DN 17 Mahasudassana Sutta – Discurso sobre el gran esplendor

El rey Mahasudassana ―que resulta ser el mismo Buda en una de sus vidas pasadas― vive rodeado de gran esplendor, poseyendo los siete grandes tesoros. Sin embargo, deja todo para retirarse al palacio del Dhamma y vivir una vida contemplativa.

 


[Leer en pali]

[1.1] Esto he escuchado:

En cierta ocasión —un poco antes de su paso al Nibbana final—, el Bienaventurado estaba morando entre los árboles sala gemelos de la arboleda malla de nombre Upavattana, cerca de Kusinara.

[1.2] Entonces, el Venerable Ananda acercándose al Bienaventurado, le rindió homenaje, se sentó a un lado y le dijo: “Que el Bienaventurado no pase a su Nibbana final en esta pequeña ciudad llena de zarzas y barro, esta ciudad en medio de la jungla, en esta sucursal de una localidad. He aquí, Venerable Señor, hay estas otras grandes ciudades como Campa, Rajagaha, Savatthi, Saketa, Kosambi y Benarés. Que el Bienaventurado escoja una de esas ciudades para pasar a su Nibbana final. Allí hay muchos nobles hombres hogareños y brahmanes ricos, jefes de clanes, seguidores del Tathagata que rendirán homenaje a los restos del Tathagata”.

[1.3] “¡No digas eso, Ananda, no hables así! No digas que esta es una pequeña ciudad llena de zarzas y barro, una ciudad en medio de la jungla y la sucursal de una localidad. Tiempo atrás, Ananda, había un rey de nombre Mahasudassana, un monarca que giraba la Rueda del Dhamma, un gobernante recto que reinó con rectitud y conquistó la tierra en sus cuatro direcciones, ofreciendo seguridad a la gente y poseyendo los siete tesoros reales. Y esta ciudad de Kusinara, Ananda, fue la capital real del rey Mahasudassana bajo el nombre de Kusavati; de este a oeste medía doce leguas de ancho, y de norte a sur, siete leguas de largo. Y la capital real de Kusavati, Ananda, fue poderosa, populosa y próspera, frecuentada por mucha gente y provista abundantemente de toda clase de comida. Al igual que una ciudad real de los devas, poderosa, populosa y próspera, llena de gente y provista abundantemente de toda clase de comida, así era también la capital real de Kusavati. En la ciudad de Kusavati resonaban incesantemente los diez sonidos: el barritar de los elefantes, el relinchar de los caballos, el traqueteo de los carros, el retumbar de los tambores, el sonido de los címbalos, la música de los laúdes y platillos, las canciones, las ovaciones, los aplausos y las aclamaciones de ‘comed, bebed y estad alegres’.

[1.4] “La capital real de Kusavati, Ananda, estaba rodeada de siete murallas, de las cuales una de oro, una de plata, una de berilo, una de cristal, una de ágata, una de coral y una de toda clase de piedras preciosas.

[1.5] “La capital real de Kusavati, Ananda, tenía cuatro puertas, de las cuales una era de oro, una de plata, una de jade y una de cristal. En cada puerta se colocaron siete pilares, tres o cuatro veces más altos que el tamaño de un hombre. De esos pilares uno era de oro, uno de plata, uno de berilo, uno de cristal, uno de ágata, uno de coral y uno de toda clase de piedras preciosas.

[1.6] “La capital real de Kusavati, Ananda, estaba rodeada por siete filas de palmeras, de las cuales una era de oro, una de plata, una de berilo, una de cristal, una de ágata, una de coral y una de toda clase de piedras preciosas. Y las palmeras de oro, tenían el tronco de oro y las hojas y los frutos de plata; las palmeras de plata, tenían el tronco de plata y las hojas y los frutos de oro; las palmeras de berilo, tenían el tronco de berilo y las hojas y los frutos de cristal; las palmeras de cristal, tenían el tronco de cristal y las hojas y los frutos de berilo; las palmeras de ágata, tenían el tronco de ágata y las hojas y los frutos de coral; las palmeras de coral, tenían el tronco de coral y las hojas y los frutos de ágata; y las palmeras de toda clase de piedras preciosas, tenían el tronco de toda clase de piedras preciosas y las hojas y los frutos también de toda clase de piedras preciosas.

“Y cuando estas filas de palmeras, Ananda, eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Al igual, Ananda, que cuando las siete clases de instrumentos son ejecutados por un virtuoso, emiten un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante, de la misma manera, cuando estas filas de palmeras eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Y si había algún tahúr en ese momento en la ciudad real de Kusavati, un ebrio o alguien dado a la bebida, empezaba a danzar al sonido de las palmeras movidas por el viento.

[1.7] “Y el gran rey Mahasudassana fue poseedor de los siete tesoros y las cuatro maravillosas dádivas. Y, ¿cuáles son esos siete?

“En primer lugar, Ananda, cuando el gran rey ―durante el día quince de Uposattha― se lavó la cabeza y subió a la terraza de su palacio, para el día de la observancia, se le apareció el divino tesoro de la rueda, con miles de radios, con el toque ligero, con su eje y todos sus accesorios. Al ver esto, el gran rey pensó así: ‘Escuché que cuando el rey, debidamente ungido durante el día quince de Uposattha, se lava la cabeza y sube a la terraza de su palacio para el día de ayuno y,  entonces, se le aparece el divino tesoro de la rueda, con miles de radios, con el toque ligero, con su eje y todos sus accesorios, quiere decir que aquel rey se convierte en el Monarca Universal. Ahora bien, ¡yo soy, entonces, un Monarca Universal!’.

