Ecuanimidad (I)

Entre hundirse en el lodo de la depresión y la total indiferencia, ¿qué queda? La ecuanimidad. Se nos llena la boca, ¿verdad? ECUANIMIDAD. Suena muy bien. Pero la mitad de las veces que pronuncio esta palabra, estoy pensando en realidad en indiferencia. Y la otra mitad, en implicarme demasiado. Complicado, esto del camino medio.

Os contaré algo que me ocurrió estas recientes vacaciones, que tuve en Porto (Portugal) con una amiga mía.

Allí en Oporto, mucha gente venía a pedirnos dinero, para comer, para ayudar a los necesitados, para drogarse, etc (solo ellos saben para qué lo usarán). Yo, después de escucharles, les daba algo, y mi amiga me miraba y se sorprendía. «Si quieres ayudar, haz algo que sea más eficiente que dar dinero a la gente que te lo pide». Y yo pensaba que ella tenía razón, pero no podía quitarme el sentimiento de desazón de encima. ¿Qué podía hacer yo? «Y cuando vayamos a la India, ¿qué harás, Pablo?», me preguntaba ella. «¿Qué harás cuando cuatro niños desnutridos se te cuelguen de las piernas y te pidan algo para comer?». ¿Qué haría? ¿Qué podía hacer yo para acabar con todo ese sufrimiento?

Sentí que el Buda tenía que tener la respuesta (siempre la tiene, ¿no?). La respuesta está en el Dhamma, me dije. Es sólo que ahora no puedo verla.

Pero, ¿dónde?

Al final, la luz vino tan rápido como había desaparecido, las respuestas se aparecieron en mi mente: ¿Qué puedo hacer para acabar con todo ese sufrimiento? Respuesta: nada. Absolutamente nada. La primera noble verdad es verdad por algo, ¿no? Solo puedo acabar con mi propio sufrimiento, y esperar que los demás se sientan inspirados por mi sabiduría.

¿Significa eso que no tengo que dar limosna? No. La generosidad es importante, y la voy a desarrollar. Pero cuando lo haga, sabré que eso no acaba con su sufrimiento. Que sólo hay una cosa que acaba con el sufrimiento, y es el Nibbana. Pero, quizás, si soy generoso con ellos, quedan un poco más cerca de despertar. Quién sabe. Mal no les va a hacer. Ni a mí.

Ecuanimidad. Permanecer inamovible ante el sufrimiento del mundo. Observarlo, pero no implicarse. No olvidar las Nobles Verdades.

Suena sencillo, ¿verdad?