La virtud

Del libro «No Ajahn Chah: Reflexiones«, del venerable Ajahn Chah.

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Tenga cuidado al observar nuestros preceptos. La virtud es un sentido de vergüenza. Si tenemos dudas respecto a algo, no deberíamos hacerlo o decirlo.

La pureza consiste en estar más allá de toda duda.

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Hay dos niveles de práctica. El primer nivel constituye el fundamento, que es el desarrollo de la virtud, los preceptos, con el propósito de traer felicidad y armonía entre la gente. El segundo nivel es la práctica del Dhamma con el único objetivo de liberar al corazón. Esta liberación es la fuente de la sabiduría y la compasión y el verdadero cimiento de las enseñanzas del Buda. Comprender estos dos niveles es el principio básico de la verdadera práctica.

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La virtud y el comportamiento ético son la madre y el padre del Dhamma que crece dentro de nosotros. Ellos le proporcionan los nutrientes apropiados y su guía.

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La virtud es un principio básico para un mundo armonioso en el que la gente pueda vivir realmente como humanos y no como animales. Desarrollar la virtud es el corazón de nuestra práctica. Mantenga los preceptos, cultive la compasión y el respeto para con toda clase de ser viviente. Sea consciente de todas sus acciones y de su lenguaje. Use la virtud para lograr que su vida sea pura y simple. Con la virtud como fundamento de todo lo que hace, su mente se volverá más amable, lúcida y tranquila. En este ambiente de meditación crecerá con soltura.

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Cuide su virtud como el jardinero cuida a sus plantas. No se apegue a grande o pequeño, importante o insignificante. Algunas personas quieren atajos. Dicen: «Olvídense de la concentración, iremos directamente a la percepción de la naturaleza interior de las cosas; olvídense de la virtud, comenzaremos con la concentración.» Tenemos muchas excusas para nuestros apegos…

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La atención y el esfuerzo correcto no tienen que ver con lo que se hace externamente, sino con la percepción interna constante y la atemperación. Así, la caridad, si se realiza con buena intención, puede traer felicidad a uno mismo y a los demás. Pero, para ser pura, la virtud debe ser la base de esta caridad.

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El Buda nos enseñó a abstenernos de lo que es malo, a hacer el bien y a purificar el corazón. Nuestra práctica, entonces, es deshacernos de lo que no vale la pena y quedarnos con lo que es valioso. ¿Todavía guarda alguna cosa mala o algo que no está del todo bien en su corazón? ¡Por supuesto! Entonces, ¿por qué no limpia la casa?  Aunque la práctica verdadera no consiste únicamente en deshacernos de lo que es malo y cultivar lo bueno. Esto es tan sólo una parte. Al final debemos ir más allá de ambos, de lo bueno y de lo malo. En definitiva, hay una libertad que lo incluye todo, y un absoluto abandono del deseo, desde donde el amor y la sabiduría fluyen con naturalidad.

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Debemos comenzar aquí mismo, donde estamos, sencilla y directamente. Cuando estos dos pasos iniciales, virtud y entendimiento correcto, se hayan completado, el tercer paso, el desarraigo de las impurezas, sucederá con toda naturalidad, sin deliberación. Cuando aparece la luz, no nos preocupamos más por salir de la oscuridad, ni nos preguntamos adónde se fue. Sólo nos damos cuenta que hay luz.

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Obedecer los preceptos consta de tres niveles. El primero consiste en comprometernos con ellos como las reglas de entrenamiento que nuestros maestros nos han indicado. El segundo nivel surge cuando las entendemos y las respetamos nosotros mismos. Pero para aquellos que se encuentran en el nivel más alto, los Nobles, no es necesario hablar de preceptos, de correcto o incorrecto. Esta es la auténtica virtud que proviene de la sabiduría que conoce a las Cuatro Nobles Verdades y actúa conforme a ese entendimiento.

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Algunos monjes dejan los hábitos para ir al frente de batalla, adonde los proyectiles pasan volando todos los días. Lo prefieren así. De veras quieren ir. El peligro los rodea por todos lados y, a pesar de eso, están dispuestos a ir. ¿Por qué no ven el peligro? Están dispuestos a morir debido a un arma de fuego, pero nadie quiere morir desarrollando la virtud. De verdad es asombroso ¿no es así?