[1.8] “Además, Ananda, levantándose de su asiento, el gran rey tomó una vasija de agua con su mano izquierda, roció la rueda que sostuvo en su mano derecha y dijo: ‘Que el noble tesoro de la rueda, ruede; que el noble tesoro de la rueda, conquiste’. Y la rueda rodó hacia el este y el rey Mahasudassana la siguió con su cuádruple ejército. En cada país, en el cual la rueda se detuvo, el rey tomó allí su residencia junto con su cuádruple ejército.

[1.9] Y aquellos reyes que se le oponían en la región oriental, finalmente llegaron junto a él y le dijeron: ‘Ven, oh gran rey, sé bienvenido. Somos tuyos, oh gran rey. Gobierna sobre nosotros, oh gran rey’. Y el rey les dijo: ‘No matéis a los seres vivos. No toméis lo que no os ha sido dado. No cometáis actos sexuales ilícitos. No digáis mentiras. No toméis bebidas embriagantes. Sed moderados con la comida’. Y aquellos que se oponían a él en la región oriental, finalmente llegaron a ser sus súbditos.

[1.10] “Y luego, Ananda, la rueda rodó hacia el oeste… hacia el sur… hacia el norte y el rey Mahasudassana la siguió con su cuádruple ejército. En cada país, en el cual la rueda se detuvo, el rey tomó allí su residencia junto con su cuádruple ejército. Y aquellos reyes que se le oponían en la región del norte, finalmente llegaron junto a él y le dijeron: ‘Ven, oh gran rey, sé bienvenido. Somos tuyos, oh gran rey. Gobierna sobre nosotros, oh gran rey’. Y el rey les dijo: ‘No matéis a los seres vivos. No toméis lo que no os ha sido dado. No cometáis actos sexuales ilícitos. No digáis mentiras. No toméis bebidas embriagantes. Sed moderados con la comida’. Y aquellos que se oponían a él en la región del norte, finalmente llegaron a ser sus súbditos.

[1.11] «Finalmente, Ananda, el tesoro de la rueda, habiendo conquistado todas las tierras de mar a mar, retornó a la capital real de Kusavati y se detuvo frente al palacio del gran rey como si se tratara de una envoltura, como si fuera un adorno del palacio real. Es así cómo el tesoro de la rueda apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.12] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro del elefante blanco, de siete posturas, con poderes sobrenaturales, flotando en el aire, el rey de los elefantes de nombre Uposattha. Al verlo, la mente del gran rey se llenó de confianza en él, de esta manera: ‘Sería maravilloso montar a este elefante, si se dejara domar’. Entonces, el entrenador de los elefantes domesticó al elefante, al igual que se domestica a un elefante de pura raza, lo cual le llevó mucho tiempo. Y luego sucedió que, cuando el gran rey probó y montó al elefante por la mañana, atravesó con él toda la tierra hasta la extremidad del océano y regresó a la capital real de Kusavati, para tomar su comida de la mañana. Es así cómo el tesoro del elefante apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.13] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro del caballo blanco, con cabeza de cuervo negro, con la melena como el pasto munja, con poderes sobrenaturales, flotando en el aire, el rey de los caballos de nombre Valahaka [Nube de Tormenta]. Al verlo, la mente del gran rey se llenó de confianza en él, de esta manera: ‘Sería maravilloso montar a este caballo, si se dejara domar’. Entonces, el entrenador de los caballos domesticó al caballo, al igual que se domestica a un caballo de pura raza, por mucho tiempo. Y luego sucedió que, cuando el Monarca Universal probó y montó al caballo por la mañana, atravesó con él toda la tierra hasta la extremidad del océano y regresó a la capital real de Kusavati para tomar su comida de la mañana. Es así cómo el tesoro del caballo apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.14] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro de la joya. La joya era un berilo fino de las aguas más puras, de ocho quilates, bien terminada. Y el resplandor del tesoro de la joya se propagó alrededor del largo de una legua entera. Y sucedió que cuando el gran rey probó el tesoro de la joya, ordenó a su cuádruple ejército para el combate y, colocando el tesoro de la joya en la punta de su bandera, se estableció en medio de la oscuridad y la penumbra de la noche. Entonces, todos los habitantes de los pueblos vecinos empezaron sus labores por causa de esa luz, pensando que ya era de día. Es así cómo el tesoro de la joya apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.15] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro de la mujer. Una mujer bellísima, guapa y agraciada; poseedora de un cutis de suprema belleza, no demasiado alta ni demasiado baja, no demasiado delgada ni demasiado fornida, no demasiado oscura ni demasiado blanca, que sobrepasaba la belleza humana sin alcanzar la belleza divina. El toque de esta mujer, que es ese tesoro, era como si fuera un copo de malva o un copo de algodón. Durante el tiempo fresco, sus miembros eran calientes, y cuando hacía calor, eran frescos. Su cuerpo expedía la fragancia del sándalo y su boca la fragancia del loto. Ella se levantaba antes de que el gran rey se levantase y se retiraba después de que él se retirase. Estaba ansiosa por servirle, agradable en la conducta y era dulce en la manera de hablar. Siendo que nunca le era infiel al gran rey con el pensamiento, ¿cómo podría serlo con el cuerpo? Es así cómo el tesoro de la mujer apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.16] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro del mayordomo. Se manifestó en él, el ojo divino —despierto a partir de las acciones pasadas—, a través del cual veía la historia de los tesoros escondidos, tanto propios como de los que no tienen dueños. Y se acercó al gran rey para decirle: ‘Que el gran rey permanezca despreocupado, que yo tendré cuidado de sus asuntos monetarios’. Y sucedió que cuando el gran rey probó al mayordomo, que es ese tesoro, lo llevó en un bote al medio del río Ganges, en medio de la corriente, y estando allí le dijo: ‘Necesito lingotes de oro, mayordomo’. — ‘Entonces, gran rey, sólo dirijamos el bote hacia la orilla’. — ‘Mayordomo, es que es justamente aquí donde necesito los lingotes de oro’. Entonces, el mayordomo sumergió las dos manos en el agua y sacó una olla llena de  lingotes de oro, diciendo al gran rey: ‘¿Es esto suficiente, gran rey? ¿Es suficiente esta dádiva, esta ofrenda?’. — ‘Es suficiente, mayordomo, es suficiente la dádiva, la ofrenda’. Es así cómo el tesoro del mayordomo apareció al gran rey Mahasudassana.

