La reencarnación o el renacimiento. El origen dependiente

Del artículo Otras enseñanzas importantes, por Anton Baron.

La mayoría de las tradiciones budistas utiliza la imagen de la “Rueda de nacimientos y muerte» (samsara, en pali) en el sentido literal: como un proceso de reencarnación o renacimiento, en el cual el kamma de la vida anterior configura la existencia presente, hasta que a través del despertar o la iluminación se logra cortar esta cadena de los sucesivos nacimientos y muertes.

Sin embargo, en otras escuelas budistas, especialmente dentro de la tradición Mahayana, como por ejemplo, en el budismo Zen, se toma el concepto de la “Rueda del nacimiento y de la muerte” en el sentido figurado como un proceso que ocurre en cada momento, cuando uno se vuelve a identificar con su propio “yo” y sigue, de esta manera, “renaciendo” al eterno círculo del sufrimiento. Algunos maestros Theravada también sostienen esta interpretación. En ambos casos, la cadena de los sucesivos elementos , en los cuales el inmediatamente anterior es la causa del siguiente, se conoce con el nombre de la «Doctrina del Origen Dependiente».

Veamos, más de cerca en qué consisten estas dos interpretaciones existentes dentro del budismo.

 

1. Renacimiento: de una vida a otra

En el budismo ortodoxo se prefiere utilizar la palabra “renacimiento” antes que “reencarnación” porque no es un “alma” ni un “yo”, en el sentido de esencia, que se reencarna de un cuerpo a otro. Esta segunda concepción está presente más bien en el hinduismo y en algunas versiones del budismo tibetano, donde los lamas de nombres concretos se reencarnan a través de las generaciones. El budismo ortodoxo rechaza tanto esta concepción, como las otras interpretaciones sobre la vida después de la muerte, que son muy familiares al hombre occidental: la “vida eterna”, propia del cristianismo y la aniquilación, característica del ateísmo.

Hay que entender, sin embargo, que el ideal budista no consiste en renacer en algún reino superior o en las mejores condiciones, algo que, por otro lado, sería factible, según esta creencia, sino que gravita más bien hacia el escape de este continuo ciclo de nacimientos y muertes; escaparse del samsara es la última meta budista. El renacimiento existe, pero no es deseable: lo deseable es el Nibbana. En este sentido, samsara y nibbana vendrían ser las dos concepciones y realidades opuestas.

Según esta tradicional interpretación, en el momento de la muerte las funciones mentales de la conciencia cesan, mientras que las pautas inconscientes y todo el complejo de factores creados por las acciones volitivas de la vida que acaba de terminar, el kamma, aflora a la superficie. El principal factor que aparece en este momento está relacionado con las fuerzas de los deseos, la principal raíz del sufrimiento, la cual se encarga de encontrar instintivamente una nueva base física para seguir viviendo. Una nueva concepción de la vida ofrece el lugar para esta nueva existencia. Esto puede ocurrir dentro del reino humano, como también dentro de algún otro ámbito, dependiendo de las acciones kármiacas previas.

Precisamente, con esta última idea, los budistas explican el por qué la tierra de repente no se convierte en un lugar superpoblado, si es que todos los que mueren, inmediatamente se reencarnan en algún otro ser vivo. Y es que este ser vivo, no necesariamente tiene que ser un ser humano. Uno puede renacer en el reino animal, en el cielo, en el infierno o como un “espíritu hambriento”, carente del cuerpo, entre otros estados. Hay que señalar sin embargo, que el cielo, en este caso no es un lugar sino un estado de existencia donde los cuerpos son más sutiles y la vida es más placentera, mientras que el infierno es un estado de existencia en el cual la mente es continuamente asediada por deseos ansiosos e insatisfacciones. Ninguno de ellos es un estados eterno. Haciendo estas aclaraciones, no ha de extrañar que abundan las escuelas budistas que consideran dichos estados como algo que la gente experimenta ya en esta vida: aquí y ahora. Ellos interpretan el samsara como un continuo renacimiento de un momento a otro.

