Anatta (No-yo)

El discurso del Dhamma que el Ven. Ajahn Brahmavamso ofreció el 19 de septiembre de 2001 en el Bodhinyana Monastery durante el retiro annual de las lluvias. La charla trata de una de las doctrinas budistas más importantes sobre el anatta, la ausencia de un «yo» esencial.

Por Ajahn Brahmavamso

Namo Tassa Bhagavato Arahato Samma Sambuddhassa
Sabbe Sankhara Anicca – Sabbe Sankhara Dukkha – Sabbe Dhamma Anatta

 

ajahn_brahmavamso«Todas las cosas condicionadas son impermanentes. Todas las cosas condicionadas son sufrimiento. Todos los dhammas (todas las cosas condicionadas e incondicionadas) son anatta». Éstos son los tres factores básicos de toda existencia. Con el fin de penetrar en estas verdades practicamos el Noble Camino Óctuple. Dotamos de fuerza a nuestras mentes mediante el abandono de los cinco impedimentos; entonces podemos descubrir realmente esas verdades experimentando los estados profundos de meditación. De hecho, una vez que una de esas tres características básicas de la existencia (ti-lakkhana) se ve en su plenitud, uno también verá plenamente las otras dos. Como dijo el Buddha, «Aquello que es impermanente, sujeto al cambio, es sufrimiento, y eso por su propia naturaleza no puede aceptarse que sea ‘yo’, ‘mío’, o un ‘sí-mismo’. Todo lo que se acepte como un yo causará sufrimiento» (SN 22, 59). De hecho, la felicidad permanente de un yo es imposible.

La enseñanza del Buddha sobre anatta (no-yo) es grande y profunda porque desafía algo muy básico de nuestras suposiciones sobre la vida. El Buddha habló de avijja (engaño) como la causa raíz de todos los problemas, de todos los renacimientos, la causa raíz de todas las corrupciones. Explicó lo que es avijja mediante la enseñanza de los vipallasas (las perversiones o distorsiones de la visión, pensamiento y percepción). Concretamente, los vipallasas dicen que por visión, pensamiento y percepción tomamos lo que es dukkha como sukha (felicidad); tomamos lo que es impermanente como permanente; tomamos lo que no es bello (asubha) como bello (subha); y tomamos lo que es anatta como atta, un yo (AN 4, 49). Nunca en esa enseñanza de los vipallasas dijo el Buddha que tomamos lo que es el yo como anatta. Siempre se trata de algo que es anatta que se toma por un yo. Esto es porque a lo largo de las enseñanzas del Buddha nunca, de ningún modo en absoluto, se postuló un atta (yo).

Por consiguiente, este discurso de Dhamma explicará cómo la práctica de meditación profunda, combinada con la investigación cuidadosa, descubre la verdad de anatta, para que la ilusión de un ‘yo’ pueda ser eliminada.

 

«No hay nada»

Hacia el final de su vida de enseñanza, Ajahn Chah visitaba a los monjes occidentales de Wat Pa Nanachat semanalmente para tomar una sauna por su salud. También daba una charla de Dhamma antes de la sauna, para ofrecernos sabiduría, ánimo e inspiración. En una de estas ocasiones, recuerdo que después de la charla de Dhamma, pensé entonces, en vez de ayudar a cuidar a Tan Ajahn, me habría sentado a meditar y aprovechar algo de la inspiración de su charla para ayudar a mi meditación. Así que di la vuelta hacia la parte de atrás de la sala de Dhamma de Wat Pa Nanachat, donde no había nadie, y me senté a meditar. No sé si estuve media hora o una hora. Tuve una meditación muy buena, muy profunda. Cuando salí había en mi mente muchísima felicidad y claridad.