[1.17] «Además, Ananda, le apareció al gran rey Mahasudassana el tesoro del consejero sabio, perspicaz y sagaz; capaz de promover en el gran rey aquello que es digno de ser promovido y desaconsejar lo que debería ser rechazado. Era capaz de establecerlo en lo que debe estar establecido. Se acercó al gran rey y le dijo: ‘Que el gran rey descanse, yo voy a ocuparme de las tareas del gobierno’. Es así cómo el tesoro del consejero apareció al gran rey Mahasudassana, y es así como el gran rey fue poseedor de los siete tesoros.

[1.18] «Y, ¿cuáles son, Ananda, las cuatro maravillosas dádivas de las que fue dotado el rey Mahasudassana? He aquí, Ananda, el gran rey era hermoso, guapo y agraciado; era poseedor de un cutis de suprema belleza y sobrepasaba, en ese aspecto, a otros seres humanos. Esta es la primera dádiva que poseía el gran rey.

[1.19] «Además, Ananda, el gran rey vivió mucho tiempo y perduró por mucho tiempo, y sobrepasó, en ese aspecto, a otros seres humanos. Esta es la segunda dadiva que poseía el gran rey.

[1.20] «Además, Ananda, el gran rey era libre de enfermedades y dolencias, fue poseedor de una buena digestión, que no era demasiado fría ni demasiado caliente, y sobrepasó, en ese aspecto, a otros seres humanos. Esta es la tercera dádiva que poseía el gran rey.

[1.21] «Además, Ananda, el gran rey era querido por los brahmanes y hombres hogareños, y fue agradable para ellos. Al igual que un padre es querido por sus hijos y es agradable para ellos, así también el gran rey era querido por los brahmanes y hombres hogareños, y fue agradable para ellos. De la misma manera, los brahmanes y hombres hogareños eran queridos por el gran rey, y fueron agradables para él. Al igual que para un padre sus hijos le son queridos y agradables, así también los brahmanes y hombres hogareños eran queridos por el gran rey. Una vez, cuando el gran rey estaba paseando en el carro, en el Parque de los Placeres con su cuádruple ejército, los brahmanes y hombres hogareños se acercaron a él y le dijeron: ‘Conduzca más despacio, oh gran rey, así podremos verle por más tiempo’. Y entonces, el gran rey dijo al auriga: ‘Conduzca más despacio, así podré ver a los brahmanes y hombres hogareños por más tiempo’. Esta es la cuarta dádiva que poseía el gran rey, y estas son las cuatro maravillosas dádivas de las que fue dotado el rey Mahasudassana.

[1.22] “Entonces, Ananda, este pensamiento se le ocurrió al rey Mahasudassana: ‘¿Qué tal si hago cada cien leguas un estanque de agua, con flores de loto entre palmeras?’. Entonces, hizo un estanque de agua con flores de loto entre palmeras, cada cien leguas. Y estos estanques de agua, con flores de loto, tuvieron azulejos de cuatro diferentes clases. Una clase de azulejos era de oro, una clase era de plata, una clase de berilo y una de cristal. Y cada uno de estos estanques de agua, con flores de loto, conducía a una escalera de cuatro diferentes clases. Una clase de escalera tenía escalones de oro, una clase de escalera escalones de plata, una clase de escalera escalones de berilo y una clase de escalera escalones de cristal. La escalera de oro tenía postes de oro y barandillas de plata. La escalera de plata tenía postes de plata y barandillas de oro. La escalera de berilo tenía postes de berilo y barandillas de cristal. La escalera de cristal tenía postes de cristal y barandillas de berilo. Y alrededor de estos estanques de agua, con flores de loto, corrían dos barandillas, una barandilla de oro y otra de plata. La barandilla de oro tenía sus postes de oro, y sus barras transversales y capiteles de plata. Y la barandilla de plata tenía sus postes de plata, y sus barras transversales y capiteles de oro.

