Suele decirse que de la aceptación se deriva el amor, el verdadero amor. En este artículo, Ayya Khema señala el camino hacia la verdadera aceptación de ese «yo» que de alguna forma somos y de que de muchas otras nos cuesta reconocer.
Por Ayya Khema [1]
Es un extraño fenómeno lo difícil que las personas encuentran amarse a sí mismas. Podría pensarse que es lo más fácil en el mundo, puesto que estamos constantemente preocupados por nosotros mismos. Siempre estamos interesados en cuánto podemos obtener, qué tan bien lo podemos realizar, cuán cómodos podemos estar. El Buddha mencionó en un discurso que «uno mismo es lo más amado». Así que con todo esto, ¿por qué es tan difícil en la actualidad quererse a uno mismo?
Ciertamente amarse a uno mismo no significa complacerse. En realidad, el amor es una actitud hacia uno mismo que la mayoría de las personas no tienen, porque no saben suficientes cosas sobre sí mismas que no son deseables. Cada uno tiene innumerables actitudes, reacciones, gustos y aversiones de las cuales sería mejor prescindir. El juicio es hecho y mientras unos gustan de las actitudes positivas de alguien, otros no gustan de los demás. Con esto viene la eliminación de aquellos aspectos de uno mismo con los que no se está contento. Uno no quiere saber de ellos y no los reconoce. Esta es una forma de tratar con uno mismo, la cual es perjudicial para el crecimiento. Otra forma no diestra es tener aversión a aquella parte de uno miso que aparece como negativa y de esto siempre surge una culpa hacia uno mismo, lo cual hace estas cuestiones doblemente malas como lo eran antes. Con esto viene el miedo y, muy a menudo, la agresión. Si uno quiere tratarse a sí mismo de una forma equilibrada, no es útil pretender que la parte desagradable no existe, esas tendencias agresivas, irritantes, sensuales, vanidosas. Si pretendemos que estamos alejados de la realidad, se hace una división en nosotros mismos. Incluso una persona puede ser totalmente sensata, y la apariencia dada es la de un ser no muy real. Todos hemos encontrado por casualidad personas así, que son demasiado dulces para ser verdad, como consecuencia de la pretensión y la supresión. Culparse a sí mismo no funciona bien. En ambas circunstancias uno transfiere sus propias reacciones a los demás. Uno culpa a los demás de sus carencias, reales o imaginarias, o no los ve como seres humanos ordinarios. Cada uno vive en un mundo irreal, puesto que es engañado por el ego, pero éste es, en particular, irreal, porque todo es considerado como absolutamente maravilloso o absolutamente terrible.
La única cosa que es real es que tenemos seis raíces en nosotros. Tres raíces del bien y tres raíces del mal. Las últimas son avidez, odio e ignorancia, pero también tenemos sus opuestas: generosidad, amor-bondadoso y sabiduría. Tenga un interés en este asunto. Si uno lo investiga y no está ansioso por esto, entonces uno puede con facilidad aceptar las seis raíces en cada uno. No es del todo difícil, cuando uno ha visto esto en uno mismo. Existen raíces subyacentes en el comportamiento de todos. Luego podemos mirarnos a nosotros mismos siendo un poco más realistas, a saber no culpándonos de las raíces malsanas, no acariciándonos la espala sobre las sanas, sino más bien aceptando su existencia en nosotros. También podemos aceptar a los otros más agudamente y tener un momento mucho más fácil relacionándonos con ellos.
No sufriremos por las decepciones y no nos culparemos, porque no viviremos en uno donde sólo existe el negro o el blanco, las tres raíces malsanas o sus opuestos. Tal mundo no existe en lugar alguno, y la única persona que es así es un Arahant. Esto es, en gran parte, un asunto de grado en todos los demás. Estos grados de bien y mal están tan finamente sintonizados, hay tan poca diferencia dentro de los grados en cada uno de nosotros, que esto no importa realmente. Cada uno tiene el mismo trabajo por hacer, cultivar las tendencias sanas y desarraigas las malsanas.
Aparentemente todos somos muy diferentes. Eso también es una ilusión. Todos tenemos los mismos problemas y también las mismas facultades para tratar con ellos. La única diferencia es la duración de la formación que uno ha tenido. Formación que puede haber estado sucediendo durante un número vidas que han traído un poco más de claridad, eso es todo.
La claridad de pensamiento viene de la purificación de las emociones, lo cual es un trabajo difícil que necesita ser realizado. Pero sólo puede ser realizado satisfactoriamente cuando no es una agitación emocional, sino un trabajo claro y sencillo que se hace en uno mismo. Cuando se considera precisamente eso, tarda un pellizco estar fuera de él. La carga de «soy tan maravilloso» o «soy tan terrible» es desactivada. No somos ni maravillosos ni terribles. Cada uno es un ser humano con todo el potencial y con todos los obstáculos. Si uno puede amar a aquel ser humano, el que soy «yo» con todas sus facultades y tendencias, entonces puede amar a los demás siendo realista, provechoso y amable. Pero si uno hace una grieta en la mitad y ama la parte que es agradable y es hostil a la parte que no lo es bastante, nunca va a hacer frente a la realidad. Algún día tendremos que verla, por lo que es. Es un «trabajo de campo», un kammatthana . Es un asunto serio e interesante del propio corazón.