Desde luego, la primera cosa que me vino a la mente después de esa meditación fue ver si podía ayudar a mi maestro, Ajahn Chah. Entonces me levanté y eché a andar hacia la sauna. A medio camino entre la sala de Dhamma y la sauna, me encontré con Ajahn Chah que venía en dirección opuesta con dos o tres laicos tailandeses. Había terminado la sauna y volvía a Wat Pa Pong. Cuando me vió, evidentemente notó que yo había tenido una meditación muy profunda y que mi mente estaba clara, así que fue una de esas ocasiones en que intentó, por compasión, iluminarme. Me miró a los ojos, como Ajahn Chah sabía hacer, y dijo, «Brahmavamso, tam mai?» que significa, «Brahmavamso, ¿por qué?» Yo dije,, «No lo sé». Se rió y dijo, «Si alguna vez te vuelven preguntar esto, la respuesta correcta es, ‘Mai me arai’ (no hay nada)». Me preguntó si había comprendido, y dije, «Sí», y el dijo, «No, no has comprendido».

Siempre recordaré su respuesta. Mientras se alejaba, era como una enseñanza profunda que acababa de compartir conmigo. Lo que en realidad estaba diciendo aquí con su enseñanza, ‘Mai me arai’ era, no hay nada, sólo vacuidad, anatta. Es ésta una enseñanza poderosa porque en nuestro mundo siempre queremos tener algo. Siempre queremos echarle mano a algo y decir»hay algo». Pero en realidad, no hay nada.

Según uno mire el cuerpo (rupa), las sensaciones (vedana), las percepciones (sanna), las formaciones mentales (sankhara, que incluye la voluntad), o estados de conciencia (vinnana), en cada caso – ‘Mai me arai’ – no hay nada allí. Ésta es la enseñanza de anatta. Sin embargo, para la gente es muy difícil de aceptar tal enseñanza, que no hay nada. La razón por la cual es difícil de aceptar es porque uno casi siempre hace las preguntas equivocadas. Es bien sabido que si se hace la pregunta equivocada se obtiene la respuesta equivocada. Por eso es importante en primer lugar hacer las preguntas correctas. Hojeando los suttas, (la colección de discursos del Buddha) uno puede encontrar muchos ejemplos en que se hacían estas preguntas al Buddha sin propósito ni utilidad. Eran pensamientos o preguntas o investigaciones de las que el Buddha dijo que estaban mal formuladas, y muy importante, que no conducían a la Iluminación.

¿Qué es lo que asumo como mi propio ser?

Una de esas preguntas mal formuladas es «¿Quién soy?» Esta es una investigación que sigue mucha gente en el mundo: «¿Quién soy yo?» Sin embargo, un poco de reflexión dejaría muy claro que esta pregunta ya lleva implícita la asunción de que eres alguien. Ya implica una respuesta. No está bastante abierta. En vez de eso, hay que rehacer la pregunta de, «¿Quién soy yo?» o incluso, «¿Qué soy?» a, «¿Qué me parece a mí que soy?» o, «¿Qué asumo que es esta cosa llamada ‘yo’?» Tales preguntas profundizan mucho en la propia avijja (engaño). Sólo entonces se puede empezar realmente a mirar qué es lo que uno toma por su propio ‘yo’.

Considerad el cuerpo humano. ¿Consideráis que el cuerpo es vuestro? Es muy fácil decir, «El cuerpo no es el yo» cuando uno es joven y saludable y está en forma. La prueba viene cuando uno está enfermo, especialmente cuando la enfermedad es grave y larga, o puede poner en peligro la vida. Entonces puede uno ver con más profundidad si uno toma el cuerpo como ‘yo’ o ‘mío’. ¿Por qué surge este miedo? El miedo siempre se debe al apego. Uno teme que algo que aprecia se vea amenazado o quitado. En cualquier momento en que surja el miedo a la muerte, con noventa y nueve por ciento de certeza uno estará pensando o viendo que este cuerpo es ‘yo’ o es ‘mío’.

