El ensayo escrito por Thanissaro Bhikkhu que introduce a la historia de la Tradición Tailandesa del Bosque (Kammatthana) y a la emblemática persona de su fundador, el Venerable Ajahn Mun.
A lo largo de la historia, el budismo actuó como una fuerza civilizadora. Su enseñanza sobre el karma, por ejemplo -el principio, según el cual todos los actos intencionales tienen sus consecuencias- ha enseñado moralidad y la compasión a muchas sociedades. Pero a un nivel más profundo, el budismo siempre se ha extendido a ambos lados de la línea entre la civilización y la selva. El mismo Buda alcanzó su Iluminación en un bosque, pronunció su primer discurso en un bosque y murió en un bosque. Las cualidades de la mente que necesitaba para sobrevivir física y mentalmente cuando se adentró desarmado en el medio salvaje, fueron la clave de su descubrimiento del Dhamma. Entre estas cualidades se encontraban la resistencia, la resolución y la vigilancia; la honestidad consigo mismo y la circunspección; la firmeza en su enfrentamiento con la soledad; el coraje y el ingenio frente a los peligros externos; la compasión y el respeto por los otros habitantes del bosque. Estas cualidades formaron una especie de la “cultura de la residencia” del Dhamma.
Periódicamente, conforme el budismo se expandía y adaptaba a las diferentes sociedades, algunos de sus practicantes sentían que el mensaje original del Dhamma se había diluido. De esta manera, retornaban a los medios silvestres con el fin de reavivar su cultura de la residencia. Muchas tradiciones del bosque están aún vivas hoy día, especialmente en los países del budismo Theravada, como Sri Lanka o el sureste asiático. Allí, los monjes ascetas mendicantes continúan atravesando los bosques tropicales que quedan en búsqueda del Despertar en el mismo medio ambiente donde el Buda alcanzó el Despertar. Entre estas tradiciones silvestres, la que ha atraído el mayor número de estudiantes occidentales, y que está empezando a echar raíces en Occidente, es la Tradición Khammatthana (Meditación) del Bosque de Tailandia.
La tradición Kammatthana fue fundada por Ajahn Mun Bhuridatto en las primeras décadas del siglo XX. La forma de practicar de Ajahn Mun fue solitaria y estricta. Seguía fielmente el Vinaya (el código de la disciplina monástica) y también observaba muchas de las reglas conocidas como las trece clásicas prácticas de dhutanga (reglas ascéticas), como por ejemplo, alimentarse exclusivamente de la caridad, vestir ropas hechas de las piezas de trapos, vivir en el bosque o comer solamente una vez al día. Buscando lugares solitarios y silvestres en Tailandia y Laos, evitaba las responsabilidades de una vida monástica convencional y pasaba bastantes horas del día y de la noche en meditación. A pesar de su naturaleza solitaria, atrajo a gran número de seguidores estudiantes dispuestos a soportar las penurias de la vida forestal para poder estudiar con él.
También tuvo sus detractores, quienes le acusaron de no seguir las costumbres budistas tradicionales en Tailandia. Normalmente respondía diciendo que no estaba interesado en doblegarse ante las costumbres de ninguna sociedad particular – ya que estas eran, por definición, las costumbres de gente con codicia, ira e ignorancia en sus mentes. Él estaba más interesado en encontrar y seguir la cultura del Dhamma o lo que él llamaba, las costumbres de los nobles: las prácticas que habían permitido al Buda y a sus discípulos alcanzar el Despertar. Esta frase -las costumbres de los nobles- viene de un incidente acaecido en la vida del Buda: poco después de su Despertar, regresó a su ciudad natal para enseñar el Dhamma a su familia, la cual había abandonado seis años atrás. Después de haber pasado la noche en el bosque, se fue a por limosnas al amanecer. Su padre, el rey, se enteró e inmediatamente se fue a censurarlo. “Esto es vergonzoso», dijo el rey. «Nadie en el linaje de nuestra familia ha ido jamás a mendigar. Esto va en contra de nuestras costumbres familiares”.
