VI. La ruptura de sila

Del artículo «La toma de refugio y la recepción de los cinco preceptos«, por Bhikkhu Bodhi.

Comprometerse con los preceptos es hacer la determinación de vivir en armonía con ellos, no asegurar que uno nunca los romperá. A pesar de nuestra determinación, a veces ocurre que debido al descuido o a la fuerza de nuestro condicionamiento por las contaminaciones actuamos de modo contrario a los preceptos. Así pues, la cuestión que se plantea ahora es qué hacer en estos casos.

Una cosa que no deberíamos hacer si rompemos los preceptos es dejarnos llevar por el sentimiento de culpa y el auto­desprecio. Hasta que alcancemos los planos de la liberación, cabrá esperar que las contaminaciones aflorarán de cuando en cuando y motivarán acciones perjudiciales. El sentimiento de culpa y de auto­ condena no será de ninguna ayuda, sino que empeorará las cosas añadiendo una superposición de auto­aversión. Un sentido de honra y escrupulosidad ética son cualidades centrales para mantener los preceptos, pero no debería permitirse que se enredasen en la espiral de la culpa.

Cuando tiene lugar una ruptura de los preceptos hay varios métodos para enmendarlos. Un método utilizado por los monjes para obtener la exculpación respecto a las infracciones de las reglas monásticas es la confesión. Para ciertas clases de ofensas monásticas un monje puede conseguir la purificación simplemente confesando su transgresión a otro monje. Quizá con las pertinentes modificaciones se podría aplicar el mismo procedimiento al laicado, al menos en lo que respecta a violaciones más graves. Así, si hay cierto número de laicos que desean seguir seriamente el sendero y alguno cae en la ruptura de algún precepto, puede confesar su error a un amigo del Dharma, o, si no hay ninguno disponible, puede confesarlo en privado ante una imagen del Buda. Sin embargo, se deberá subrayar que la confesión no tiene por fin obtener ninguna absolución. Nadie ha sido ofendido por la falta ética ni hay nadie que pueda otorgar el perdón. Así mismo, la confesión no abole el karma adquirido por la transgresión. El karma ha sido generado por el acto y producirá su debido efecto si tiene oportunidad para ello. El propósito básico de la confesión es limpiar la mente del remordimiento que la afecta como consecuencia de la ruptura. La confesión ayuda especialmente a prevenir el ocultamiento del error, manipulación sutil del ego utilizada para reforzar la presunción de creerse dentro de una perfección imaginaria.

Otro método de hacer enmiendas es tomar nuevamente los cinco preceptos, recitando cada precepto ya sea en la presencia de un monje o ante una imagen del Buda. Esta nueva toma de los preceptos podrá ser reforzada por una tercera medida, esto es, hacer la poderosa determinación de no caer de nuevo en la misma transgresión en el futuro. Tras haber aplicado estos tres métodos, se podrán hacer entonces acciones virtuosas como medio de crear un karma positivo para contrarrestar el karma perjudicial adquirido por la ruptura del precepto. El karma tiende a producir su debido resultado y si esta tendencia es lo suficientemente fuerte no habrá nada que pueda hacerse para eliminarla. Sin embargo, el karma no siempre da su fruto como asunto de estricta necesidad. Las tendencias kármicas pujan y tiran mutuamente según complejos criterios de relación. Algunas tienden a reforzar los resultados de otras, algunas a debilitar los resultados, algunas a obstruir los resultados. Si creamos un karma saludable mediante acciones virtuosas, este karma puro puede inhibir al karma perjudicial y evitar que alcance su fruición. Ahora bien, no hay ninguna garantía de que esto funcionará así, pues el karma es un proceso vivo, no mecánico. Pero sea como fuere, las tendencia en el proceso podrá ser comprendida, y dado que tal tendencia es para que lo saludable contrarreste a lo perjudicial e impida sus resultados indeseados, un poder de gran ayuda para la superación de los efectos de la ruptura de preceptos es la realización de acciones virtuosas.