La vacuidad

En este breve ensayo, Thanissaro Bhikkhu explica el rol de la vacuidad en la práctica de meditación.

Por Thanissaro Bhikkhu

thanissarobhikkhuLa vacuidad es un modo de percepción, una manera de enfocar la experiencia- No añade ni saca nada a los datos sin procesar de los eventos físicos y mentales. Miras a los eventos de la mente y de los sentidos sin pensar en si hay algo detrás de ellos.

Este modo se llama vacuidad porque está vacío de las presuposiciones que normalmente añadimos a la experiencia para darla sentido: las historias y puntos de vista mundanos que creamos para explicar quiénes somos y el mundo en el que vivimos. Aunque estas historias y puntos de vista tienen sus utilidades, el Buda descubrió que algunas de las preguntas más abstractas que se suscitan -sobre nuestra verdadera identidad y la realidad del mundo exterior- alejan la atención de una experiencia directa de cómo los eventos influyen entre sí en el presente inmediato. Así, se entrometen cuando intentamos comprender y resolver el problema del sufrimiento.

Imagina, por ejemplo, que estás meditando y aparece una sensación de ira hacia tu madre. Inmediatamente, la reacción de la mente es identificar la ira como «mi ira», o decir «yo estoy enfadado». Luego se detalla la sensación, ya sea encajándola en la historia de tu relación con tu madre, ya sea con tus puntos de vista sobre cuándo y dónde la ira hacia tu propia madre puede justificarse. El problema con todo esto, desde la perspectiva del Buda, es que estas historias y puntos de vista conllevan mucho sufrimiento. Cuanto más te enredas en ellos, más te distraes de ver la verdadera causa del sufrimiento: las etiquetas «yo» y «mío» que ponen todo el proceso en marcha. Como resultado, no puedes encontrar el camino para desentrañar esa causa y llevar el sufrimiento a su fin.

Si, no obstante, puedes adoptar el modo de vacuidad -no actuando sobre ni reaccionando a la ira, sino simplemente observándola como una sucesión de eventos, en y de ellos mismos- puedes ver que la ira está vacía de cualquier cosa con la que merezca la pena identificarse o poseer. A medida que dominas el modo de vacuidad más consistentemente, ves que esta verdad no se mantiene solo para emociones burdas como la ira, sino también hasta para los eventos más sutiles del reino de la experiencia. Este es el sentido en el que todas las cosas son vacías. Cuando ves esto, te das cuenta de que las etiquetas «yo» y «mío» son inapropiadas, innecesarias, y de que no causan más que estrés y dolor. Entonces, puedes soltarlas. Cuando las sueltas totalmente, descubres un modo de experiencia que permanece más profundamente calmado, uno que es totalmente libre.

Dominar el modo de percepción de vacuidad requiere entrenamiento en una virtud, concentración y sabiduría firmes. Sin este entrenamiento, la mente tiende a permanecer en el modo que sigue creando historias y puntos de vista mundanos. Y, desde la perspectiva de ese modo, la enseñanza del vacuidad suena simplemente como otra historia o punto de vista mundano con nuevas directrices. Respecto a la historia de la relación con tu madre, parece decir que realmente no hay una madre, ni un tú. Respecto a tus puntos de vista sobre el mundo, parece decir o bien que el mundo no existe de verdad, o bien que el vacuidad es el gran e indiferenciado terreno del ser de donde todos vinimos y al cual todos volveremos algún día.

Estas interpretaciones no solo pierden el significado de la vacuidad, sino que evitan que la mente entre en el modo correcto. Si el mundo y la gente en la historia de tu vida no existen en realidad, entonces todas las acciones y reacciones en esa historia se parecen a una matemática de ceros, y te preguntas si hay algún sentido real en practicar la virtud. Si, por otra parte, ves el vacuidad como el terreno del ser al cual todos vamos a volver, entonces ¿qué necesidad hay de entrenar la mente en concentración y sabiduría, si todos vamos a volver allí de todas maneras? Y aunque necesitemos entrenamiento para volver a nuestro terreno del ser, ¿qué nos va a impedir salir de él y sufrir de nuevo? Así que en todas estas posibilidades, la idea de entrenar la mente parece fútil y sin sentido. El centrarse en la pregunta de si hay o no hay algo detrás de la experiencia, enreda la mente en asuntos que la distraen de entrar en el modo presente.

Ahora bien, las historias y los puntos de vista mundanos tienen su sentido. El Buda los utilizó cuando enseñaba a la gente, pero nunca usó la palabra vacuidad cuando habló de estos modos. Contó historias de la vida de la gente para enseñar cómo el sufrimiento procede de las percepciones poco hábiles detrás de sus acciones, y cómo la liberación del sufrimiento puede venir de ser más perceptivo. Y describió los principios básicos que subyacen el ciclo del renacimiento para enseñar cómo las acciones malintencionadas llevan al dolor dentro de ese ciclo, y las bienintencionadas llevan al placer, mientras que las acciones realmente hábiles te pueden sacar del ciclo totalmente. En todos estos casos, estas enseñanzas estaban orientadas a que la gente se centrase en la calidad de las percepciones e intenciones en sus mentes en el presente -en otras palabras, a que entrasen en el modo de vacuidad. Una vez allí, pueden usar las enseñanzas sobre la vacuidad para el propósito previsto: aflojar los apegos a los puntos de vista, historias y asunciones, dejando la mente vacía de toda codicia, ira y engaño, y así, vacía de sufrimiento y estrés. Y cuando te pones a ello, esa es la vacuidad que cuenta de verdad.


FUENTE:

Thanissaro Bhikkhu [en línea] Emptiness http://www.accesstoinsight.org/lib/authors/thanissaro/emptiness.html (7 de junio de 2009)


Traducido por Pablo Catalán Fernández para el Bosque Theravada © 2009

Revisado por Isidatta

Publicado por el Bosque Theravada © 2009

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