AN 10,93 Kimditthika Sutta – Discurso sobre los puntos de vista

El hombre hogareño de nombre Anathapindika instruye a un grupo de ascetas errantes no budistas sobre la naturaleza del recto entendimiento.


[Leer en pali]

He escuchado que en una ocasión, el Bienaventurado estaba morando cerca de Savatthi en la arboleda de Jeta, en el Parque de Anathapindika.

Entonces, el hombre hogareño Anathapindika salió de Savatthi en las primeras horas de la mañana para visitar al Bienaventurado. Pero después se le ocurrió el siguiente pensamiento: “Éste aún no es el tiempo apropiado para ver al Bienaventurado, pues todavía él está recluido. Tampoco éste es el tiempo apropiado para ver a los monjes que son dignos de estima, pues ellos también todavía están recluidos. ¿Qué tal si voy al parque, en el cual moran los ascetas errantes que sostienen otros puntos de vista?”.

Así que el hombre hogareño Anathapindika se fue hacia parque, en el cual moran los ascetas errantes que sostienen otros puntos de vista.

En esta ocasión, los ascetas errantes que sostenían otros puntos de vista estaban sentados juntos en una gran asamblea, haciendo un enorme griterío, hablando fuerte y ruidosamente sobre temas pueriles. Pero, cuando ellos visualizaron al hombre hogareño Anathapindika acercándose a este lugar, se aquietaron unos a otros de la siguiente manera: “Señores, por favor, aquietaos. Señores, por favor, no hagáis tanto ruido. He aquí, que viene acercándose a este lugar el hombre hogareño Anathapindika, quien es el discípulo del asceta Gotama, uno de sus discípulos laicos vestidos de blanco que viven en Savatthi. A estos venerables señores les gusta la quietud, ellos se disciplinan en la quietud y recomiendan la quietud. Quizá, si él encuentra a esta asamblea quieta, se le ocurra unirse a ella”. Entonces, estos ascetas errantes llegaron a callarse.

Mientras tanto, el hombre hogareño Anathapindika se acercó a los ascetas errantes que sostenían otros puntos de vista e intercambió con ellos cordiales saludos. Cuando estos cordiales saludos y las amables palabras de bienvenida llegaron a su fin, se sentó a un lado y los ascetas errantes le dijeron:

“Dinos, hombre hogareño, ¿cuáles son los puntos de vista que sostiene el asceta Gotama?”

“Venerables señores, en realidad yo no conozco enteramente los puntos de vista que sostiene el Bienaventurado”.

“Bueno, tú dices que no conoces enteramente los puntos de vista que sostiene el asceta Gotama. Dinos, entonces, ¿cuáles son los puntos de vista que sostienen los monjes?”

“Venerables señores, en realidad yo tampoco conozco enteramente los puntos de vista que sostienen los monjes”.

“Bueno, tú dices que no conoces enteramente los puntos de vista que sostiene el asceta Gotama y dices que tampoco conoces enteramente los puntos de vista que sostienen los monjes. Dinos, entonces, ¿cuáles son los puntos de vista que tú sostienes?”

“Esto, en realidad, no sería una tarea difícil, la de exponer a los venerables señores mis puntos de vista. Sin embargo, sería bueno que primero los venerables señores me expongan a mí sus propios puntos de vista. De esta manera, no me será una tarea difícil exponer después, a los venerables señores, mis puntos de vista.”

Cuando esto fue dicho, uno de los ascetas errantes dijo al hombre hogareño Anathapindika lo siguiente: “El mundo es eterno; solamente ésta es la verdad y ningún otro punto de vista tiene valor alguno. Este es el punto de vista que yo sostengo”.

Y otro de los ascetas errantes dijo al hombre hogareño Anathapindika lo siguiente: “El mundo no es eterno; solamente ésta es la verdad y ningún otro punto de vista tiene valor alguno. Este es el punto de vista que yo sostengo”.

Y otro de los ascetas errantes dijo al hombre hogareño Anathapindika lo siguiente: “El mundo es finito… El mundo es infinito… El alma y el cuerpo son lo mismo… El alma es una cosa y el cuerpo, otra… El Tathagata existe después de la muerte… El Tathagata no existe después de la muerte… Después de la muerte, ocurren ambas cosas: el Tathagata existe y no existe… Después de la muerte, no ocurre ninguna de estas dos cosas: el Tathagata ni existe ni no existe; solamente ésta es la verdad y ningún otro punto de vista tiene valor alguno. Este es el punto de vista que yo sostengo”.

Cuando esto fue dicho, el hombre hogareño Anathapindika tomó la palabra y se dirigió a los ascetas errantes de esta manera:

“Cuando aquel venerable señor dijo: ‘El mundo es eterno; solamente ésta es la verdad y ningún otro punto de vista tiene valor alguno. Este es el punto de vista que yo sostengo’, éste punto de vista surgió a causa de su inapropiada atención o por la influencia de alguien más. Un punto de vista como éste, llega a existir como algo inventado, producido y originado en dependencia de algo externo. Y todo aquello que llega a existir porque fue inventado, producido y originado en dependencia de algo externo, no es permanente. Lo que no es permanente es doloroso. Por eso, aquel venerable señor se apegó a lo que es doloroso, este venerable señor se entregó a lo que es doloroso.