Contemplad este cuerpo. Contemplad la muerte de este cuerpo, contemplad el contenido de este cuerpo, y trocead como dicen los Satipatthana Suttas (MN 10, DN 22). Ved que con cualquier parte de este cuerpo, se trata sólo de carne, sangre y huesos. No es más que los cuatro grandes elementos (tierra, agua, aire y fuego), sólo átomos y moléculas y productos químicos, nada más. Contemplando continuamente el cuerpo de este modo, uno llegará a romper la ilusión de que este cuerpo es importante, bello, placentero, y el suyo ‘propio’.

La ilusión de control

Cuando hay un yo, habrá cosas que pertenecen al yo. Cuando hay cosas que pertenecen al yo, habrá control, habrá trabajo, habrá acción. Esta ilusión de un yo (tomar el propio yo como algo real) el lo que crea ansia y apego. Esto es lo que crea voluntad. Por eso cuando la gente toma el cuerpo como el yo, lo llevan al gimnasio, lo llevan al gabinete de belleza, lo llevan a la peluquería, lo lavan, lo acicalan, se esfuerzan en ponerlo guapo. «Esto es importante, esto soy yo. Es mi auto-imagen». Esa gente piensa que es muy importante su aspecto. Piensan que éste crea su felicidad. Otros (más sabios) dicen qué tontos son. Otros dicen la verdad. El tema es que si crees que el cuerpo es tú, querrás controlarlo. Algunos se enfadan cuando se ponen viejos, feos y apestosos. Empiezan a enfadarse cuando enferman, porque se dan cuenta de que no pueden controlar este cuerpo.

Algunas personas a las que he visto morir tratan de controlar su cuerpo hasta el final. Estar con alguien que está muriendo, y verlo luchar por el último aliento, y tratar de controlarlo todo, es una de las cosas más tristes que se puede ver en la vida. Esto es sufrimiento real. Luego ves otras personas, con más sabiduría, esos que pueden abandonar y no luchar con la muerte. Se dan cuenta de que este cuerpo ya no es suyo, ya no les importa, y no intentan controlarlo. El ‘controlador’ se ha ido. Cuando este control se ha ido, en la mente surge espontáneamente mucha paz, alivio y libertad.

Las realizaciones no son tuyas

Aún más profunda que la mente es la materia de la mente. En primer lugar, consideremos los objetos de la mente. Muy a menudo la gente se identifica con sus pensamientos, o con las percepciones u objetos que aparecen en su mente. Por ejemplo, es muy fácil tomar los propios logros como ‘yo’, o ‘míos’. Si uno toma cualquier logro como ‘yo’, o ‘mío’, el resultado inevitable es orgullo, y apego al elogio. ¿Cuánto sufrimiento viene del orgullo? Siempre que uno hace algo mal, sentirá que hay algún problema. Con mucha frecuencia debido al orgullo, cuando uno hace algo mal, puede incluso romper los preceptos y mentir, nada más que por haber tomado las propias capacidades como ‘yo’, o ‘mías’. Por eso cuando alguien comete un error, suele decir, «No me sentía yo mismo, hoy». «Cuando hago algo bien, ese soy yo de verdad.»

La gente suele decir que hablar en público es una de las cosas más aterradoras. Esta clase de miedo siempre se debe a algún apego. Entonces uno debe preguntar: «¿Miedo de qué?», «¿Miedo de perder qué?» Siempre es miedo de perder lo que se llama ‘reputación’. Es decir, los engaños sobre lo que uno mismo cree ser. Todas estas cosas son condicionadas. Si yo doy buenas charlas, sólo es porque he practicado muchísimo, nada más. Si doy malas charlas, tampoco tiene nada que ver conmigo. Quizá sea porque el té no es bastante fuerte. No tiene nada que ver conmigo. ¿No es maravilloso, quitar el sentido del yo de lo que uno hace? Entonces no hay sentimiento de culpa, ni sentimiento de miedo, ni remordimiento. Uno no vuelve atrás diciendo, «Hoy lo he hecho verdaderamente fatal, horrible». Sólo es condicionamiento, nada más.

