Del libro El Buda y sus discípulos, del Ven. Shravasti Dhammika.
25. Un mensaje, sin importar lo lógico o verdadero que sea, es inútil si no puede ser comunicado a los demás. En el Dhamma tenemos una enseñanza perfecta, y el Buda un perfecto maestro, y la combinación de estas dos cosas significa que poco tiempo después de haber sido proclamado por primera vez, el Dhamma se volvió ampliamente difundido. El Buda fue el primer maestro religioso que hizo que su mensaje fuera proclamado a toda la humanidad, y que hizo un esfuerzo concreto para lograrlo. El Buda fue el primer religioso universalista. Les dijo a sus primeros discípulos que difundieran el Dhamma a los cuatro vientos.
“Vayan por el bien de todos, por la felicidad de todos, llenos de compasión por el mundo, por el bienestar, el bien y la felicidad de dioses y hombres. No vayan dos de ustedes en la misma dirección. Enseñen el Dhamma que es hermoso al comienzo, hermoso al medio y hermoso al final. Proclamen tanto la letra como el espíritu de la vida santa completamente cumplida y perfectamente pura.»
Él también esperaba que sus enseñanzas continuaran difundiéndose después de su Nirvana final, e instruyó a sus discípulos, tanto laicos como ordenados, para que lo hicieran.
“No moriré hasta que los monjes, las monjas, los laicos y las laicas se hayan vuelto profundamente versados, sabios y bien entrenados, recordando las enseñanzas, eficaces en las doctrinas mayores y menores, y virtuosos; hasta que, habiendo aprendido las enseñanzas por sí mismos, sean capaces de expresarlas a los demás, enseñarlas, hacerlas conocidas, establecerlas, abrirlas, explicarlas y hacerlas claras; hasta que sean capaces de refutar las doctrinas falsas enseñadas por otros, y sean capaces de difundir ampliamente la verdad liberadora y convincente. No moriré hasta que la vida santa se haya vuelto exitosa, próspera, que no sea menospreciada y que sea popular; hasta que se haya vuelto bien proclamada entre los dioses y los hombres”.
26. El motivo del Buda para proclamar el Dhamma era la compasión. Dijo: “Todo lo que tuviera que ser hecho por un maestro lleno de compasión, por el bienestar de sus discípulos, lo he hecho por ustedes”.
Él vio a los humanos como siendo limitados por su codicia, atormentados por su ira y desviados por su ignorancia, y él sabía que si ellos pudieran escuchar el Dhamma y practicarlo, se volverían felices, virtuosos y libres. Esta compasión convirtió al Buda en un maestro incansable y habilidoso, y estudiar sus técnicas de enseñanza no sólo puede ayudarnos en nuestros esfuerzos para proclamar el Dhamma a los demás, sino también profundizar nuestra apreciación por este hombre sabio y compasivo.
27. El Buda se acercaba a la gente de acuerdo con sus necesidades y disposiciones. Generalmente, las buenas personas llegaban a verlo, mientras que él iba al encuentro de las personas malas o de aquellos que estaban en problemas. En ambos casos, primero les daba lo que se llamaba una charla preliminar (anupubikatha), es decir, “sobre la generosidad, la virtud, el cielo, sobre los peligros del deseo y las ventajas de abandonarlos”. Esto le permitía al Buddha conocer el nivel de inteligencia y receptividad de sus oyentes. Si la respuesta era buena, entonces “enseñaba el Dhamma que es único de los iluminados, el sufrimiento, su causa, su extinción y el camino que lleva a su extinción”.
28. Frecuentemente el Buda hablaba ante grupos o ante individuos, dando lo que él llamaría un sermón, o bien involucrándose en el diálogo, haciendo y respondiendo preguntas. Las personas con las que hablaba siempre lo encontraban “acogedor, hablando amablemente, cortés, claro y listo para hablar”. Cando conocía a personas fuertemente apegadas a sus puntos de vista, y a quienes él sabía que no podría cambiar, les sugería discutir sobre puntos de coincidencia, para evitar los argumentos infructuosos. En tales momentos él decía: “Sobre estas cosas no hay acuerdo, por lo tanto, dejémoslas de lado. Tomemos las cosas sobre las que coincidimos y hablemos de ellas”. A veces, en lugar de hablar de su propio Dhamma, él invitaba a sus oponentes a explicar sus enseñanzas primero. En una época en la que había gran competitividad y celos entre las diferentes religiones, la pureza del Buda frecuentemente causaba sorpresa. Una vez, un grupo de ascetas se encontró con el Buda, y su líder le pidió que explicara su Dhamma. El Buda dijo: “Mejor aun, cuéntame sobre tus enseñanzas”. Los ascetas quedaron perplejos y se dijeron entre sí: “Es maravilloso, verdaderamente maravilloso, cuán grande es el asceta Gotama, por guardarse sus propios puntos de vista e invitar a los demás a que expliquen los suyos”. Cuando la gente hacía una pregunta particularmente apropiada o relevante, él los elogiaba, alentando por consiguiente la discusión, la indagación y las preguntas. Cuando Bhadda hizo una de tales preguntas, el Buda respondió: “¡Bien dicho!, ¡bien dicho, amigo Bhadda! tu comprensión es bienvenida. Tu sabiduría es bienvenida”.
