Del artículo «La toma de refugio y la recepción de los cinco preceptos«, por Bhikkhu Bodhi.
Realizar que la situación humana impele a la búsqueda de un refugio es una condición necesaria para tomar refugio, pero en sí misma no es una condición suficiente. Para tomar refugio también debemos estar convencidos de que existe realmente un refugio efectivo. Pero antes de decidir sobre la existencia de un refugio, primero hemos de determinar por nosotros mismos qué es exactamente un refugio.
El diccionario define «refugio» como un abrigo o protección del peligro y el dolor, una persona o lugar que da tal protección, y un recurso usado para obtener dicha protección. Esto coincide con la explicación de la palabra pali sarana, que significa “refugio” y que se ha transmitido en los comentarios pali. Los comentarios glosan la palabra sarana con otro término que significa «destruir» (himsati), explicando que “cuando los seres han tomado refugio, el mismo hecho de tomar refugio destruye, dispersa, aparta y detiene su miedo, angustia, sufrimiento y riesgo de un renacimiento desgraciado e impuro” [1].
Estas explicaciones sugieren dos cualificaciones esenciales para un refugio: primero, un refugio debe hallarse más allá del peligro y la aflicción. Una persona o cosa sujeta a peligro no es segura en sí misma y por ello no puede dar seguridad a los otros. Sólo lo que está más allá del miedo y del peligro puede dar una protección fiable. Segundo, el supuesto refugio debe ser accesible a todos. Un estado más allá del miedo y del peligro que sea inaccesible es irrelevante respecto a nuestros propósitos y por tanto no puede funcionar como refugio. Para que algo sirva como refugio debe ser próximo, capaz de dar protección contra el peligro.
A partir de esta determinación abstracta sobre las cualificaciones de un refugio podemos volver a la pregunta concreta: ¿existe un refugio capaz de dar protección frente a los tres tipos de peligros señalados anteriormente; de la ansiedad, frustración, tristeza y aflicción de la vida presente; del riesgo de un destino nefasto tras la muerte y de la continuada transmigración en el samsara? La tarea de dar una respuesta a esta pregunta ha de tratarse con prudencia. Debemos reconocer de inmediato que no puede darse una respuesta objetivamente verificable ni públicamente demostrable. La existencia de un refugio, o la especificación de un refugio particular, no puede probarse lógicamente ni de una manera irrefutable. Lo máximo que se puede hacer es aducir sólidos fundamentos para creer que ciertas personas u objetos poseen las cualificaciones de un refugio. El resto depende de la fe, una aceptación surgida de la confianza, al menos hasta que este asentimiento inicial sea transformado en conocimiento por medio de la experiencia directa. Pero incluso en tal caso, la verificación permanecerá interior y personal, siendo más bien un asunto de captación subjetiva que de una prueba lógica o demostración objetiva.
Desde la perspectiva del BudaDharma hay tres refugios que en conjunto otorgan una protección completa del peligro y la aflicción. Son el Buda, el Dharma y la Sangha. Los tres no son refugios separados y suficientes en sí mismos, son más bien miembros interrelacionados de un solo y efectivo refugio que se divide en tres debido a una distinción en las características y funciones de sus miembros. Porqué se hace necesaria dicha distinción se hará claro si consideramos el orden en el que se presentan los tres.
El Buda viene primero porque es una persona. Dado que somos personas, buscamos naturalmente a otra persona para recibir guía, inspiración y dirección. Cuando lo que está en juego es la liberación última, lo primero que buscamos es una persona que haya alcanzado la completa libertad del peligro y que pueda guiarnos al mismo estado de seguridad. Este es el Buda, el Iluminado, que viene primero en la tríada debido a que es la persona que descubre, realiza y proclama el estado de refugio. En segundo lugar necesitamos el estado de refugio en sí mismo, el estado más allá del miedo y del peligro, así pues, necesitamos un sendero que conduzca a esta meta y también necesitamos un conjunto de enseñanzas que nos guíe a lo largo del sendero. Este es el Dharma, que como veremos, cuenta con un triple sentido. En tercer lugar, necesitamos personas que, al igual que nosotros, comenzaron como individuos ordinarios turbados por aflicciones, y siguiendo la vía enseñada por el guía alcanzaron el estado de seguridad más allá del miedo y del peligro. Esta es la Sangha, la comunidad de personas espirituales que han entrado en el sendero, realizado la meta y que pueden enseñar el sendero a otros.
En el seno de la tríada cada miembro trabaja en armonía con los otros dos para hacer que los medios de liberación estén disponibles y sean efectivos. El Buda sirve como indicador del refugio. No es un salvador que puede otorgar la salvación por mediación de su persona. La salvación o liberación depende de nosotros, de nuestro vigor y dedicación en la práctica de la enseñanza. El Buda es primordialmente un maestro, un expositor del sendero, que nos señala la vía que debemos recorrer con nuestra propia energía e inteligencia. El Dharma es el refugio real. Como meta de la enseñanza, el Dharma es el estado de seguridad libre de peligro; como sendero, es el medio para llegar a la meta, y como enseñanza verbal es el cuerpo de instrucciones que describen la vía para practicar el sendero. Ahora bien, para hacer efectivo el uso de los medios a nuestra disposición necesitamos la ayuda de otros que sean familiares con el sendero. Aquellos que conocen el sendero constituyen la Sangha, los ayudantes en el descubrimiento del refugio, la unión de amigos espirituales que pueden conducirnos a nuestro logro del sendero.
Esta estructura triádica de los tres refugios puede comprenderse con la ayuda de una sencilla analogía. Si estamos enfermos y queremos recuperarnos necesitamos un doctor que diagnostique nuestra enfermedad y prescriba un remedio; necesitamos medicinas que curen nuestra enfermedad y necesitamos asistentes que cuiden de nuestras necesidades. El doctor y los asistentes no pueden curarnos. Lo máximo que pueden hacer por nosotros es darnos la medicina adecuada y asegurarse de que la tomamos. La medicina es el remedio real que restaura nuestra salud. Del mismo modo, cuando buscamos liberarnos del sufrimiento y la aflicción, confiamos en el Buda como el médico que puede hallar la causa de nuestra enfermedad y mostrarnos la vía de sanación; confiamos en el Dharma como medicina que cura nuestras aflicciones y confiamos en la Sangha como los asistentes que nos ayudarán a tomar la medicina. Para recuperar la salud tenemos que tomar la medicina. No podemos cruzarnos de brazos y esperar a que el doctor nos cure por él mismo. Igualmente, para encontrar la liberación del sufrimiento tenemos que practicar el Dharma, pues el Dharma es el refugio real que conduce al estado de liberación.