Si uno toma cualquier triunfo en meditación como debido a las propias capacidades, es que ha malentendido la ley de causalidad, la ley de causa y efecto. Por ejemplo, cualquier habilidad que yo tenga en la meditación no tiene nada que ver conmigo, sólo se debe a las causas. No son las propias capacidades o discapacidades las que detienen el éxito en la meditación. No penséis nunca, «Yo puedo» o «Yo no puedo», eso sólo viene del sentido del yo. Cread las causas. Una vez que las causas están, se podrá experimentar jhanas, se podrá alcanzar la Iluminación. Cuando uno adquiere habilidad para crear las causas de la meditación profunda, crear las causas de la comprensión, y crear las causas de la liberación, entonces uno comprenderá qué significa realmente bhavana (desarrollo de la mente).

Los pensamientos no son tuyos

Cuando surgen pensamientos en la mente, es tan útil como fascinante pensar, «¿Por qué he pensado eso? ¿De dónde ha salido ese pensamiento?» Con mucha frecuencia se puede rastrear ese esquema de pensamiento hasta los maestros que te han inspirado, de palabra o en libros. ¿Por qué has pensado ese pensamiento? ¿Es realmente tu pensamiento, o es el pensamiento de Ajahn Brahm, o quizá de tu padre, o de tu madre? ¿De dónde ha venido ese pensamiento? El pensamiento no te pertenece. Los pensamientos vienen dependiendo de sus condiciones, se disparan en la mente debido a causas. Es fascinante ver que el pensamiento es anatta, no ‘yo’, y no ‘mío’.

¿Por qué los pensamientos obsesionan la mente? Los pensamientos vienen y nos agarramos a ellos. Los hacemos permanecer debido a la ilusión de que son importantes. A veces la gente tiene pensamientos tan bonitos que vienen después a contármelos, y los llaman ‘comprensión’. No son más que pensamiento, sólo eso. Dejad los pensamientos en paz. No los toméis por ‘míos’. Si uno toma los pensamientos como ‘míos’, los cogerá y le golpeará la cabeza a otro con ellos, y discutirá sobre quién tiene razón y quién se equivoca. Soltarlos es mucho más pacífico, mucho más gozoso. Pensar es uno de los mayores estorbos para la meditación profunda. A menudo pensar le impide a uno ver la verdad, ver la verdadera naturaleza de las cosas.

Por lo tanto, no deis valor a pensar. No pongáis interés en ello. Antes bien, dadle ese valor e interés al silencio. Aquéllos de vosotros que habéis experimentado períodos largos de meditación, en los que ningún pensamiento ha pasado por vuestra mente, ¿no es esto bonito, no es hermoso, no es adorable, cuando hay paz en la mente y ningún pensamiento aparece? Recordad eso, apreciad ese pensamiento del no pensamiento. Luego es un pensamiento que acaba el pensamiento. Toda verdad, toda comprensión, toda sabiduría, surge del silencio.

El ‘hacedor’ no es el yo

Si uno piensa «Yo estoy al mando», si ese engaño sigue ahí, eso será un gran obstáculo para la meditación. Eso creará agitación, y habrá ansia de esto, aquello y lo otro. Uno nunca será capaz de entrar en los jhanas. Sin embargo, hay que comprender que el ‘hacedor’ no puede dejar de hacer. Es como tratar de comerte tu propia cabeza. Eso es lo que muchos tratan de hacer. Tratan de hacer el no-hacer. ¡Eso sólo es más hacer! Tiene que ser como un cambio, un vuelco de la mente. Hace falta algo de sabiduría para ver que este ‘hacer’ no es más que un proceso condicionado. Después se puede soltar. Cuando uno suelta, todo el proceso va de forma tan hermosa, tan suave, tan sin esfuerzo. Con suerte se puede entrar en un jhana. En los estados de jhana el ‘hacer’ se ha ido y ha cesado por mucho tiempo. Después al salir uno piensa naturalmente, «Esto es bueno, esto es bello, esto es maravilloso». Entonces empezará a ver esta ilusión del ‘hacedor’.

