Del artículo «La toma de refugio y la recepción de los cinco preceptos«, por Bhikkhu Bodhi.
Los beneficios que sîla produce en alguien que se compromete a ello pueden dividirse en tres clases: (1) beneficios pertenecientes a la vida presente; (2) beneficios pertenecientes a vidas futuras; (3) beneficios del bien último. Los tres serán tratados a continuación.
1. Beneficios pertenecientes a la vida presente
Desde el nivel más elemental, la observancia de los cinco preceptos protege de ir en contra de la ley, asegurando la inmunidad frente a castigos temporales, al menos con respecto a las acciones cubiertas por los preceptos. Matar, robar, adulterio, dar falso testimonio y comportamiento irresponsable causado por la embriaguez son ofensas punibles por la ley, así que, alguien que se comprometa con los cinco preceptos evitará las penas vinculadas a tales acciones gracias a la abstención de los actos que las producen.
De la observancia de los preceptos se derivan además ulteriores beneficios temporales. Seguir los preceptos ayuda a establecer una buena reputación entre los sabios y virtuosos. A un nivel más interior conduce a una consciencia clara. La repetida violación de los principios éticos básicos, incluso si escapan a su detección, tienden aún así a crear una consciencia perturbada –culpabilidad, desasosiego y remordimiento. Pero del mantenimiento de los preceptos resulta estar libre de remordimiento, una tranquilidad de consciencia que puede transformarse en el «gozo de la intachabilidad» (anavajjasukha) cuando revisamos nuestras acciones y observamos que son saludables y positivas. Esta claridad de consciencia fomenta otro beneficio: la capacidad de morir pacíficamente, sin miedo ni confusión. En el momento de la muerte las diversas acciones que hemos realizado regularmente en el curso de la vida surgen a la superficie de la mente, proyectando sus imágenes como dibujos sobre una pantalla. Si las acciones perjudiciales fueron prevalecientes su carga predominará y causará miedo en la proximidad de la muerte, conduciendo a un final confuso y doloroso. Pero si las acciones saludables prevalecieron en el curso de la vida, tendrá lugar lo opuesto: cuando llegue la muerte seremos capaces de fallecer en calma y en paz.
2. Beneficios pertenecientes a vidas futuras
Según la enseñanza del Buda, el modo de renacimiento que adoptemos en nuestra siguiente existencia estará determinado por nuestro karma, es decir, por las acciones voluntarias que hayamos realizado en esta existencia presente. El principio general que gobierna el proceso del renacimiento es que el karma perjudicial conduce a un renacimiento desfavorable y el karma saludable a un renacimiento favorable. En un sentido más específico, si el karma generado por la ruptura de los cinco preceptos se convierte en causa determinante del modo de renacimiento, este conducirá al renacimiento en uno de los cuatro planos de la desgracia –infiernos, reino de los espectros hambrientos, mundo animal, o mundo de los asuras. Si, como resultado de cierto karma saludable, una persona que ha roto regularmente los cinco preceptos llegase a renacer como ser humano, cuando su karma perjudicial madure le producirá dolor y sufrimiento en su estado humano. Las formas que adopte este sufrimiento se corresponderán con las transgresiones. Matar producirá una muerte prematura, robar a la pérdida de riqueza, desviación sexual a la enemistad, habla falsa a ser engañado y calumniado por otros y el uso de embriagantes a la pérdida de inteligencia.
Por otro lado, la observancia de los cinco preceptos producirá la acumulación de karma saludable con la tendencia a renacer en planos de felicidad, es decir, en los mundos humano o celestial. Así mismo, cuando este karma madure en el curso de la nueva vida, producirá resultados favorables en consonancia con los preceptos. Así, abstenerse de quitar la vida producirá longevidad, abstenerse de robar la prosperidad, abstenerse de conducta sexual desviada al don de gentes, abstenerse del habla falsa a la buena reputación y abstenerse de embriagantes a la atención y la sabiduría.
3. Beneficios del bien último
El bien último es el logro del Nirvana, la liberación de la rueda de los renacimientos, que puede ser realizada en la vida presente o en una futura existencia, dependiendo de la madurez de nuestras facultades espirituales. El Nirvana es alcanzado gracias a la práctica que conduce a la liberación, el Noble Sendero Óctuple en sus tres aspectos: disciplina ética (sîla), concentración (samâdhi) y sabiduría (prajñâ). El aspecto más fundamental de los tres es la disciplina ética, que comienza con la observancia de los cinco preceptos. Así pues, el comprometerse con los cinco preceptos puede considerarse como el primer paso real en el sendero de liberación y el fundamento indispensable para realizaciones más elevadas en concentración y sabiduría.
Sîla funciona como cimiento para el sendero en dos sentidos. Primero, la observancia de sîla promueve una consciencia clara, aspecto esencial para el desarrollo de la concentración. Si frecuentemente actuamos de modo contrario a los preceptos nuestras acciones tenderán a producir remordimiento, el cual surgirá sobre la superficie de la mente cuando nos sentemos en meditación, creando turbulencia y sentimientos de culpabilidad. Pero si actuamos en armonía con los preceptos, nuestras mentes estarán imbuidas con una dicha y claridad de consciencia que permitirá un fácil desarrollo de la concentración. La observancia de los preceptos conduce a la concentración de un segundo sentido: nos rescata del peligro de quedar atrapados en la encrucijada de motivos incompatibles que destruye la estructura meditativa de la mente. La práctica de la meditación vinculada a la serenidad y a la visión penetrante requiere el aquietamiento de las contaminaciones. Pero cuando violamos deliberadamente los preceptos, nuestras acciones surgirán de las raíces perjudiciales de la avidez, odio y engaño. Así, al cometer tales acciones estaremos generando las contaminaciones, mientras que al mismo tiempo, cuando nos sentemos en meditación nos esforzaremos por superarlas. El resultado es el conflicto interior, la desarmonía, una escisión producida en el centro de nuestro ser que obstruye la unificación de la mente necesaria para la realización meditativa.
En un primer momento, no podremos esperar eliminar las formas sutiles de las contaminaciones inmediatamente. Estas sólo podrán ser abordadas más adelante, desde estados más profundos de meditación. Al principio hemos de comenzar por la detención de las contaminaciones en sus modos de ocurrencia más burdos, y esto se consigue impidiendo que lleguen a expresarse mediante los canales del cuerpo y del habla. Dicho control es la esencia de sîla. Por tanto, tomamos los preceptos como una forma de práctica espiritual, como una vía para aislar las contaminaciones e inhibir sus erupciones externas. Después de que hayan sido controladas y detenidas sus efusiones, a continuación podremos trabajar eliminando sus raíces mediante el desarrollo de la concentración y la sabiduría.