“Su majestad”, respondió el Buda, “Ahora pertenezco, no al linaje de mi familia, sino al linaje de los nobles. Suyas son las costumbres que sigo”.
Ajahn Mun dedicó muchos años de su vida para encontrar y descubrir estas costumbres. Nacido en 1870, hijo de agricultores del arroz en la provincia norteño-occidental de Ubon, fue ordenado monje en la provincia capital en 1892. En el momento de su ordenación había dos clases generales de budismo disponibles en Tailandia. Al primero se le podría llamar el Budismo Tradicional – las costumbres y ritos heredados durante siglos de maestro a maestro con poca, si alguna, referencia al Canon Pali. En la mayoría de los casos, estas costumbres enseñaron a los monjes a vivir una vida sedentaria en el monasterio del pueblo, sirviendo a los campesinos como médicos o adivinos. La disciplina monacal tendía a relajarse. Ocasionalmente, los monjes iban a hacer peregrinaciones que denominaban ‘dhutanga’ que tenían poco que ver con las prácticas clásicas de dhutanga. En vez de eso, servían más bien como de una especie de válvula de escape de las presiones de la vida sedentaria. Además, tanto los monjes como los laicos practicaban ciertas formas de meditación que les desviaban del camino de la tranquilidad y comprensión trazado en el Canon Pali. Estas prácticas, llamadas vichaa aakhom o el conocimiento del encantamiento implicaban iniciaciones e invocaciones usadas con fines chamanísticos, tales como amuletos protectores y poderes mágicos. Raramente mencionaban el nirvana, excepto como una entidad a ser invocada en los rituales chamanísticos.
El segundo tipo del budismo disponible en aquel tiempo era el Budismo de la Reforma, basado en el Canon Pali y comenzó alrededor del 1820 por el Príncipe Mongkut, quien luego se convertiría en el Rey Rama IV (retratado más tarde en el musical El rey y yo ). El príncipe Mongkut fue ordenado monje durante veintisiete años antes de ascender al trono. Después de haber estudiado el Canon durante los primeros años de su vida monacal, se desanimó por el nivel de la práctica que veía a su alrededor en los monasterios de Tailandia. Por este motivo volvió a ordenarse entre los Mons – un grupo étnico asentado en la frontera birmano-tailandesa y que ocupaba varios pueblos a lo largo del río desde Bangkok – y estudió Vinaya y las clásicas prácticas de dhutanga bajo la guía de un maestro Mon. Más tarde, su hermano, el Rey Rama III, se quejó de que era vergonzoso para un miembro de la familia real el unirse a una etnia minoritaria, por lo que construyó un monasterio para el Príncipe-Monje en el lado del río de Bangkok. Allí, Mongkut atrajo un pequeño pero fuerte grupo de monjes y seguidores laicos del mismo parecer, y de esta forma nació el movimiento Dhammayut (que literalmente significa: En concordancia con el Dhamma ).
En sus primeros años, el movimiento Dhammayut era un grupo informal dedicado a los estudios Pali, centrándose en el Vinaya, en las prácticas clásicas de dhutanga, en la interpretación racionalista del Dhamma y en la reavivación de las técnicas de meditación enseñadas en el Canon Pali, tales como la rememoración del Buda o la conciencia del cuerpo. Ninguno de los miembros del movimiento, sin embargo, pudo probar que las enseñanzas del Canon Pali realmente conducían a la iluminación. El mismo Mongkut estaba convencido de que el camino hacia el nirvana ya no estaba abierto, pero creyó que se podía hacer un gran mérito reavivando al menos las formas externas de las primeras tradiciones budistas. Tomando el voto de bodhisattva de manera oficial, dedicó el mérito de sus esfuerzos a la futura budeidad. Muchos de sus estudiantes tomaron también dichos votos, esperando convertirse en discípulos del futuro Buda.