[1.23] “Entonces este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿Qué tal si proveo a estos estanques de agua, con flores de loto, flores de cada estación, plantadas allí para toda la gente: lirios acuáticos azules y flores de loto azules, flores de loto blancas y lirios acuáticos blancos?’. Entonces, el gran rey lo hizo así.

“Entonces este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿Qué tal si construyo a la orilla de estos estanques de agua, con flores de loto, los baños, de tal manera que la gente que vive allí pueda bañarse?’. Entonces, el gran rey lo hizo así.

“Entonces este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿Qué tal si establezco en la orilla de estos estanques de agua, con flores de loto, postes caritativos, de tal manera que haya allí comida para los hambrientos, bebida para los sedientos, vestimenta para los desnudos, medios de transporte para los que tengan necesidad de ellos, sofás para los cansados, mujeres para los que buscan esposas, oro para los pobres y dinero para los que necesitan dinero?’. Entonces, el gran rey lo hizo así.

[1.24] “Entonces, Ananda, los brahmanes y hombres hogareños, tomando grandes riquezas, fueron junto al gran rey y le dijeron: ‘Señor, estas son las riquezas que hemos reunido especialmente para el gran rey, acéptelas por favor’. — ‘Amigos, yo ya tengo suficientes riquezas que tengo para mí, que son producto de los justos impuestos. Guardadlo para vosotros y tomad más con vosotros’.

“Y siendo rechazada así [su ofrenda] por el gran rey, se fueron a un lado y lo consideraron así: ‘No es apropiado para nosotros tomar estas riquezas y volver a nuestras casas. ¿Qué tal si construimos una mansión para el rey Mahasudassana?’.

Entonces, volvieron junto al gran rey y le dijeron: ‘Señor, quisiéramos construir una mansión para el gran rey’. Y el gran rey aceptó en silencio.

[1.25] “Entonces Sakka, el gobernador de los devas, conociendo con su mente la mente del rey Mahasudassana, se dirigió a Vissakamma —su deva ayudante— así: ‘Ven, Vissakamma, y construye un palacio para el rey Mahasudassana llamado Dhamma’.

“’Bien, señor’, respondió el deva asistente Vissakamma a Sakka, el gobernante de los devas. Acto seguido, tan rápido como un hombre fuerte dobla su brazo extendido o extiende su brazo doblado, desapareció del cielo de los Treinta-y-Tres y apareció frente al rey Mahasudassana, y le dijo: ‘Señor, quisiera construir un palacio para el gran rey que se llamaría Dhamma’. Y el gran rey aceptó en silencio. Entonces, el deva ayudante Vissakamma construyó para el gran rey el palacio llamado Dhamma.

[1.26] “Y el palacio del Dhamma, Ananda, se extendía una yojana de este a oeste de ancho y media yojana de norte a sur de largo. La planta baja, del palacio del Dhamma, tenía una altura tres veces mayor que la altura de un hombre, y estaba construida de cuatro clases de ladrillos. Una clase de ladrillos era de oro, una clase era de plata, una de berilo y una de cristal. Y el palacio del Dhamma tenía ochenta y cuatro mil pilares de cuatro clases. Una clase de pilares era de oro, una clase era de plata, una de berilo y una de cristal. El palacio del Dhamma estaba amoblado con sillas de cuatro clases. Una clase de sillas era de oro, una clase era de plata, una de berilo y una de cristal. Y en el palacio del Dhamma había veinticuatro escaleras de cuatro clases. Una clase de escaleras era de oro, una clase era de plata, una de berilo y una de cristal. Las escaleras de oro tenían balaustres de oro, con las barras transversales y los mascarones de plata. Las escaleras de plata tenían balaustres de plata, con las barras transversales y los mascarones de oro. Las escaleras de berilo tenían balaustres de berilo, con las barras transversales y los mascarones de cristal. Las escaleras de cristal tenían balaustres de cristal, con las barras transversales y los mascarones de berilo.

“En el palacio del Dhamma, Ananda, había ochenta y cuatro mil aposentos de cuatro clases. Una clase de aposentos era de oro, una clase era de plata, una de berilo y una de cristal. En los aposentos de oro se extendían los sofás de plata; en los aposentos de plata se extendían los sofás de oro; en los aposentos de berilo se extendían los sofás de marfil; y en los aposentos de cristal se extendían los sofás de coral. En la puerta del aposento de oro había una palmera de plata, cuyo tronco era de plata y las hojas y frutos de oro. En la puerta del aposento de plata había una palmera de oro, cuyo tronco era de oro y las hojas y frutos de plata. En la puerta del aposento de berilo había una palmera de cristal, cuyo tronco era de cristal y las hojas y frutos de berilo. En la puerta del aposento de cristal había una palmera de berilo, cuyo tronco era de berilo y las hojas y frutos de cristal.

[1.27] “Entonces, Ananda, este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿Qué tal si hago una arboleda de palmeras, todas de oro, a la entrada del gran aposento [con el techo] de dos aguas, para establecer ahí mi morada diurna?’. Entonces, el gran rey lo hizo así.