29. Los debates eran una característica muy común en la vida religiosa de la antigua India, y grandes multitudes se reunían a escuchar a los oradores defendiendo sus propias doctrinas contra los ataques de sus oponentes o críticos. A veces las pasiones se volvían bastante calientes durante esos debates, con una parte intentando difamar o ridiculizar a la otra. Como el orgullo y la reputación del orador estaban en peligro, los que participaban en esos debates a veces estaban preparados para involucrarse en los trucos, con la finalidad de ganar, o al menos de dar la impresión de que ganaban. Un monje llamado Hatthaka acostumbraba a disfrutar de los debates, pero eventualmente sufría varias derrotas. Después de arreglar un encuentro con sus oponentes a una hora determinada, aparecía varias horas antes y entonces se jactaba ante sus admiradores de que sus oponentes eran demasiado temerosos como para confrontar con él. Probablemente era por esta razón que durante la primera parte de su carrera el Buda evitaba tales debates.
Pero gradualmente, a medida que su Dhamma se volvía más popular y comenzaba a ser desafiado o falseado por los ascetas de otras sectas, él comenzó a frecuentar los debates. De hecho, pronto fue reconocido como el polemista más persuasivo de su tiempo. Los debates eran gobernados por ciertas reglas, y el Buda siempre las cumplía, y esperaba que los demás también las cumplieran. Cuando un joven llamado Canki seguía interponiéndose mientras el Buda estaba discutiendo con algunos brahmanes bien instruidos, se volvió hacia él y dijo con firmeza: “¡Silencio, Canki, no interrumpas cuando estamos hablando!”. Si al preguntársele por tercera vez, una persona aun no podía responder, el Buda insistía en que admitiera su derrota, ya que esa era una regla. Una vez el Buda le preguntó a un asceta si creía de buena gana en el punto de vista que él sostenía. El asceta dijo: “Lo creo, y así lo hacen todos ellos”, mientras señalaba a una gran audiencia. El Buda dijo: “Lo que ellos crean no es lo importante. ¿Es ese tu punto de vista?”. Pero por supuesto, la intención del Budas no era derrotar a sus oponentes, sino guiarlos hacia una comprensión clara. Con este fin, él usaba frecuentemente lo que se conoce como el método socrático, así llamado porque fue usado por primera vez en occidente por el filósofo griego Sócrates, formulando preguntas más claras como medio para llevar a la gente a tener intuición o a demostrar un punto. Por ejemplo, una vez durante una discusión, un brahmán llamado Sonadanda proclamó: “Un verdadero brahmán tiene ancestros puros, es bien versado en las sagradas escrituras, es hermoso en su color, es virtuoso, es sabio y es experto en rituales”. El Buda le preguntó: “¿Podría una persona carecer de alguna de esas cualidades y aun ser considerado un brahmán?”. Sonadanda pensó durante un momento y luego admitió que alguien podría tener la tez oscura y aun así ser un brahmán. Continuando con la pregunta, Sonadanda fue guiado hacia el mismo punto de vista del Buda, de que no son los ancestros, ni el color, ni el conocimiento ni el estatus social lo que hacen a alguien superior, sino la sabiduría y la virtud.
30. El humor desempeña un papel importante en la salud mental así como en una comunicación eficaz. Por consiguiente, no es sorprendente encontrar que el Buda frecuentemente incluía humor en sus enseñanzas. Sus discursos contienen juegos de palabras inteligentes, historias sorprendentes y una buena dosis de ironía. Después de que el Rey Ajatasattu hubiera asesinado a su padre y comenzara a sospecharse que su hijo podría estar complotando para matarlo, él comenzó a darse cuenta de que los frutos de la ambición mundana pueden ser amargos y fue a buscar el consejo del Buda. Le preguntó: “Señor, ¿podría mostrarme algún beneficio de la vida del monje que puedan ser vistos aquí y ahora?” El Buda le respondió con otra pregunta: “Si tuvieras un esclavo que se escapa y se hace monje, más tarde, al encontrarlo, ¿lo arrestarías y te lo llevarías de vuelta?” “Ciertamente no”, respondió el Rey, “por el contrario, me presentaría ante él, lo respetaría, y le ofrecería proveerlo de lo que fuera necesario”. “Bien”, dijo el Buda, “este es uno de los beneficios de ser un monje que pueden ser vistos aquí y ahora”. La veta humorística de esta respuesta fue claramente significativa para aliviar a Ajatasattu, para elevarlo de su tristeza, y para hacerlo más receptivo a la respuesta más plena y seria que el Buda procedió a ofrecerle luego. El Buda frecuentemente daba golpes de humor bien intencionados a las pretensiones de los brahmanes y al absurdo de algunas de sus creencias. Cuando ellos sostenían que eran superiores a lo demás por haber nacido de la boca de Dios, el Buda comentaba: “Pero ustedes nacieron del vientre de su madre como todos los demás”. Él contaba historias en las cuales retrataba al omnisciente Dios de los brahmanes como avergonzados y ni un poco molestos al preguntárseles algo que no podían responder. Cuando los brahmanes decían que ellos podían lavar sus pecados bañándose en los ríos sagrados, él bromeaba diciendo que el agua podía lavar sus buenas acciones también.