Una vez que dejó los hábitos y ascendió al trono tras la muerte de su hermano en 1851, Rama IV estuvo en posición de imponer sus reformas al resto del Sangha tailandés, sin embargo, eligió no hacerlo. En su lugar, patrocinó discretamente la construcción de nuevos centros Dhammayut, tanto en la capital como en las provincias, y así fue cómo – en la época de Ajahn Mun – había un puñado de monasterios Dhammayut en Ubon.
Ajahn Mun creyó que el Budismo Tradicional tenía poco que ofrecerle, por lo que se unió a la orden del Dhammayut, tomando al príncipe Mongkut como a su preceptor. A diferencia de muchos que se unieron a esta orden en aquella época, él no estaba interesado en el ascenso social que podrían ofrecerle los estudios académicos y los nombramientos eclesiales. Al contrario, su vida en la granja había dejado impreso en él los sufrimiento inherentes al ciclo de la vida y la muerte, y su único objetivo era encontrar una forma de salida de este ciclo. Como resultado, pronto abandonó el ambiente académico del templo de su preceptor y se fue a vivir con un maestro llamado Ajahn Sao Kantasilo (1861-1941) en un pequeño monasterio de meditación en las afueras de la ciudad.
Ajahn Sao era inusual en la orden Dhammayut, en el sentido de que no tenía intereses académicos, sino que se entregaba a la práctica de la meditación. Entrenó a Ajahn Mun en la estricta disciplina y en las prácticas de la meditación canónica, en un contexto de peligros y soledad propios de la selva. No podía garantizar que esta práctica condujera a los nobles logros, pero creía que al menos llevaban a la dirección correcta.
Tras deambular durante varios años con Ajahn Sao, Ajahn Mun se marchó sólo en busca de un maestro que pudiera mostrarle con seguridad el camino hacia los nobles logros. Su búsqueda le llevó casi dos décadas y le supusieron incontables esfuerzos conforme recorría las junglas del Laos, Tailandia Central y Birmania, pero nunca encontró al maestro que buscaba. Gradualmente, se dio cuenta de que tendría que tomar el ejemplo del Buda y tomar a la misma jungla como su maestro, no simplemente para someterse a la naturaleza – ya que la naturaleza es el mismo samsara – sino para avanzar hacia las verdades trascendiéndolas por completo. Si quería encontrar el camino más allá de la vejez, la enfermedad y la muerte, tendría que aprender las lecciones de un entorno donde la vejez, la enfermedad y la muerte estaban puestos de relieve. Al mismo tiempo, sus encuentros con los otros monjes en el bosque le convencieron de que el aprendizaje de las lecciones de la vida silvestre implicaba mucho más que el simple dominio de las destrezas de la supervivencia física. También tendría que desarrollar la agudeza para no ser engañado por las distracciones sin salida en su meditación. De esta manera, con un fuerte sentido de la inmensidad de su tarea, regresó a una montañosa región de Tailandia Central y se estableció sólo en una cueva.
En la larga trayectoria de su entrenamiento en los bosques, Ajahn Mun aprendió que – al contrario de lo que creía tanto el Budismo de la Reforma como el Tradicional – el camino hacia el nirvana no estaba cerrado. El verdadero Dhamma tenía que ser hallado no en las viejas costumbres o textos, sino dentro de un corazón y una mente bien entrenados. Los textos eran indicadores para el entrenamiento, no eran ni más ni menos. Las reglas del Vinaya, en lugar de ser simplemente costumbres externas, jugaban un importante papel en la supervivencia física y mental. Con respecto a los textos de Dhamma, la práctica no era solamente una cuestión de confirmar lo que estos decían. Leer y reflexionar sobre los textos no podía proporcionar un entendimiento adecuado de su verdadero significado – y no contaba el mostrarles verdadero respeto. El sincero respeto a los textos consistía en tomarlos como un desafío: poner sus enseñanzas seriamente a prueba para ver si, de hecho, son ciertos. En el transcurso de la puesta a prueba de las enseñanzas, la mente alcanzó inesperadas comprensiones que no estaban incluidas en los textos. Estas, a su vez, tenían que ser puestas a prueba igualmente, para que, de esta manera, uno aprendiese gradualmente mediante el ensayo y error hasta el punto de obtener un verdadero logro noble. Sólo entonces, Ajahn Mun diría, que uno había entendido el Dhamma.