[1.28] “El palacio del Dhamma estaba rodeado por una doble barandilla. Una barandilla era de oro y la otra de plata. La barandilla de oro tenía los postes de oro, y las barras transversales y los mascarones de plata. Y la barandilla de plata tenía los postes de plata, y las barras transversales y los mascarones de oro.

[1.29] “Y el palacio del Dhamma estaba rodeado por dos redes de campanas. Una red de campanas era de oro y la otra red de campanas era de plata. Y cuando estas redes de campanas, Ananda, eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Al igual que cuando las siete clases de instrumentos son ejecutados por un virtuoso emiten un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante, de la misma manera, cuando estas redes de campanas eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Y si había algún tahúr en ese momento en la ciudad real de Kusavati, un ebrio o alguien dado a la bebida, empezaba a danzar al sonido de las redes de campanas movidas por el viento.

[1.30] “Cuando el palacio del Dhamma se terminó de construir, Ananda, era difícil mirarlo, era deslumbrante a los ojos. Al igual, Ananda, como en el último mes de las Lluvias, cuando el cielo llega a estar claro y las nubes se desvanecen, y es difícil mirar al sol que emerge en el cielo, y es deslumbrante a los ojos, así también, cuando este palacio del Dhamma se terminó de construir, era difícil mirarlo, era deslumbrante a los ojos.

[1.31] “Entonces, Ananda, este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿Qué tal si hago, enfrente del palacio del Dhamma, un lago de lotos que lleve el nombre de Dhamma?’. Entonces, el gran rey lo hizo así. Y este lago del Dhamma tenía una yojana de ancho de este a oeste y media yojana de largo de norte a sur. El lago del Dhamma, además, tenía cuatro clases de azulejos; una clase de azulejos era de oro, una clase era de plata, una clase de berilo y una de cristal. Y a este lago del Dhamma, con flores de loto, conducían veinticuatro escaleras de cuatro diferentes clases; una clase de escalera con escalones de oro, una clase de escalera con escalones de plata, una clase de escalera con escalones de berilo y una clase de escalera con escalones de cristal. La escalera de oro tenía postes de oro y barandillas de plata. La escalera de plata tenía postes de plata y barandillas de oro. La escalera de berilo tenía postes de berilo y barandillas de cristal. La escalera de cristal tenía postes de cristal y barandillas de berilo. Y alrededor de estos estanques de agua, con flores de loto, corrían dos barandillas, una barandilla de oro y otra de plata. La barandilla de oro tenía sus postes de oro, y sus barras transversales y capiteles de plata. Y la barandilla de plata tenía sus postes de plata, y sus barras transversales y capiteles de oro.

[1.32] “Y el lago del Dhamma, Ananda, estaba rodeado por siete filas de palmeras, una de las cuales era de oro, una de plata, una de berilo, una de cristal, una de ágata, una de coral y una de toda clase de piedras preciosas. Y las palmeras de oro tenían el tronco de oro, y las hojas y  frutos de plata; las palmeras de plata tenían el tronco de plata, y las hojas y frutos de oro; las palmeras de berilo tenían el tronco de berilo, y las hojas y frutos de cristal; las palmeras de cristal tenían el tronco de cristal, y las hojas y frutos de berilo; las palmeras de ágata tenían el tronco de ágata, y las hojas y frutos de coral; las palmeras de coral tenían el tronco de coral, y las hojas y frutos de ágata; y las palmeras de toda clase de piedras preciosas, tenían el tronco de toda clase de piedras preciosas, y las hojas y frutos también de toda clase de piedras preciosas.

“Y cuando estas filas de palmeras, Ananda, eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Al igual, Ananda, que cuando las siete clases de instrumentos son ejecutados por un virtuoso emiten un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante, de la misma manera, cuando estas filas de palmeras eran movidas por el viento, emitían un sonido dulce, agradable, deleitoso y embriagante. Y si había algún tahúr en ese momento en la ciudad real de Kusavati, un ebrio o alguien dado a la bebida, empezaba a danzar al sonido de las palmeras movidas por el viento.

[1.33] “Y cuando el palacio del Dhamma hubo sido terminado, Ananda, junto con el lago de lotos del Dhamma, el  rey Mahasudassana introdujo allí todas las cosas buenas de los ascetas y brahmanes, por las cuales ellos tenían una gran estima. Finalmente, ascendió al palacio del Dhamma.

[Fin de la primera serie de recitación].

[2.1] “Entonces, Ananda, este pensamiento se le ocurrió al gran rey: ‘¿De cuál previo kamma es este fruto, de cuál kamma es el resultado de que sea ahora tan majestuoso y poderoso?’. Entonces se le ocurrió este pensamiento: ‘Este es el fruto y resultado de tres clases de kamma: de dar, de auto-control y de la abstención’.

[2.2] Entonces, Ananda, el gran rey entró al gran aposento con el techo de dos aguas y, estando en la puerta, exclamó: ‘¡Que cesen los pensamientos de codicia! ¡Que cesen los pensamientos de  animadversión! ¡Que cesen los pensamientos de odio!’.