Hacer es sufrir. Hacer es dukkha, dukkha es hacer. Cuando hay hacer, es como una ola en el lago. La quietud se ha perdido. Cuando la quietud se ha perdido, como la superficie rizada de un lago distorsiona la imagen de la luna arriba en el cielo. Cuando el lago está perfectamente quieto y no está ocurriendo nada, cuando nadie está haciendo nada que perturbe el momento, entonces la reflexión es pura, verdadera, real, y también muy hermosa. Los jhanas nos dan datos suficientes para ver de una vez por todas que esa cosa que llamamos ‘el hacedor’, es un fenómeno completamente condicionado. Esa comprensión tiene efectos profundos después. A veces la gente pregunta, «Si la voluntad no es el yo, si no tiene nada que ver con uno mismo, ¿por qué molestarse? ¿Por qué molestarse ni siquiera en levantarse a las cuatro a meditar?» La respuesta es, «Porque no tenéis elección».

‘El conocedor’ no es el yo

Más profundo que ‘el hacedor’ es ‘el conocedor’. Los dos van en realidad juntos. Uno puede parar al ‘hacedor’ un rato en los jhanas, pero más tarde vuelve. Uno puede llegar a parar al ‘hacedor’ durante eones yendo a los reinos de los jhanas después de morir. Sin embargo, volverá otra vez. Una vez que hay un ‘conocedor’, reaccionará ante lo que conoce, y creará el ‘hacer’.

Al ‘conocedor’ se le suele llamar conciencia o citta (mente), que es lo que conoce. Ese conocer se contempla a menudo como el ‘yo’ último. Muy frecuentemente la gente puede tener la percepción, o el paradigma, en sus mentes de percibir algo aquí dentro, que puede conocer y no ser tocado por lo que conoce. Eso conoce el calor y el frío, el placer y el dolor. Conoce la belleza y la fealdad. Sin embargo, al mismo tiempo (de una forma u otra), puede retirarse y no ser conocido, no ser tocado por lo que realmente está ocurriendo. Es importante comprender que la naturaleza de la conciencia es tan rápida, tan veloz, que crea la ilusión de continuidad. Debido a esta ilusión, uno no capta la idea, que lo que uno ve con sus ojos, o siente con su cuerpo, la mente lo recoge como su propio objeto, y sabe que ha visto. Sabe que ha sentido. Es ese saber que ha visto, saber que ha sentido, lo que proporciona la ilusión de objetividad. Hasta puede saber que ha sabido.

Cuando los libros de filosofía hablan de ‘auto-reflexión’ o ‘auto-conocimiento’, el hecho de que no sólo «yo sé», sino que «yo sé que yo sé», o que «yo sé que yo sé que yo sé», se da como prueba de la existencia de un yo. Yo he investigado esa experiencia, con el fin de ver qué pasa con este asunto del ‘saber’. Usando la profundidad de mi meditación, con la precisión que eso da a la atención, al ser consciente, podría ver el modo en que la mente está trabajando. Lo que uno ve realmente es esta sucesión de eventos, a la cual llamamos ‘saber’. Es como una procesión, una cosa va surgiendo detrás de la otra en el tiempo. Cuando he visto algo, una fracción de momento después he sabido que he visto, y luego una fracción de momento después he sabido que he sabido que he visto. No existe nada parecido a «Yo sé que yo sé que yo sé». La verdad del asunto es, «Yo sé que yo he sabido que yo había sabido». Cuando uno añade la perspectiva del tiempo, uno puede ver la secuencia causal de momentos de conciencia. No ver esa secuencia causal es fácil que pueda suscitar la ilusión de un ‘conocedor’ continuo. En esta ilusión de un ‘conocedor’ continuo donde con más frecuencia supone la gente que reside su ‘yo’.