 

2. Renacimiento: de un momento a otro

Según esta interpretación, el renacimiento es visto como un proceso de nacer, morir y renacer del “yo” en conexión con los objetos, los cuales se desea o se quiere evitar. Dichos objetos pueden ser físicos o mentales. Cuando el “yo” empieza a ser consciente de que le gustaría poseer un objeto determinado o que querría evitar algún otro, entonces es como si un nuevo “yo” hubiese empezado a existir. Este “yo” vive mientras dura el interés y el deseo por el objeto en cuestión. Cuando el efecto de dicho objeto se desvanece, este “yo” también deja de existir y re-nace en otra forma, en conexión con algún otro objeto de deseo o de rechazo.

Esta interpretación del renacimiento puede ser experimentada por cada uno de nosotros a través de un examen concienzudo de nuestras reacciones frente a los acontecimientos físicos o mentales que pasan delante de nosotros y en nuestro interior. Por el contrario, la primera y la tradicional interpretación, por razones obvias, no consigue ser experimentada y sólo puede ser aceptada a priori. Por más que las personas que comparten la creencia en este tipo de renacimientos arguyen la existencia de “recuerdos” de las vidas pasadas, supuestamente con frecuencia experimentados por diferentes personas, en realidad dichas “memorias” podrían consistir en, lo que en psicología se estudia como el fenómeno de déjà vu, y que no necesariamente se convierten en una “prueba” de la existencia de las vidas pasadas. Esto parece ser importante, cuando se tiene en cuenta el concepto de la fe existente en el budismo, que en ningún caso promueve las creencias ciegas o dogmáticas, sino que más bien, procura construir una fe entendida como confianza en el camino que se trata de seguir: es una convicción de que dicho camino puede resultar útil y redundar en beneficios. El principio rector del budismo es experimentar, antes que creer.

 

3. La Rueda de la Vida

En el tradicional arte budista la idea del origen dependiente ha sido representada, a lo largo de los siglos, a través de los “Doce eslabones de la cadena de los comienzos condicionados” o simplemente, a través de la “Rueda de la Vida”, como se la denomina y conoce dentro de la tradición tibetana. Podemos contemplar un ejemplo de esta costumbre artística en la imagen, seguido por las explicaciones provenientes de ambas tradiciones.

 

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La «Rueda de la vida» (pulsa sobre la imagen para abrirla en un tamaño más grande).

Cuadro: La Rueda de la Vida

Explicación tradicional:

renacimiento de una vida a otra

Explicación alternativa:

Renacimiento de un momento a otro

1. Ignorancia

El hombre ciego de la Rueda de la Vida simboliza a una persona ignorante que no puede ver por dónde camina, no sabe dónde va a renacer, por qué sufre y por qué va sufrir en la otra vida.
El estado de ignorancia es el causante del sufrimiento durante la vida. Especialmente, esto se refiere a la ignorancia sobre la naturaleza impermanente de las cosas y de uno mismo.

2. Factores volitivos

La ignorancia genera los factores kármicos. Esto está representado por el alfarero, el cual da forma a diferentes objetos de arcilla, de la misma manera que el hombre, con sus acciones kármicas, produce diferentes resultados.
El “yo”, con su “esto me gusta”, “aquello me repugna”, crea patrones de pensamiento y de conducta que colorean o condicionan las cosas neutrales, convirtiéndolas en placenteras o dolorosas.

3. Conciencia

Las acciones kármicas generan estados de conciencia. El mono inquieto que salta de un árbol a otro representa la mente humana que salta de un objeto a otro. Dichos objetos generalmente se refieren al pasado o al futuro, pero casi nunca se quedan en el presente.
No se trata aquí de una conciencia pura sino de estados de conciencia que mantienen la mente contaminada. Estados de conciencia deformados y condicionados que distorsionan la realidad que percibimos.

4. Nombres y formas

Los estados de conciencia se traducen en nombres que, en el ámbito mental, se le otorgan a las formas (en el ámbito físico). Este hecho está simbolizado por el hombre que navega en el bote, el cual, para efectuar dicha acción necesita numerosos elementos (el mismo bote, el remo, el océano, etc.) sin los cuales no existiría la navegación. De la misma manera, los nombres y las formas no existirían si no fuera por nuestros “cinco agregados”.
Los estados de conciencia de los objetos reciben nombres, etiquetas, que luego nos sirven en la percepción y comprensión de los mismos. Esto hace, sin embargo, que lo que percibimos directamente, no es la realidad sino los mismos nombres y las formas previamente creadas por los estados de conciencia. Entre ellas, se encuentra nuestro propio “yo”.