[2.3] Entonces, Ananda, el gran rey, estando dentro del gran aposento con el techo de dos aguas, se sentó en el diván de oro con las piernas cruzadas y, recluido de los placeres sensuales, recluido de los perjudiciales estados mentales, entró y permaneció en el primer jhana, que consiste en el arrobamiento y felicidad nacidos de la reclusión, acompañado por el pensamiento aplicado y sostenido. Al calmarse el pensamiento aplicado y sostenido, entró y permaneció en el segundo jhana, el cual tiene la placidez interior y la unificación mental y consiste en el arrobamiento y felicidad nacidos de la concentración, sin el pensamiento aplicado y sostenido. Al desaparecer el arrobamiento, permaneció ecuánime, con atención consciente y clara comprensión, y experimentó la felicidad en su cuerpo; entonces, entró y permaneció en el tercer jhana, del cual los nobles declararon: ‘Él es ecuánime, atentamente consciente y es alguien que tiene una morada feliz’. Al abandonar la felicidad y la pena, con la previa desaparición de la alegría y el abatimiento, entró y permaneció en el cuarto jhana, ni penoso ni placentero, el cual tiene la purificación de la atención consciente mediante la ecuanimidad.

[2.4] “Acto seguido, Ananda, el gran rey salió del gran aposento con el techo de dos aguas y fue al aposento dorado con el techo de dos aguas —donde se sentó con las piernas cruzadas en el diván de plata— y permaneció impregnando un cuadrante [1] con la mente imbuida de amor benevolente. De la misma forma, el segundo, tercero y cuarto cuadrante, tanto por encima como por debajo, alrededor y en todas partes, para todos como para sí mismo, permaneció impregnando el mundo entero con la mente imbuida de amor benevolente; [mente] abundante, exaltada, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión. Además, permaneció impregnando un cuadrante con la mente imbuida de compasión… con la mente imbuida de gozo altruista… con la mente imbuida de ecuanimidad. De la misma forma, el segundo, tercero y cuarto cuadrante, tanto por encima como por debajo, alrededor y en todas partes, para todos como para sí mismo, permaneció impregnando el mundo entero con la mente imbuida de ecuanimidad; [mente] abundante, exaltada, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión.

[2.5] “Y el rey Mahasudassana, Ananda, tenía ochenta y cuatro mil ciudades, de las cuales la principal era la ciudad de Kusavati. Ochenta y cuatro mil palacios, de los cuales el principal era el palacio del Dhamma. Ochenta y cuatro mil cámaras, de las cuales la principal era la cámara del gran aposento con el techo de dos aguas. Ochenta y cuatro mil divanes de oro, plata, marfil y sándalo, cubiertos con alfombras de pelo largo, paños bordados con flores y magníficas pieles de antílopes, cubiertos, además, con elevadas marquesinas y con ambos extremos provistos de cojines de color púrpura. Ochenta y cuatro mil elefantes con adornos de oro y banderas doradas, cubiertos con redes doradas, de los cuales el principal era el rey de los elefantes que se llamaba ‘Uposatha’. Ochenta y cuatro mil caballos con adornos de oro y banderas doradas, cubiertos con redes doradas, de los cuales el principal era el rey de los caballos que se llamaba ‘Nube de tormenta’. Ochenta y cuatro mil carros cubiertos con pieles de leones, tigres y panteras, de los cuales el carro principal se llamaba “La Bandera de la Victoria’. Ochenta y cuatro mil piedras preciosas, de las cuales la principal era la Piedra Maravillosa. Ochenta y cuatro mil esposas, de las cuales la principal era la Reina de la Gloria. Ochenta y cuatro mil hombres hogareños, de los cuales el principal era el Maravilloso Mayordomo. Ochenta y cuatro mil khattiyas, de los cuales el principal era el Maravilloso Consejero. Ochenta y cuatro mil cabezas de ganado con parafernalias de yute y la punta de los cuernos de bronce. Ochenta y cuatro mil prendas de vestir de texturas delicadas, hechas de lino, algodón, seda y lana. Ochenta y cuatro mil platos, en los cuales se servía arroz de día y de noche.

[2.6] “En aquel entonces, Ananda, ochenta y cuatro mil elefantes estaban esperando todas las mañanas y todas las tardes, listos para ser usados por el rey Mahasudassana. Entonces, este pensamiento se le ocurrió: ‘Estos ochenta y cuatro mil elefantes están siempre esperando por las mañanas y por las tardes, listos para ser usados por mí’. Entonces dijo a su Maravilloso Consejero: ‘¿Qué tal si cuarenta y dos mil de esos elefantes se alternan y viene junto a mí cada siglo?’. Entonces se hizo así.

[2.7] “Después de mucho tiempo, Ananda, después de muchos cientos y miles de años, este pensamiento se le ocurrió a la reina Subhadda: ‘Ya transcurrió mucho tiempo sin que haya visto al rey Mahasudassana. ¿Qué tal si voy a visitar al gran rey?’. Acto seguido dijo a las mujeres: ‘Venid, lavaos vuestras cabezas y vestíos de ropa limpia, que vamos a visitar al rey Mahasudassana’. ― ‘Sí, Majestad’, respondieron las mujeres y así lo hicieron, después de lo cual regresaron junto a la reina.

“Entonces, la reina Subhadda dijo al Maravilloso Consejero: ‘Alista, Maravilloso Consejero, al cuádruple ejército, que ya transcurrió mucho tiempo sin que hayamos visto al rey Mahasudassana y vamos a visitarlo’. ― ‘Sí, Majestad’, respondió el Maravilloso Consejero y así lo hizo, después de lo cual retornó junto a la reina, reportándole que el cuádruple ejército estaba listo.