“Igualmente, cuando el otro venerable señor dijo: ‘El mundo no es eterno… El mundo es finito… El mundo es infinito… El alma y el cuerpo son lo mismo… El alma es una cosa y el cuerpo, otra… El Tathagata existe después de la muerte… El Tathagata no existe después de la muerte… Después de la muerte, ocurren ambas cosas: el Tathagata existe y no existe… Después de la muerte, no ocurre ninguna de estas dos cosas: el Tathagata ni existe ni no existe; solamente ésta es la verdad y ningún otro punto de vista tiene valor alguno. Este es el punto de vista que yo sostengo’, éste punto de vista surgió a causa de su inapropiada atención o por la influencia de alguien más. Un punto de vista como éste, llega a existir como algo inventado, producido y originado en dependencia de algo externo. Y todo aquello que llega a existir porque fue inventado, producido y originado en dependencia de algo externo, no es permanente. Lo que no es permanente es doloroso. Por eso, aquel venerable señor se apegó a lo que es doloroso, este venerable señor se entregó a lo que es doloroso.”

Cuando esto fue dicho, los ascetas errantes se dirigieron al hombre hogareño Anathapindika con estas palabras:

“Bien, hombre hogareño, todos nosotros hemos expresado nuestros respectivos puntos de vista. Dinos ahora, ¿cuáles son tus propios puntos de vista?”

“Todo lo que ha llegado a existir fue inventado, producido y originado en dependencia de algo externo. Y todo aquello que llega a existir inventado, producido y originado en dependencia de algo externo, no es permanente. Lo que no es permanente es doloroso. Lo que es doloroso no es mío, esto no soy yo, ni esto es mi ser. Este es el punto de vista que yo sostengo”.

“Pero, entonces, hombre hogareño, cuando tú dices que ‘Todo lo que ha llegado a existir fue inventado… Lo que no es permanente es doloroso’, también tú te apegas a lo que es doloroso y te entregas a lo que es doloroso.”

“Venerables señores, -todo lo que ha llegado a existir fue inventado, producido y originado en dependencia de algo externo. Y todo aquello que llega a existir inventado, producido y originado en dependencia de algo externo, no es permanente. Lo que no es permanente es doloroso. Lo que es doloroso no es mío, esto no soy yo, ni esto es mi ser- habiendo visto esto con el recto discernimiento, así cómo realmente es, yo también discierno el último escape de esto, así cómo realmente es”.

Cuando esto fue dicho, los ascetas errantes guardaron silencio, permanecieron desconcertados, sentados cabizbajos y con hombros caídos, decepcionados, sin encontrar palabra alguna para responder.

Entonces, el hombre hogareño Anathapindika, viendo que los ascetas errantes guardaron silencio, permanecieron desconcertados, sentados cabizbajos y con hombros caídos, decepcionados, sin encontrar palabra alguna para responder, se levantó de ahí y fue junto al Bienaventurado. Al llegar ahí, le rindió homenaje y se sentó a un lado. Estando sentado, relató al Bienaventurado todo lo ocurrido con los ascetas errantes que sostienen otros puntos de vista. Acto seguido, el Bienaventurado dijo: “¡Bien hecho, hombre hogareño! ¡Bien hecho, hombre hogareño! Es así, cómo debéis periódicamente refutar a estos tontos confundidos, con el Dhamma.”

Entonces, el Bienaventurado instruyó, instó, elevó y alegró al hombre hogareño Anathapindika con la plática del Dhamma. Cuando el hombre hogareño Anathapindika llegó a ser instruido, urgido, elevado y alegrado con la plática del Dhamma, se levantó de su asiento y, rindiendo homenaje al Bienaventurado, salió de ahí cuidando que el Bienaventurado permanezca siempre [por respeto] a su mano derecha.

No mucho tiempo después de que el hombre hogareño Anathapindika se hubo ido, el Bienaventurado se dirigió a los monjes con estas palabras: “Monjes, hasta los monjes que han sido plenamente ordenados en este Dhamma y Disciplina y tengan hasta 100 retiros de la época de lluvias, deberían periódicamente refutar a los ascetas errantes que sostienen otros puntos de vista, de la misma manera que lo hizo el hombre hogareño Anathapindika”.


FUENTES:

HARE, E.M. (2001) “View” en The Book of the Gradual Sayings (Anguttara-Nikaya) or More-Numbered Suttas. Vol. V: The Book of the Tens and Elevens. Oxford, Pali Text Society. Págs. 127-130.

“Kimditthikasuttam” en Chattha Sangayana . CD-Rom, versión 3.

THANISSARO BHIKKHU [en línea] Ditthi Sutta – Views. http://www.accesstoinsight.org/tipitaka/an/an10/an10.093.than.html (18/06/2006)


Traducido por Anton P. Baron

Publicación de Bosque Theravada, 2009.


Revisado 15/06/2009 (Anton P. Baron)