DN 5 Kutadanta Sutta. IV. Acontecimientos finales

Fragmento de DN 5 Kutadanta Sutta – Discurso con Kutadanta.

[IV. Acontecimientos finales]

[28] “¡Excelente, señor! ¡Realmente, magnífico! Es como si alguien enderezara lo que estaba torcido, como si revelara, lo que estaba oculto, como si mostrara el camino a alguien que estaba perdido o si encendiera una lámpara en medio de la oscuridad, para que alguien dotado de buena vista pudiera percibir las formas. De la misma manera, el Bienaventurado ha expuesto el Dhamma de diferentes maneras. Yo, señor, voy a tomar el refugio en el Bienaventurado, en el Dhamma y en el Sangha. Qué el Bienaventurado me considere, de aquí en adelante, como uno de sus seguidores laicos.

“Por otro lado, venerable Gotama, voy a liberar ahora a los setecientos toros, setecientos bueyes, setecientos novillos, setecientos machos cabríos y setecientos carneros. Voy a concederles la vida y voy a alimentarlos en los verdes pastos y voy a darles de beber agua fresca, para que disfruten de la brisa fresca”.

[29] Entonces, el Bienaventurado ofreció un discurso gradual a Kutadanta, acerca de la generosidad, moralidad y el cielo, mostrando el peligro, la degradación y la corrupción de los deseos sensoriales, como también, el beneficio del renunciamiento. Y cuando el Bienaventurado supo que la mente de Kutudanta estaba preparada, flexible, libre de obstáculos, alegre y calmada, le predicó el discurso sobre el Dhamma en breve: Sobre el sufrimiento, su origen, el cese y el sendero [que lleva al cese del sufrimiento].

Al igual que una tela limpia, de la cual, todas las manchas han sido lavadas, recibe bien la tintura, así también el brahmín Kutadanta, todavía sentado ahí, recibió el visión del Dhamma pura y sin mancha. Entonces supo que cualquier cosa originada está destinada a la disolución.

Acto seguido, el brahmín Kutadanta, al haber visto, alcanzado, experimentado y penetrado el Dhamma, habiendo superado las dudas y la incertidumbre, y habiendo alcanzado una perfecta confianza en la enseñanza del Maestro, sin confiar en otras enseñanzas, dijo al Bienaventurado: “Qué el venerable Gotama, junto con el Sangha de los monjes, acepte, por favor, de mí una comida mañana”.

Y el Bienaventurado aceptó en silencio. Entonces, Kutadanta, habiendo comprendido la aceptación del Bienaventurado, se levantó de su asiento, lo saludó respetuosamente y se retiró, cuidando que el Bienaventurado quede siempre a su lado derecho.

Al día siguiente, Kutadanta preparó toda clase de comidas, tanto sólidas como blandas en el lugar, que previamente preparó para realizar su sacrificio. Cuando todo estaba listo, anunció al Bienaventurado: “Venerable Gotama, ya es el tiempo y la comida está preparada”.

Este día, el Bienaventurado se levantó temprano y, tomado su vestimenta externa y su tazón, se dirigió al lugar de sacrificio preparado por Kutadanta, en compañía de sus monjes. Estando ahí, tomó el asiento que estaba preparado para él, mientras que Kutadanta, con sus propias manos, servía toda clase de comida fina, hasta que todos quedaron satisfechos.

Cuando el Bienaventurado terminó de comer y apartó su mano del tazón, Kutadanta tomó un asiento más bajo y se sentó al lado. Después de lo cual, el Bienaventurado lo hubo instruido, inspirado, entusiasmado y regocijado con su plática. Finalmente, el Bienaventurado se levantó de su asiento y partió.


[1] Se refiere a los Khattiyas, los consejeros, los brahmines y los dueños de casas.

[2] Se refiere a los elefantes, la caballería, los carros y la infantería.