[2.8] “Entonces, Ananda, la reina Subhadda partió junto con el cuádruple ejército y con las mujeres hacia el palacio del Dhamma. Al llegar allí, fue al gran aposento con el techo de dos aguas y se paró al otro lado de la puerta. Y cuando el rey Mahasudassana escuchó este ruido pensó: ¿Qué significa este ruido, proveniente de la acumulación de tanta gente?’. Entonces salió y, al ver a la reina Subhadda al otro lado de la puerta, le dijo: ‘Quédate allí, reina, no entres’.

[2.9] “Entonces, Ananda, el rey Mahasudassana dijo a cierto hombre: ‘Ve, buen hombre, toma el diván de oro del gran aposento con el techo de dos aguas y, sacándolo de allí, ponlo debajo de las palmeras de oro’. ― ‘Muy bien, gran rey’, respondió aquel hombre y así lo hizo. Acto seguido, el rey Mahasudassana se recostó ahí adoptando la posición del león, con una pierna sobre la otra, con clara comprensión y atención consciente.

[2.10] “Entonces, Ananda, esto se le ocurrió a la reina Subhadda: ‘¡Qué calmos se ven todos los miembros del rey Mahasudassana! ¡Qué brillante es su apariencia! ¡Espero que el gran rey no esté muerto!’.

“Acto seguido dijo al gran rey: ‘Señor, de tus ochenta y cuatro mil ciudades, la principal es la ciudad de Kusavati. ¡Levántate, vuelve a despertar tu deseo por ellas! Señor, de tus ochenta y cuatro mil palacios… de tus ochenta y cuatro mil cámaras… de tus ochenta y cuatro mil divanes… de tus ochenta y cuatro mil elefantes… de tus ochenta y cuatro mil caballos… de tus ochenta y cuatro mil carros… de tus ochenta y cuatro mil piedras preciosas… de tus ochenta y cuatro mil esposas… de tus ochenta y cuatro mil hombres hogareños… de tus ochenta y cuatro mil khattiyas… de tus ochenta y cuatro mil cabezas de ganado… de tus ochenta y cuatro mil prendas de vestir… de tus ochenta y cuatro mil platos, en las cuales se sirve arroz de día y de noche. ¡Levántate, vuelve a despertar tu deseo por ellos!’.

[2.11] “Cuando se dijo esto, Ananda, el rey Mahasudassana dijo a la reina: ‘Por mucho tiempo, reina, has hablado placentera y deleitosamente, de manera atractiva y dulce. Sin embargo, en este último tiempo tus palabras no me fueron placenteras, deleitosas ni deseables’.

“’Entonces, ¿cómo, señor, debo dirigirme a usted?’.

“’Así deberías hablarme: «Todas las cosas que son placenteras y atractivas son sujetas a cambio, a desaparición, a llegar otra cosa. No mueras, rey, lleno de ansia: morir lleno de ansia es penoso e indigno. Señor, de tus ochenta y cuatro mil ciudades, la principal es la ciudad de Kusavati. ¡Abandona el deseo por ellas, abandona el deseo de vivir allí! Señor, de tus ochenta y cuatro mil palacios… de tus ochenta y cuatro mil cámaras… de tus ochenta y cuatro mil divanes… de tus ochenta y cuatro mil elefantes… de tus ochenta y cuatro mil caballos… de tus ochenta y cuatro mil carros… de tus ochenta y cuatro mil piedras preciosas… de tus ochenta y cuatro mil esposas… de tus ochenta y cuatro mil hombres hogareños… de tus ochenta y cuatro mil khattiyas… de tus ochenta y cuatro mil cabezas de ganado… de tus ochenta y cuatro mil prendas de vestir… de tus ochenta y cuatro mil platos, en los cuales se sirve arroz de día y de noche. ¡Abandona el deseo por ellos, abandona el deseo de vivir con esto!»’.

[2.12] “Cuando se dijo esto, Ananda, la reina Subhadda se puso a llorar y derramar lágrimas. Entonces, llorando y derramando lágrimas, la reina dijo al gran rey: ‘Todas las cosas que son placenteras y atractivas son sujetas a cambio, a desaparición, a llegar otra cosa. No mueras, rey, lleno de ansia: morir lleno de ansia es penoso e indigno. Señor, de tus ochenta y cuatro mil ciudades, la principal es la ciudad de Kusavati. ¡Abandona el deseo por ellas, abandona el deseo de vivir allí! Señor, de tus ochenta y cuatro mil palacios… de tus ochenta y cuatro mil cámaras… de tus ochenta y cuatro mil divanes… de tus ochenta y cuatro mil elefantes… de tus ochenta y cuatro mil caballos… de tus ochenta y cuatro mil carros… de tus ochenta y cuatro mil piedras preciosas… de tus ochenta y cuatro mil esposas… de tus ochenta y cuatro mil hombres hogareños… de tus ochenta y cuatro mil khattiyas… de tus ochenta y cuatro mil cabezas de ganado… de tus ochenta y cuatro mil prendas de vestir… de tus ochenta y cuatro mil platos, en los cuales se sirve arroz de día y de noche. ¡Abandona el deseo por ellos, abandona el deseo de vivir con esto!’.