5. Seis órganos sensoriales

Cualquier organismo sintiente está equipado por los seis órganos sensoriales. Esto está simbolizado mediante la casa vacía: Desde una cierta distancia, la misma parece llena y habitada, pero en realidad está vacía, así también como los seis órganos sensoriales: están vacíos, aunque parezcan llenos, porque sin algún determinado objeto, no son nada.
La vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato; a estos cinco sentidos el budismo le agrega un sexto: la mente. Una vez puestas las etiquetas a los objetos, la división de los sentidos ya está hecha: “yo” veo el carro, “yo” escucho la música, y así sucesivamente. Los sentidos forman parte de nuestro proceso discriminatorio de la definición de las formas.

6. Contacto

Los órganos sensoriales generan el contacto. El mismo está representado por un acto sexual entre un hombre y una mujer: un encuentro cercano entre los órganos sensoriales y su objeto.
Acá se hace referencia al contacto existente entre los procesos puramente mentales, por un lado y las emociones, por otro lado. Este contacto produce el sentimiento.

7. Sensaciones

Las sensaciones están representadas mediante el hombre herido de una flecha en el ojo: símbolo del sufrimiento causado por el contacto cercano con el objeto. Sin el contacto, no existiría sensación alguna.
La información originada mediante el contacto produce las sensaciones que pueden ser placenteras, displicentes o indiferentes. El “yo” desea mantener los primeros y escaparse de los segundos. De esta manera se origina el deseo.

8. Deseos

Los deseos están representados mediante un bebedor del vino: así como para el borracho la bebida nunca parece ser suficiente, así la persona engañada por los apegos, nunca está satisfecha y siempre desea algo más.
Una vez que el “yo” decida que ciertas cosas le gustan y otras le repelen, los deseos se empeñan en poseer algunos objetos y evitar otros. Una situación que lleva directamente a codiciar.

9. Codicia o apego

Los deseos se ven simbolizados aquí por un mono que arranca la fruta del árbol. Una vez que la pruebe, quedará apegado al árbol, al igual que el ser humano se ve apegado a su cuerpo físico.
Los deseos mantienen fija la atención del hombre en un determinado objeto, lo que produce una emocional dependencia del mismo: la codicia o avaricia.

10. Llegar a ser o nueva existencia

El excesivo cariño y apego al cuerpo físico hace que el deseo llega a ser efectivamente existente, algo que está representando por la mujer embarazada.
Mediante el apego a los sentimientos tratamos de crear placeres y satisfacciones permanentes.

11. Nacimiento o renacimiento

El llegar a ser genera el renacimiento, el cual está representado por la mujer que está dando a luz. Los cinco agregados determinados por el kamma determinan, a su vez, la forma del presente renacer.
Esto se refiere al nacimiento del “yo” en relación con un determinado objeto de deseo o aversión. Yo deseo cualquier cosa que me parece buena para mi continuación, pero olvido que todo es anicca (impermanente).

12. Decaimiento y muerte

El nacimiento, genera la vejez, acá simbolizada por el anciano que camina con la ayuda del bastón. El nacimiento y la vejez producen la muerte, representada por el cadáver. La muerte termina con la vida y la ronda cíclica vuelve a empezar.
Envejecimiento y muerte: esto es lo que pasa con el deseo y con el “yo” que nació mediante dicho deseo. El sentimiento mengua, el interés disminuye y lo que una vez nos pareció tan importante, ya no tiene valor alguno. Y así, necesitamos que aparezca un otro objeto en la conciencia para que renazca el “yo” y el proceso continúe.

 

*FUENTE: La interpretación tradicional de la Rueda de la Vida sigue a Lama Zopa Rinpoche (2005), mientras que la interpretación alternativa a Buddhist Society (2000:4-7). Ambos textos traducidos y adaptados por el autor).