Si nos vemos a nosotros mismos de esta manera, aprenderemos a amarnos de una manera sana. «Justo como una madre ante los peligros de la vida, ama y protege a su hijo…». Se tu propia madre! Si queremos tener una relación con los demás de una madera realista y encaminada al crecimiento, entonces necesitamos llegar a ser nuestra propia madre. Una madre sensible puede distinguir entre lo que es útil para su hijo y lo que es perjudicial. Pero no puede dejar de amar a su hijo cuando éste se comporte mal. Este puede ser el aspecto más importante a observar en nosotros mismos. Cada uno, en un momento u otro, se comporta inadecuadamente de pensamiento o palabra o acción. Con mucha más frecuencia de pensamiento, con bastante frecuencia de palabra y no tan a menudo en la acción. Luego, ¿qué debemos hacer con esto? ¿Qué hace una madre? Ella le dice a su hijo que no lo haga de nuevo, ama al niño tanto como siempre le ha amado y que sólo se obtiene con el trabajo de la crianza del mismo. Tal vez podamos comenzar a criarnos.
Toda esta educación es un asunto de maduración. La madurez es la sabiduría que lamentablemente no está unida al envejecimiento. De ser así, sería muy fácil. Se tendría una garantía. Como esto no es así, es trabajo duro, un trabajo que debe hacerse. Primero viene el reconocimiento, luego se aprende a no condenar, sino a entender: “Esto es del modo en que es”. El tercer paso es el cambio. El reconocimiento puede ser la parte más difícil para la mayoría de las personas, no es fácil ver lo que ocurre dentro de uno mismo. Este es el aspecto más importante y más interesante de la contemplación.
Nos encaminamos hacia una vida contemplativa, pero que no significa que estemos sentados en la meditación todo el día. Una vida contemplativa significa que uno considera cada aspecto de lo que sucede como parte de una experiencia de aprendizaje. Uno permanece introspectivo en todas las circunstancias. Cuando uno se convierte en extrovertido, con lo que el Buddha llamó «juventud exuberante», uno va al mundo con pensamientos, discurso y acción. Uno debe recogerse y volverse hacia sí mismo. Una vida contemplativa en algunos órdenes es una vida de oración. En nuestro camino esto es una combinación de la meditación y el estilo de vida. La vida contemplativa va dentro de uno mismo. Se puede hacer lo mismo con o sin recogimiento. La contemplación es el aspecto más importante de la introspección. No es necesario permanecer inmóvil todo el día y observar la respiración. Cada movimiento, cada pensamiento, cada palabra, puede dar lugar al entendimiento de uno mismo.
Este tipo de trabajo en sí mismo aportará una profunda seguridad interior, que se basa en la realidad. Muchas personas están deseando y esperando por este tipo de seguridad, pero no son capaces de expresar su deseo. Viviendo en un mito, constantemente esperando o teniendo miedo, que es contrario a tener fuerza interior. El sentimiento de seguridad surge cuando uno ve la realidad dentro de uno y así, la realidad en todos los demás y los acepta con ella.
Debemos aceptar el hecho de que el Buddha sabía la verdad cuando dijo que en todo el mundo habían siete tendencias subyacentes: deseo sensual, rencor, opiniones especulativas, duda escéptica, orgullo, ansia por la continuación de la existencia, e ignorancia. Encuéntrelos en usted. Ríase de ellos, no se eche a llorar por ellos. Sonría y diga: «Bien, ahí está. Algo haré al respecto».
La vida contemplativa es a menudo vivida torpemente. Una cierta carencia de alegría es compensada al ser extrovertido. Esto no funciona. Uno debe cultivar cierta alegría, pero debe permanecer dentro de sí mismo. No hay algo por lo que estar preocupado o temeroso, nada que sea demasiado difícil. Dhamma significa ley de la naturaleza y manifestamos esta ley de la naturaleza todo el tiempo. ¿Qué allí debe ser apartado? No podemos evitar la ley de la naturaleza. En cualquier parte donde estemos, somos el Dhamma, somos efímeros (annica), sufrimos (dukkha), sin sustancia esencial (anatta). No importa si nos sentamos aquí o sobre la luna. Es siempre lo mismo. Luego necesitamos un acercamiento alegre a nuestras propias dificultades y a las de todos los demás, pero no la exuberancia y el desahogo. Más bien una constante interiorización, que contiene un poco de diversión. Eso funciona mejor. Si uno tiene sentido del humor sobre sí mismo, es mucho más fácil amarse adecuadamente. También es mucho más fácil amar a los demás.
