Doctrina sobre la impermanencia (anicca)

Del artículo Otras enseñanzas importantes, por Anton Baron.

Como es bien sabido, esta doctrina no es exclusiva del Buda. Casi en la misma época en Éfeso afirmaba lo mismo el filósofo griego de nombre Heráclito y sus famosas frases, «Todo cambia» o «Nadie puede entrar dos veces al mismo río», pasaron a la historia como ilustraciones de este carácter esencialmente cambiante del mundo.

Por otro lado, hoy en día, hasta los niños saben que los objetos aparentemente sólidos, en realidad no lo son. Los físicos nos enseñan que la naturaleza de la materia es extremadamente compleja y, al haberse descubierto y aislado las partículas subatómicas, se volvió necesario asignar una cantidad de energía a la masa, que tradicionalmente sólo era la unidad de cantidad de la materia. En palabras más simples, a la luz de estos descubrimientos, no se puede hablar más de alguna diferencia esencial entre la masa y la energía: lo que nos parece un estable e inerte cuerpo, en realidad es puro movimiento, aunque imperceptible a nuestros sentidos.

 

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Sobre la impermanencia, “Dhammapada” reflexiona de la siguiente manera:

“Tengo hijos, tengo riquezas», así contabiliza el necio en su mente.

Pero siendo que ni siquiera él se pertenece a si mismo no, ¡Cuánto menos sus hijos y sus riquezas!”
(Dhammapada 5,62)

 

Sin embargo, en otros ámbitos de la vida, la impermanencia o la inconstancia es algo que experimentamos a diario y de lo cual nos damos cuenta perfectamente y sin mayores esfuerzos. En las escrituras budistas este transitorio carácter del mundo está representado mediante el uso de las diferentes figuras metafóricas: la impermanencia de las cosas como las nubes del otoño, el nacimiento y la muerte como una danza, la vida humana como las luces intermitentes nocturnas o como una cascada de aguas. El hecho de entender este proceso del constante cambio –personal e impersonal, interno y externo- puede ayudarnos a enfrentar los acontecimientos de la vida diaria: vemos cómo las amistades pueden deteriorarse, cómo los enemigos pueden convertirse en nuestros mejores confidentes, cómo las situaciones difíciles pueden redundar en beneficios y cómo, de igual manera, el cumplimiento de nuestros deseos y sueños puede resultar, a la larga, frustrante. En este sentido, la comprensión de la impermanencia y la meditación sobre ella puede producir en nosotros efectos inmediatos y convertirse en un eficaz antídoto para neutralizar nuestro excesivo apego a cosas y personas que deseamos.

Finalmente, la doctrina sobre la impermanencia se constituye en la mejor vía para comprender el carácter esencialmente inconstante también de nuestro propio ser: observando la transitoriedad de las cosas del mundo, una vez que lleguemos a percibirnos como parte de él, resultará más fácil comprender nuestra propia transitoriedad personal. Esta enseñanza se conoce en el budismo como la doctrina sobre la no-existencia del yo (anatta ) .

Bajo este nombre se conoce la enseñanza dle Buda, según la cual todo lo que conocemos, trátese de experiencias interiores o del mundo externo, se encuentra en un estado de permanente cambio.