Esta actitud hacia el Dhamma tiene paralelismos con lo que las antiguas culturas llamaban ‘el conocimiento del guerrero’ – el conocimiento que viene a través del desarrollo de las habilidades en situaciones difíciles – en oposición al ‘conocimiento del escriba’ que la gente sentada en relativa seguridad y tranquilidad puede transformar en palabras. Desde luego, los guerreros también necesitan usar las palabras en su entrenamiento, pero ven un texto como autoridad sólo si sus enseñanzas son confirmadas en práctica. El mismo Canon alienta esta actitud cuando cita al Buda enseñando a su tía, «En cuanto a las enseñanzas de las cuales puedas saber, ‘Estas enseñanzas conducen a la ecuanimidad, no a la pasión; a estar desencadenado y no a estar encadenado; a despojarse, no a acumular; a la modestia, no al auto-engrandecimiento; al contentamiento, no al descontento; a la reclusión, no al enredo; a la perseverancia, no a la pereza; al alivio, no al agobio’: Puedes definitivamente afirmar, ‘Este es el Dhamma, este es el Vinaya, esta es la instrucción del Maestro'».
Así la última autoridad al juzgar una enseñanza no es si la enseñanza pueda ser hallada en un texto. Reside en la implacable honestidad de cada persona para someter el Dhamma a prueba y observar cuidadosamente los resultados.
Cuando Ajahn Mun hubo alcanzado el punto donde podía garantizar que el camino de los nobles logros aún estaba abierto, retornó al noreste para informar a Ajahn Sao y luego continuó su viaje. Gradualmente empezó a atraer a un grupo de seguidores. La gente que lo encontraba quedaba impresionada por su conducta y por sus enseñanzas, que eran muy diferentes de las de cualquier otro monje que hubieran conocido. Creían que encarnaba el Dhamma y el Vinaya en todo lo que hacía y decía. Como maestro, él adoptó un acercamiento de guerrero para entrenar a sus estudiantes. En vez de impartir simplemente conocimiento verbal, les ponía en situaciones donde tuvieran que desarrollar las cualidades mentales y el carácter necesario para sobrevivir en la batalla contra sus propias impurezas. En lugar de enseñar una única técnica de meditación, les enseñó una amplia gama de habilidades – como un estudiante dijo, “Todo, desde lavar escupideras en adelante» – y luego les envió al bosque.
Fue justo después del regreso de Ajahn Mun al noreste, cuando un tercer tipo de budismo procedente de Bangkok – Budismo de Estado – comenzó a afectar a su vida. En un esfuerzo por presentar un frente unido en vista de los acosos imperialistas de Gran Bretaña y Francia, Rama V (1868-1910) quiso transformar el país de un sistema feudal desgajado a un sistema estatal centralizado. Como parte de este programa, el rey y sus hermanos – uno de los cuales era un monje ordenado – promulgaron reformas religiosas para prevenir la invasión de las misiones cristianas. Habiendo recibido su educación de tutores británicos, crearon un nuevo currículo monástico que sometía al Dhamma y Vinaya a las nociones victorianas de la razón y utilidad. Su nueva versión del Vinaya, por ejemplo, era un compromiso entre el Budismo Tradicional y el de la Reforma diseñado para contrarrestar los ataques cristianos sobre la supuesta pereza e informalidad de los monjes budistas. Los mismos fueron instruidos para que dejaran de deambular, se estableciesen en los monasterios y aceptasen el nuevo currículo estatal. Al ser los monjes Dhammayut los mejor educados en Tailandia en aquella época – y al tener los más estrechos contactos con la familia real – fueron ellos los elegidos para hacer el trabajo gubernamental en las zonas más alejadas.