Solía haber un programa de televisión en América, llamado “People are Funny” (es decir, “Las personas son graciosas”). En realidad tenemos reacciones muy extrañas. Cuando son analizadas y separadas, a menudo se les encuentra absurdas. Tenemos deseos muy extraños y aspiraciones e imágenes irreales de nosotros mismos. Es bastante cierto, “las personas son graciosas”, luego ¿por qué no ver ese lado de sí mismo? Esto hace mucho más fácil aceptar lo que encontramos tan inaceptable en nosotros mismos y en los demás.
Existe un aspecto de la vida humana el cual no podemos cambiar, a saber, que esta sigue sucediendo momento a momento. Todos hemos estado aquí meditando durante algún tiempo. ¿Qué le preocupa al mundo? Simplemente seguir en marcha. El único que se preocupa, que es perturbado, es nuestro propio corazón y mente. Cuando hay perturbación, agitación, irrealidad e incoherencia, entonces también hay tristeza. Lo que es bastante innecesario.
Todo es justo. Si aprendemos a acercarnos a todos los acontecimientos con más ecuanimidad por medio de la aceptación, entonces el trabajo de purificación es mucho más fácil. Se trata de nuestro trabajo, de nuestra propia purificación, y sólo puede ser realizada por cada uno para sí mismo.
Uno de los mejores aspectos sobre esto es que si uno recuerda lo que hace, se mantiene en ello día tras día sin olvidar y sigue meditando, no esperando grandes esperando resultados, poco a poco sucede. Esto también, es justo. A medida que uno sigue trabajando en ello, existe una constante astillada lejos de las contaminaciones y del pensamiento irreal, puesto que no hay felicidad alguna en esto y pocos quieren aferrarse a la tristeza. Tarde o temprano uno corre hacia las cosas que están fuera de uno mismo. Los libros todos dicen las mismas cosas, las cartas ha sido escritas todas, las flores ha sido bebidas todas, no hay algo más excepto mirar dentro. Como esto sucede una y otra vez, un cambio ocurre. Puede ser lento, pero cuando hemos estado aquí por tantas vidas, ¿qué es un día, un mes, un año, diez años? Están todos simplemente sucediendo.
No hay algo más por hacer y no hay otro lugar a donde ir. La Tierra se mueve en círculos, la vida se mueve del nacimiento hacia la muerte sin necesidad de que nosotros nos movamos en lo absoluto. Todo esto sucede sin nuestra ayuda. La única cosa que tenemos que hacer es buscar la realidad. Entonces, cuando lo hacemos, encontraremos que amarnos a nosotros mismos y amar a otros es un resultado natural de eso. Puesto que estamos preocupados por la realidad y ese es el verdadero trabajo del corazón — amar. Pero sólo si también hemos visto el otro lado de la moneda en nosotros y hemos hecho el trabajo de purificación. Entonces, esto es más que un esfuerzo o una tendencia deliberada, sino que se convierte en una función natural de nuestros sentimientos interiores, dirigidos hacia adentro pero brillando hacia afuera.
El direccionamiento hacia el interior es un aspecto importante de nuestra vida contemplativa. Pase lo que pase interiormente hay repercusiones directas sobre lo que ocurre externamente. La luz interior y la pureza no pueden ser ocultadas, ni siquiera pueden las contaminaciones.
A veces pensamos que podemos retratar lo que somos. Esto no es posible. El Buddha dijo que uno sólo conoce a una persona después de haberla oído hablar muchas veces y habiendo vivido con ella durante mucho tiempo. Las personas generalmente tratan de mostrarse como algo mejor de lo que realmente son. Entonces, por supuesto, se decepcionan de sí mismos cuando fallan, e igualmente decepcionan a otros. Siendo realistas, conocerse hace posible amar verdaderamente. Aquella clase de sentimiento da alegría a este trabajo en el cual somos contratados, que es necesario. Aceptándonos a nosotros y a los demás como realmente somos, nuestro trabajo de purificación, lejos de astillado de contaminaciones, se hace mucho más fácil.
[1] Ayya Khema (1923-1997) nació en Alemania, fue educada en Escocia y China, y posteriormente se convirtió en ciudadana de los Estados Unidos. Fundadora del Wat Buddha Dhamma Forest Monastery cerca de Sidney, Australia, el cual se estableció en 1978 en terreno comprado y donado por ella. En 1979 se ordenó como Monja en Sri Lanka, y en 1982 estableció el Centro Internacional Budista de Mujeres cerca de Colombo. Dedicó la mayor parte de su tiempo enseñando cursos de meditación en distintas partes del mundo. Entre sus obras publicadas se destacan La isla interior (Be an Island unto Yourself , Parappuduwa Nuns Island, 1986), «All of us: Beset by Birth, Decay and Death» (Parappuduwa Nuns Island, 1987) – traducción española publicada por el Fondo Dhamma Dana – y Siendo nadie, yendo a ninguna parte (Being Nobody, Going Nowhere, Wisdom Publications, 1987).
Tomado de: http://www.librosbudistas.com/
Copyright © 1988 Sister Ayya Khema
Traducido por Upasika para Bosque Theravada © 2008
Edición de Bosque Theravada © 2008
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