Sin embargo, como dice en los suttas, uno puede ver que incluso el conocer es condicionado (sankhata) (MN 64). Uno puede ver que esto también surge debido a causas, y después cesa cuando cesan las causas. Ahí es donde realmente uno comienza a ver a través de la ilusión de objetividad. Es imposible separar el ‘conocedor’ de lo conocido. Como dijo el Buddha tantas veces, «En los seis sentidos, por ejemplo la base mental, cuando la base mental y los objetos mentales se unen ello activa la conciencia mental. La unión de los tres se llama phassa (contacto)» (por ejemplo, MN, 28). La conciencia es condicionada, tiene causas, y no siempre va a estar ahí. Durante la experiencia de jhana uno está totalmente separado del mundo de los cinco sentidos. Los cinco sentidos han desaparecido. Todo lo que queda es mente, base mental, experiencia mental. Uno sabe entonces claramente lo que la mente (citta) es.

Comprender la naturaleza de la conciencia

Una vez que uno sabe qué es la conciencia mental (actividad mental, el sentido de la mente), entonces uno puede realmente darse cuenta fuera de los jhanas, en la conciencia mundana ordinaria, que cualquier cosa que uno vea va seguida inmediatamente por un tipo diferente de conciencia. Diferentes tipos de conciencia van surgiendo y cesando, uno tras otro. Puede ser otra conciencia visual, y luego conciencia mental, o quizás conciencia gustativa y después conciencia mental. Esta conciencia mental viene inmediatamente después, tan cerca tras los otros cinco tipos de conciencia sensorial, que da a los cinco sentidos una ilusión de similaridad. Cuando uno ve algo, cuando oye algo o toca algo con el cuerpo, ¿qué tienen en común esas experiencias? ¿Qué les da la ilusión de mismidad? Después de experimentar jhana uno sabrá que existe esta conciencia mental que sigue de cerca, puede decirse que cogida de la mano de los otros cinco sentidos. Cuando se ha visto esto, se puede comprender por qué hay una ilusión de continuidad en la experiencia de la conciencia.

‘Conocer’ es como las partículas de arena en una playa. Desde la distancia parece que no hay separación, que no hay espacio entre esos granos de arena. Después uno se acerca más y más y ve que sólo hay granos de arena, y entre esos granos no hay nada. Nada circula entre esos granos de arena. Como el agua en una corriente. Parece que hay un fluir continuo. Sin embargo, cuando uno se acerca más con un microscopio, un microscopio electrónico, puede ver que entre las moléculas de agua no hay nada, sólo espacio. Uno puede ver entonces la naturaleza granular de la conciencia. Surge una conciencia y otra desaparece. Como dice el Satipatthana Samyutta, «las cittas surgen y desaparecen» (SN 47, 42).

Una persona que sigue pensando que es la citta (mente), ‘el conocedor’, sería capaz de soltar el cuerpo, y renacer en los reinos de jhana. Pero tendría que renacer en este mundo otra vez. Está sujeto a más renacimientos, más sufrimiento. Esto es porque no se ha desprendido por completo de bhava (ser). Esta persona aún no ha erradicado bhava-tanha (el ansia de ser), que es el resultado de tomar ‘el conocedor’ como el yo. Es parecido al símil del renacuajo. El renacuajo sale del huevo en el estanque, siempre en el agua, y por tanto no comprende qué es la tierra. Sin embargo, cuando crece y se convierte en rana deja el agua por primera vez lleva el agua consigo. Está húmedo y viscoso, pero al menos sabe qué es la tierra seca y se hace una idea de la sequedad por primera vez.

