una encima de la otra. Después, se dispuso a sí mismo para estar conscientemente atento y con clara comprensión, elevando su mente. Y el Venerable Cundaka, estaba sentado justo enfrente de él.

[4.41] El Buda, llegó al río Kakuttha,

río de aguas frescas, limpias y agradables corrientes;

Sumergiéndose ahí en las cristalinas aguas,

El Buda -el Supremo del mundo entero-,

Habiéndose bañado y tomado el agua, el Maestro se levantó,

Rodeado de monjes, iba a la cabeza.

Proclamando las santas verdades, el Gran Maestro

Tomó el camino hacia la Arboleda de los Mangos.

Allí habló al Venerable Cundaka:

«Extienda debajo de mi el manto, por favor, doblado en cuatro».

Entonces el Venerable, rápido como un golpe de rayo,

Se apuró para cumplir el pedido del Maestro,

Cansado, el Señor, reposa en la estera,

Y Cundaka, delante de él, permanece sentado.

[4.42] {197} En esta ocasión, el Bienaventurado se dirigió al Venerable Ananda con estas palabras: «Podría suceder, Ananda, que Cunda, el herrero, tuviera remordimientos pensando: ‘Esta es tu culpa, amigo Cunda, es por tu falta que el Tathagata alcanzó su Nibbana final, luego de haber recibido la última comida de ti.’ Pero, el remordimiento de Cunda debe ser calmado de esta manera: ‘Este es tu mérito, Cunda, es gracias a tu buena obra, que el Tathagata alcanzó su Nibbana final, luego de haber recibido su última comida de ti. Amigo Cunda, yo escuché de los mismos labios del Bienaventurado, que existen dos grandes ofrendas, que dan mucho fruto y producen un gran resultado, las cuales son más grandiosas y más beneficiosas que otras. ¿Cuáles  estas dosdos? La comida que se ofrece al Tathagata antes de alcanzar su Despertar y la comida que se le ofrece antes de alcanzar su Parinibbana. Estas son las dos grandes ofrendas, que dan mucho fruto y producen un gran resultado. Las cuales son más grandiosas y más beneficiosas que otras. La obra de Cunda, conduce a una larga vida, a la buena suerte, a la felicidad, a la fama, al cielo y al dominio.’ De esta manera, Ananda, hay que calmar el remordimiento de Cunda».

[4.43.] Entonces, el Bienaventurado, habiendo dispuesto esto, pronunció esta solemne declaración:

El generoso, acrecienta el mérito,

El que se restringe a sí mismo, controla el odio,

El que es experto en la virtud, rehúye del mal,

Y erradica la avidez y el aborrecimiento,

Como también, a toda falsa ilusión,

Y permanece en paz.


NOTAS:

[1] De acuerdo a los Comentarios, los budas, cuando echan una mirada atrás, lo hacen como los elefantes, girando atrás todo el cuerpo.

[2] Sutta y Vinaya

[3] Mucho se ha especulado sobre esta comida o el condimento que al Buda, finalmente, le llevó a la enfermedad mortal. El término sukara-maddava proviene de sukara = «cerdo» o «chancho» y maddava = «blando», «delicado» o «suave». La expresión puede tener dos lecturas diferentes: (1) la parte suave o delicada del chancho o (2) aquello que a los chanchos les gusta mucho. Sobre la base de esta segunda interpretación, algunos estudiosos sugerían que se trataba de un hongo o trufa, quizá de una planta o tubérculo, preferidos por los puercos.

[4] Alara Kalama fue el primer maestro de Sidattha Gotama (el futuro Buda) cuando éste abandonó su palacio real para empezar una vida ascética y emprender su camino hacia la liberación.


FUENTES:

«Mahaparinibbanasutta» [en línea] en World Tipitaka Edition http://studies.worldtipitaka.org/tipitaka/7D/3 (13/05/2008).

HERMANA VAJIRA y Francis STORY [en línea]. «Maha-parinibbana Sutta: Last Days of the Buddha «. (18/06(2006).

THANISSARO BHIKKHU [en línea]. «Maha-Parinibbana Sutta: The Great Discourse on the Total Unbinding » (fragmentos) Partes V y VI. (18/06/2006).

WALSHE, Maurice. «Mahaparinibbana Sutta: The great Passing. The Buddha’s Last Days». En «The Long Discourses of the Buddha: A Translation of the Digha Nikaya «. Boston, Wisdom Publications. Págs. 231-277.


Traducido y editado por Isidatta para Bosque Theravada © 2008

Revisado y corregido por Upasika

Edición de Bosque Theravada © 2008 © 2010

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