In 1928, una autoridad Dhammayut, que no simpatizaba con la meditación ni con los monjes del bosque, se hizo cargo de las cuestiones religiosas en el noreste. Intentando domesticar a los seguidores de Ajahn Mun, les ordenó establecer monasterios y ayudar a propagar el programa gubernamental. Ajahn Mun y un puñado de sus estudiantes se marcharon hacia el norte, donde todavía se podía ser libre para deambular. Al inicio de la década de 1930, Ajahn Mun fue elegido como abad de un importante monasterio en la ciudad de Chieng Mai, sin embargo huyó del lugar antes del amanecer del siguiente día. Regresó para establecerse en el noreste sólo en los últimos años de su vida, después de que las autoridades locales eclesiásticas demostraron una disposición más favorable hacia su manera de practicar. Mantuvo muchas de sus prácticas dhutanga hasta su muerte en 1949.
No fue hasta en la década de los 50 cuando el movimiento que él fundó ganó la aceptación en Bangkok y en los 70 llegó a ser prominente en el ámbito nacional. Esto coincidió con la difundida pérdida de credibilidad en los monjes estatales, mucho de los cuales eran poco más que burócratas con hábitos. Como resultado, los monjes Kammatthana llegaron a representar, en el opinión de mucha gente monacal y laica, una sólida y fiable expresión del Dhamma en un mundo de una frenética y enfurecida modernización.
La historia del budismo ha demostrado que las tradiciones silvestres atraviesan un rápido ciclo de vida. Cuando una pierde su impulso, a menudo surge otra en su lugar. Sin embargo, con la masiva destrucción de los bosques de Tailandia en las ultimas décadas, la tradición Kammatthana podría ser la última gran tradición del bosque que produzca Tailandia. Afortunadamente, nosotros en el Occidente hemos de ello a tiempo para reunir las lecciones que serán de ayuda para cultivar las costumbres de los nobles en tierra occidental y para establecer auténticas tradiciones forestales nosotros mismos.
Quizá, lo más importante de estas lecciones afecta al papel que la naturaleza juega al probar y corregir las tendencias que se desarrollan entre los budistas de los pueblos y las ciudades. La historia de la tradición Kammatthana desmiente la opinión superficial de que el budismo ha sobrevivido simplemente porque se ha adaptado a la cultura que lo hospeda. La supervivencia del budismo y la supervivencia del Dhamma son dos cosas diferentes. La gente como Ajahn Mun – dispuesta a realizar cualquier clase de sacrificio necesario para descubrir y practicar el Dhamma de manera adecuada – es aquella que ha mantenido el Dhamma vivo. Desde luego, la gente ha sido siempre libre de comprometerse en las tradiciones budistas de la manera en la que les ha parecido, sin embargo, aquellos que se han beneficiado más de ese compromiso son aquellos que, en lugar de acomodar el budismo para que encajen con sus preferencias, se acomodan a sí mismos para encajar en las costumbres y tradiciones de los nobles. Encontrar estas costumbres no es fácil, dada la desconcertante variedad de tradiciones que el budismo ha engendrado a lo largo de los siglos. Para examinarlas, cada individuo está obligado a recurrir a su propio poder de implacable honestidad, integridad y discernimiento. No hay garantías fáciles. Y quizá este mismo hecho sea la medida del verdadero valor del Dhamma. Sólo las personas con una verdadera integridad pueden realmente comprenderlo. Como una vez dijo Ajahn Lee, uno de los estudiantes de Ajahn Mun, “Si una persona no es auténtica ante las enseñanzas del Buda, las enseñanzas del Buda tampoco serán auténticas para esa persona – y esa persona será incapaz de saber cuáles son las auténticas enseñanzas del Buda”.
Traducción del inglés por Isidatta para el Bosque Theravada.
Corregido por DhammaJosé.