Salir del estanque, y hacia la tierra seca

La única forma de que uno comprenda qué quiere decir «el yo no es ‘el hacedor'» es entrar en un jhana. Esto significa que uno está saliendo del estanque del hacer. La única forma de que uno pueda comprender de verdad que ‘el conocedor’ no es el yo, es salir del estanque de los cinco sentidos, y quedarse sólo con el sexto sentido. Cuando sólo queda la conciencia mental, después de un rato, le guste o no, piense uno que es cierto o que no lo es, uno verá realmente que lo que se llama ‘conocer’ simplemente surge y desaparece. Es granular, es fragmentario.

El propósito de estos jhanas no es sino aprender mediante la práctica, poco a poco, a soltar más y más conciencias. Es como cortar lonchas de conciencia mental. Permitiendo que la conciencia cese, calmándola, dejándola posar, y permitiendo que se vaya a la cesación. Entonces la conciencia cesa completamente por períodos largos de tiempo en lo que se llama nirodha-samapatti (la obtención de la cesación). Esto es la cesación de todo lo que se siente y se percibe (asanna-vedayita-nirodha). Toda persona que experimente este logro, dicen, será un arahant o un anagami después. ¿Por qué? Porque ha visto el fin de la conciencia, ha tocado eso como una experiencia.

Con esta experiencia ya no hay ningún pensamiento o teorías o ideas. Esto es experiencia básica. Todo lo que antes pasaba por ‘yo’ se ve como engaño (avijja). ¿Qué era anatta? Uno se dará cuenta de que por muchas vidas, había tomado todas esas cosas por un yo, y que el resultado fue tantos nacimientos y el consiguiente sufrimiento. La causa fue tanto control y ansia (tanha). Arrastrarse por Samsara, arrastrarse hacia la felicidad, escapar del dolor, siempre tratando de controlar el mundo. No es lo que uno quisiera ver. No obstante, mediante la experiencia de los jhanas, y la superación del condicionamiento, uno ha ido más allá de todo eso. No es lo que le han enseñado, es lo que uno ha visto, es lo que uno realmente ha experimentado. Éste es el resplandor de la enseñanza del Buddha sobre anatta. Va directo al corazón de todo.

Dicen que el Dhamma es la fuente. Uno no sale a sus consecuencias, uno no se pierde en papanca (proliferación mental). Uno va directo al centro, a la misma esencia, directo al corazón del atta, lo que uno toma por ‘yo’. Desde el cuerpo al interior de la mente, de la mente al ‘hacedor’, del ‘hacedor’ al ‘conocedor’, uno puede ver entonces que uno no es ‘el conocedor’. Sólo es causas y condiciones. Eso es todo lo que es, solamente un proceso. Entonces uno entenderá por qué el Buddha dijo que él no enseña la aniquilación. Aniquilación significa que hay algo que existía, que ahora ha sido destruido. Ni tampoco enseñó eternalismo (que hay algo que nunca es destruido). Enseñó el Camino del Medio, es decir, la Originación Dependiente.

El proceso que uno ha confundido con un yo durante todas esas vidas no es más que un proceso vacío. Causa efecto, causa efecto, causa efecto – sólo un proceso. «Cuando hay esto, surge aquello. Con la cesación de esto, cesa aquello.» Esto es el corazón de la enseñanza del Buddha. Todo está sujeto a esa ley. Si uno puede ver que todo está sujeto a esa ley, entonces uno ha visto plenamente la naturaleza de anatta. Samsara ha sido herido de muerte, y uno pronto dará fin a todo nacimiento, vejez, muerte y sufrimiento. Si, no obstante, queda un pequeño resto, que uno no ha visto, sólo un poquito – eso puede dejarlo a uno atascado en Samsara durante eones. Sabbe-dhamma-anatta’ti. ¡Todo el puñetero montón!

 


FUENTE:

AJAHN BRAHMAVAMSO [en linea] «Anatta (Non-self)» http://www.what-buddha-taught.net/Books3/Ajahn_Brahm_ANATTA.htm


Traducido al español por pukusati para Bosque Theravada ©2010

Corregido y revisado por Upasika

Edición del Bosque Theravada ©2010

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