[2.13] “Entonces, no mucho después, Ananda, el rey Mahasudassana murió. Y así como un hombre hogareño, o su hijo, puede sentir somnolencia después de una buena comida, así también él tuvo esa sensación al fallecer y renació, luego, en un buen destino, en el mundo del Brahma.

“Por ochocientos cuarenta años el rey Mahasudassana vivió la vida feliz del príncipe; por ochocientos cuarenta años ejerció el vice-reinado; por ochocientos cuarenta años gobernó como rey; por ochocientos cuarenta años vivió como laico en el palacio del Dhamma. Y habiendo practicado las cuatro moradas divinas, con la disolución del cuerpo después de la muerte, renació en el mundo del Brahma.

[2.14] “Ahora bien, Ananda, tú podrías pensar esto: ‘El rey Mahasudassana, en aquel tiempo, era alguien más’. Sin embargo, no deberías interpretar esto así. En aquel tiempo, yo mismo era el rey Mahasudassana. Mías eran las ochenta y cuatro mil ciudades, de las cuales la principal era la ciudad de Kusavati. Míos eran los ochenta y cuatro mil palacios… ochenta y cuatro mil cámaras… ochenta y cuatro mil divanes… ochenta y cuatro mil elefantes… ochenta y cuatro mil caballos… ochenta y cuatro mil carros… ochenta y cuatro mil piedras preciosas… ochenta y cuatro mil esposas… ochenta y cuatro mil hombres hogareños… ochenta y cuatro mil khattiyas… ochenta y cuatro mil cabezas de ganado… ochenta y cuatro mil prendas de vestir… Míos eran los ochenta y cuatro mil platos, en los cuales se servía arroz de día y de noche’.

[2.15] “De estas ochenta y cuatro mil ciudades, Ananda, una era la que usaba en aquel tiempo para morar, la cual fue la ciudad principal de Kusavati. De estos ochenta y cuatro mil palacios, uno era el que usaba en aquel tiempo para morar, el cual fue el palacio del Dhamma. De estas ochenta y cuatro mil cámaras, una era la que usaba en aquel tiempo  para morar, la cual era la cámara del gran aposento con el techo de dos aguas. De estos ochenta y cuatro mil divanes, uno era el que usaba en aquel tiempo para ocuparlo, a veces el que era de oro, otras veces el que era de plata, otras el de marfil y otras el de sándalo. De estos ochenta y cuatro mil elefantes, uno era al que en aquel tiempo montaba, que era el rey de los elefantes que se llamaba ‘Uposatha’. De estos ochenta y cuatro mil caballos, uno era al que en aquel tiempo montaba, que era el rey de los caballos que se llamaba ‘Nube de tormenta’. De esos ochenta y cuatro mil carros, uno era el que usaba en aquel tiempo, que era el carro principal que se llamaba “La Bandera de la Victoria’. De estas ochenta y cuatro mil esposas, una era la que usaba para que me esperase, y era la señora noble que se llamaba Khattiyini o Velamikami. De estas ochenta y cuatro mil prendas de vestir, usaba en aquel tiempo una que era de textura delicada, o una hecha de lino, una hecha de algodón, una de seda o una de lana. Y de estos ochenta y cuatro mil platos, en aquel tiempo usé uno para comer una medida moderada de arroz con salsa de curry.

[2.16] “Mira, Ananda, cómo ahora todas estas cosas del pasado terminaron y se desvanecieron por completo. Así son de transitorias, Ananda, las cosas condicionadas, así de cambiantes y poco confiables son las cosas condicionadas. Por eso, Ananda, uno no debe regocijarse en los estados condicionados, debe apartarse de ellos y debe liberarse de todos los estados condicionados.

[2.17] “Yo recuerdo, Ananda, haber desechado el cuerpo seis veces en este lugar, y haberlo desechado por séptima vez como el Monarca que gira la Rueda, el gobernador justo que conquistó las cuatro regiones de la tierra y estableció firmemente su reinado, y que poseyó los siete tesoros. Por eso, Ananda, no veo mejor lugar en este mundo con sus devas, en el mundo del Mara y Brahma, en esta generación con sus ascetas y brahmanes, nobles y gente común, donde el Tathagata desechase por octava vez el cuerpo”.

Esto es lo que dijo el Bienaventurado y, habiéndolo dicho, agregó:

“Transitorias son todas las cosas condicionadas,

Propensas a surgir y desaparecer.

Al haber surgido, vuelven a destruirse,

Y su desaparición es la dicha”.

 


NOTA:

[1] Punto cardinal.

 


FUENTES:

Rhys Davids (1899). The Three Knowledges en Dialogues of the Buddha, vol. II, adaptación de Brasington, L. (sf). Tevijja Sutta: The Sutta (about those who have) the Knowledge of the Three (Vedas). Recuperado de http://www.leighb.com/dn13.htm

Walshe, M. (1995). Mahasudassanana Sutta. The Great Splendour: A King’s Renunciation. en The Long Discourses of the Buddha: A Translation of the Digha Nikaya, pp. 279-290.

“Mahasudassananasuttam”, World Tipitaka Edition

Traducción: Anton P. Baron

Edición: Federico Angulo y Anton P. Baron

Publicación de Bosque Theravada, 2015-2017.