Ud 8,5 (18Ud.8.5,75) Cunda Sutta – Discurso con Cunda

Este sutta, repetido luego como parte de Mahaparinibbana Sutta (DN 16), narra la historia de Cunda quien invita a comer al Buda, ofreciéndole una comida que lo enferma mortalmente. A pesar de esto, se habla sobre los méritos adquiridos por Cunda, terminando con el mensaje, según el cual, con la destrucción del deseo, del odio y error se alcanza el Nibbana.

He aquí lo que yo he oído decir. Cierta vez el bhagavant [1] recorriendo el país de los Mallas, en compañía de un gran número de bhikkhus, se dirigió hacia la ciudad de Pava. Allí, en Pava, el bhagavant vivía en el Bosque de Mangos de Chun­da, el hijo del orfebre.

Entonces Chunda, el hijo del orfebre, oyó decir: «El bha­gavant, recorriendo el país de los Mallas, en compañía de un gran número de bhikkhus, ha llegado a Pava y está vivien­do en Pava, en el Bosque de Mangos de Chunda». Y Chunda, el hijo del orfebre, se acercó a donde se encontraba el bhaga­vant y, habiéndosele acercado, saludando al bhagavant se sentó a un lado. Y a Chunda, el hijo del orfebre, que estaba sentado a un lado, el bhagavant lo instruyó, lo incitó, lo entusiasmó, lo llenó de gozo con una conversación sobre la doctrina. Y Chun­da, el hijo del orfebre, instruido, incitado, entusiasmado y lle­nado de gozo por el bhagavant mediante aquella conversación sobre la doctrina, le dijo al bhagavant: «Señor, que el bhaga­vant, en compañía de su grupo de bhikkhus, bhagavant aceptó guardando silencio. acepte comer mañana en mi casa». El

Y Chunda, el hijo del orfebre, viendo que el bhagavant aceptaba, levantándose de su asiento, saludando al bhagavant, haciendo el padakkhina [2] , se retiró. Y Chunda, el hijo del orfebre, al concluir la noche, habiendo hecho preparar en su propia casa delicioso alimento sólido y líquido y abundante carne tierna de chancho [3], anunció al bhagavant que era hora de comer, dicién­dole: «Señor, ya es hora, la comida está preparada»

Y el bhagavant, por la mañana, después de vestirse, toman­do su manto y su escudilla, con el grupo de bhikkhus, se diri­gió a la casa de Chunda, el hijo del orfebre, y una vez ahí, se sentó en el asiento preparado para él y, habiéndose sentado, el bhagavant le dijo a Chunda, el hijo del orfebre: «Oh Chunda, sírveme a mí la carne tierna de chancho que has preparado y sírveles a los bhikkhus el otro alimento sólido y líquido que has preparado». Diciendo: «Sí, señor», Chunda, el hijo del orfebre, obedeciendo al bhagavant, le sirvió al bhagavant la carne tier­na de chancho que había preparado y les sirvió a los bhikkhus el otro alimento sólido y líquido que había preparado.

Y el bhagavant le dijo a Chunda, el hijo del orfebre:

«Chunda, entierra en un pozo la carne tierna de chancho que te ha quedado. Oh Chunda, yo no veo en este mundo inclu­yendo a los dioses, a Mara y a Brahma, con sus samanes y brahmanes, sus dioses y sus hombres, quién podría digerir bien esta comida, excepto el tathagata». Diciendo: «Si, señor», Chunda, el hijo del orfebre, obedeciendo al bhagavant, enterran­do en un pozo aquella tierna carne de chancho que había queda­do, se acercó a donde se encontraba el bhagavant y, habiéndose­le acercado, saludando al bhagavant, se sentó a un lado. Y el bhagavant habiendo instruido, incitado, entusiasmado, llenado de gozo a Chunda, el hijo del orfebre, levantándose de su asien­to, se retiró.

Y una grave enfermedad le sobrevino al bhagavant, después de haber comido la comida de Chunda, el hijo del orfebre. Eran fuertes dolores con disentería de sangre, que lo llevarían a la muerte. Entonces allí el bhagavant, compenetrado de auto-conciencia, soportaba todo sin desalentarse. Y el bhagavant le dijo al venerable Ananda: «¡Vamos, Ananda! Iremos a la ciudad de Kusinara». Diciendo: «Sí, señor», el venerable Ânan­da obedeció al bhagavant.