31. Otra característica del método de enseñanza del Buda era su empleo de símiles y metáforas. Utilizando su amplio interés y conocimiento del mundo en el que vivía, usaba una rica variedad de símiles y metáforas para aclarar sus enseñanzas y hacerlas más memorables. Por ejemplo, comparaba a una persona que fracasa en practicar las enseñanzas que él proclamaba con una flor hermosa sin perfume. El Buda decía que deberíamos reemplazar los pensamientos negativos con los positivos, así como un carpintero extrae una estaca de un agujero con otra estaca. Él también era hábil en el uso de cualquier cosa que tuviera a mano para destacar un aspecto, o dramatizar o aclarar su sentido. Una vez, el príncipe Abhaya le preguntó al Buda si alguna vez había dicho algo que hubiera hecho sentir infeliz a la gente. En ese momento el príncipe estaba sosteniendo a su pequeño hijo sobre sus rodillas. El Buda miró al niño y dijo: “Si su hijo se mete una piedra en la boca, ¿qué haría usted?” El príncipe Abhaya respondió: “La sacaría inmediatamente aun si eso lastimara al niño. ¿Y por qué? Porque podría ser peligroso para el niño y yo siento compasión por él”. Entonces el Buda le explicó que a veces él podría decir cosas que la gente necesita pero que no quiere escuchar, pero que su motivo fue siempre la compasión por la gente.
32. Otra característica del diestro modo de enseñanza del Buda era su habilidad para dar un sentido práctico o nuevo a las ideas o prácticas antiguas, y de reinterpretar las cosas con el fin de hacerlas más relevantes. Cuando alguien le preguntaba cuál era la bendición más poderosa, en vez de mencionar los variados mantras o encantamientos, como la gente esperaba, el Buda decía que actuar con honestidad, amabilidad e integridad era la bendición más grande. Cuando era acusado de enseñar la aniquilación, él asentía, pero justificaba su afirmación explicando que enseñaba la aniquilación de la codicia, ira e ignorancia. El Buda usaba términos como brahmán y descastado (vasala), no del modo en que eran usados por los adherentes al sistema de castas, sino para señalar la virtud o la falta de virtud de una persona.
33. En algunas religiones, es necesario creer para ser salvado, mientras que en el Budismo, el Nirvana sólo puede ser logrado por medio de la comprensión. Por eso, quienes llegabas a escuchar las enseñanzas del Buda y se volvían sus discípulos tendían a ser los laicos y laicas mejor educados, y los intelectuales de la época. El Dhamma, decía el Buda, debía “ser comprendido por el sabio, por cada uno en sí mismo (paccatam veditabbo vinnuhi)”. Pero esto no significaba que el Buda no tuviera nada que decirles a los menos sofisticados. Por el contrario, con su habilidad y creatividad, él fue capaz de hacer inteligible su mensaje para las personas de todos los niveles de comprensión, incluso para los niños, y como resultado, personas de todo tipo se hicieron sus discípulos. Tan exitoso fue él, de hecho, que algunos de los otros maestros de su época lo acusaban de usar la magia para atraer a sus discípulos.
34. Como el motivo del Buda para enseñar el Dhamma era la compasión, y como su compasión era infinita, nunca se cansaba en sus esfuerzos para proclamarlo o para explicarlo a los demás. Sólo unos meses antes de su Nirvana final, dijo:
“Hay algunos que dicen que mientras un hombre es joven posee lucidez de sabiduría, pero a medida que envejece esa sabiduría comienza a desvanecerse. Pero esto no es así. Estoy estropeado ahora, viejo, anciano, he vivido mi vida y ahora voy hacia el fin de mi vida, teniendo cerca de ochenta años. Ahora, si tuviera cuatro discípulos que fueran a vivir cien años, y si durante ese tiempo ellos fueran a hacerme preguntas sobre las cuatro bases de la atención, excepto cuando estuvieran comiendo, bebiendo, haciendo sus necesidades o durmiendo, aun no terminaría de explicarles el Dhamma. Aunque tuvieran que llevarme en camilla no habría cambios en la lucidez de la sabiduría. Si alguien fuera a hablar correctamente de mí, diría: ‘Un ser que no está sujeto a la ilusión ha surgido en el mundo, para el bien de muchos, para la felicidad de muchos, lleno de compasión por el mundo, para el bien y la felicidad de los dioses y los hombres’”.
35. Y él fue sincero sobre sus palabras a ese respecto. Mientras yacía moribundo, un hombre se le acercó para hacerle una pregunta. Ananda y los otros discípulos lo detuvieron diciéndole que el Buda estaba cansado y enfermo, pero cuando el Buda vio esto, le hizo señas al hombre para que avanzara y respondió a sus preguntas. El gran regalo del Buda a la humanidad fue la verdad y su compasión lo motivó a darla a todos lo que quisieran recibirla.