Después de comer el alimento de Chunda,

el hijo del orfebre,

-así he oído decir-

el sabio tuvo una seria enfermedad

que lo llevaría a la muerte;

le sobrevino al Maestro una seria dolencia,

después de haber comido la tierna carne de chancho.

Y, habiéndose purgado, el bhagavant dijo:

«Voy a la ciudad de Kusinara».

Y el bhagavant, apartándose del camino, se dirigió al pie de un árbol, y una vez ahí, le dijo al venerable Ananda: «Vamos, Ananda, dobla en cuatro mi manto. Estoy cansado, me sentaré». Diciendo: «Sí, señor», el venerable Ananda, obedeciendo al bhagavant, dobló su manto en cuatro. El bhagavant se sentó en el asiento preparado para él y, habiéndose sentado, le dijo al venerable Ananda: «Vamos, Ananda, tráeme agua; tengo sed, Ananda, beberé».

Cuando el bhagavant dijo esto, el venerable Ananda le res­pondió: «Señor, ahora, unos quinientos carros han pasado; agi­tada por las ruedas esta agua fluye, en poca cantidad, revuelta, sucia. Señor, está cerca el río Kukuttha, de aguas claras, agra­dables, frescas, cristalinas, de bellas orillas, hermoso. Ahí el bha­gavant podrá beber agua y refrescar su cuerpo».

Por segunda vez el bhagavant le dijo al venerable Ananda:

«Vamos, Ananda, tráeme agua; tengo sed, Ananda, beberé». Por segunda vez el venerable Ananda le dijo al bhagavant:

«Señor, ahora, unos quinientos carros han pasado; agitada por las ruedas esta agua fluye, en poca cantidad, revuelta, sucia. Señor, está cerca el río Kukuttha, de aguas claras, agradables, frescas, cristalinas, de bellas orillas, hermoso. Ahí el bhagavant podrá beber agua y refrescar su cuerpo».

Por tercera vez el bhagavant le dijo al venerable Ananda:

«Vamos, Ananda, tráeme agua; tengo sed, Ananda, beberé». Diciendo: «Sí, señor», el venerable Ananda, obedeciendo al bhagavant, tomando su escudilla, se acercó a aquel riachuelo. Y aquel riachuelo que había sido agitado por las ruedas de los carros y que fluía en poca cantidad, revuelto y sucio, empezó a fluir claro, transparente, puro, apenas el venerable Ananda se le acerco.

Y el venerable Ananda pensó: «¡Qué maravillosos, señor, qué extraordinarios, señor, son en verdad el gran poder, la gran autoridad del tathagata! Pues este riachuelo agitado por las ruedas de los carros y que fluía, en poca cantidad, revuelto y sucio, apenas yo me acerqué a él, comenzó a fluir claro, transparente, puro». Y, tomando agua con la escudilla, regresó a donde se encontraba el bhagavant y, habiendo regresado, le dijo:

«¡Qué maravillosos, señor, qué extraordinarios, señor, son el gran poder y la gran autoridad del tathagata! Pues este riachuelo que había sido agitado por las ruedas de los carros y que fluía, en poca cantidad, revuelto y sucio, apenas yo me acerqué a él, comenzó a fluir claro, transparente, puro. Beba agua el bhaga­vant, beba agua el bien encaminado». Y el bhagavant bebió el agua.

El bhagavant con un gran número de bhikkhus se dirigió hacia el río Kukuttha y una vez ahí, se sumergió en el río, se bañó, bebió sus aguas y saliendo nuevamente se dirigió al Bos­que de Mangos y una vez ahí, le dijo al venerable Chundaka:

«Vamos, Chundaka, dobla en cuatro mi manto. Estoy cansa­do, Chundaka, me echaré». Diciendo: «Sí, señor», el venerable Chundaka, obedeciendo al bhagavant, dobló su manto en cua­tro. Y el bhagavant adoptó la postura de león, sobre su lado derecho, colocando un pie encima del otro, atento, compenetra­do de autoconciencia, fijando su atención en la conciencia de la energía. El venerable Chundaka se sentó ahí mismo, frente al bhagavant.

El iluminado (buddha) llegó al río Kukuttha,

de aguas claras, agradables, transparentes;

el Maestro, sumamente cansado, se sumergió en él

el tathagata, sin igual en este mundo.

Después de bañarse y de beber, el Maestro salió,

honrado, en medio de una multitud de bhikkhus.

El Maestro, el que transmite la enseñanza,

el bhagavant en este mundo,

llegó al Bosque de Mangos, él, el gran rishi.

Le dijo al bhikkhu llamado Chundaka:

«Extiéndeme doblado en cuatro

un manto como lecho».

Y Chunda, a pedido del disciplinado,

rápidamente extendió un manto doblado en cuatro

El Maestro, sumamente cansado, se acostó

y Chunda se sentó frente a él.

Y el bhagavant le dijo al venerable Ananda: «Pudiera ser, Ananda, que alguien hiciera surgir remordimientos en Chunda, el hijo del orfebre, diciéndole: ‘Amigo Chunda, ha sido un daño para ti, ha sido una mala adquisición para ti, que el tathâgata haya alcanzado el parinirvana después de haber co­mido la última comida que tú le diste como limosna’. Ananda, ese remordimiento de Chunda, el hijo del orfebre, debe ser re­primido, diciéndole:

‘Amigo Chunda, ha sido una felicidad para ti, ha sido una buena adquisición para ti, que el tathagata haya alcanzado el parinirvana después de haber comido la última comida que tú le diste como limosna. Personalmente, amigo Chunda, le oí decir al bhagavant, personalmente recibí de él estas palabras:

‘Estas dos clases de comida que se da como limosna tienen igua­les frutos, tienen iguales resultados; tienen mayores frutos y dan origen a mayores méritos que otras comidas que se da como limosna. ¿Cuáles son esas dos? Una es la comida dada como li­mosna, después de la cual un tathagata alcanza la suprema Iluminación; la otra es la comida dada como limosna, después de la cual un tathagata alcanza el parinirvana, carente de sustrato. Estas dos clases de comida dadas como limosna tienen iguales frutos y tienen iguales resultados; tienen mayores frutos y dan origen a mayores méritos que otras comidas que se dan como limosna’.

El venerable Chunda, el hijo del orfebre, ha acumulado un karman que produce la duración completa de la vida; el vene­rable Chunda, el hijo del orfebre, ha acumulado un karman que produce la belleza, ha acumulado un karman que produce la felicidad, ha acumulado un karman que conduce al cielo, ha acumulado un karman que produce la fama, ha acumulado un karman que produce la soberanía’. Así, el remordimiento de Chunda, el hijo del orfebre, oh Ânanda, debe ser reprimido».

El bhagavant, comprendiendo el sentido, dijo en aquella ocasión este udana [4]:

Crece el mérito de aquel que da.

No se acumula el odio en aquel que se controla.

El bueno abandona el mal;

con la destrucción del deseo, del odio y del error,

alcanza el nirvana.


NOTAS DEL BT:

[1] Se refiere al Bienaventurado, el Buda.

[2] Una forma respetuosa de retirarse consistente en mantener la persona, al que se quiere manifestar respeto, siempre a su mano derecha.

[3] sukara-maddava. Mucho se ha especulado sobre esta comida o el condimento que causó la enfermedad mortal al Buda. El término sukara-maddava proviene de sukara = “cerdo” o “chancho” y maddava = “blando”, “delicado” o “suave”. La expresión puede tener dos lecturas diferentes: (1) la parte suave o delicada del chancho o (2) aquello que a los chanchos les gusta mucho. Sobre la base de esta segunda interpretación, algunos estudiosos sugerían que se trataba de un hongo o trufa, quizá de una planta o tubérculo, preferidos por los puercos.

[4] Una exclamación gozosa o emotiva.


FUENTE:

“Udana: La palabra de Buda”, traducción del pali de F. Tola y C. Dragonetti. http://www.oshogulaab.com/BUDA/TEXTOS/LISTADOLIBBUDA.htm

“Pathamanibbanapatisamyutta” en World Tipitaka Editions http://studies.worldtipitaka.org/tipitaka/18Ud/7/8.2 (05/12/2008)


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