La práctica de dar

En la Introducción a este ensayo de Susan Elbaum Jootla, Bhikkhu Bodhi señala que «en los Suttas Pali leemos una y otra vez que ‘la plática de dar’ (danakatha) era invariablemente el primer tema que Buda trata en su exposición gradual del Dhamma», de ahí la importancia de poner en práctica estas enseñanzas.

Por Susan Elbaum Jootla. Introducción por Bhikkhu Bodhi

Contenido

Introducción

La práctica de dar se reconoce universalmente como una de las virtudes humanas más básicas, una cualidad que testifica la profundidad de nuestra humanidad y nuestra capacidad para trascendernos. En las enseñanzas del Buddha, también, la práctica de dar reclama un lugar de especial eminencia, un lugar que la hace única siendo en un sentido el fundamento y la semilla del desarrollo espiritual. En los Suttas Pali leemos una y otra vez que “la plática de dar” (danakatha) era invariablemente el primer tema que Buddha trata en su exposición gradual del Dhamma. Siempre que el Buddha daba un discurso a un público que aún no lo consideraba su maestro, él comenzaba por enfatizar el valor de dar. Sólo después de que su audiencia llegaba a apreciar esta virtud él introducía otros aspectos de su enseñanza, como la moralidad, la ley del kamma, y los beneficios de la renunciación, y sólo después de que todos estos principios habían hecho su impacto en las mentes de sus oyentes él les exponía el descubrimiento único de los Iluminados: Las Cuatro Nobles Verdades.

En sentido estricto, el dar no aparece por su propio derecho entre los factores del Noble Octuple Sendero, ni se encuentra entre los otros requisitos de la iluminación (bodhipakkhiya dhamma). Muy probablemente fue excluido de estos grupos por que la práctica de dar no conduce, por su misma naturaleza, directa e inmediatamente al surgimiento de la sabiduría y a la realización de las Cuatro Noble Verdades. El dar funciona en la disciplina buddhista en una capacidad diferente. No viene en el ápice del camino, como un factor constituyente del proceso de la iluminación, sino que sirve como base y preparación que sostiene y calladamente soporta el esfuerzo para liberar la mente de las impurezas.

Sin embargo, aunque el dar no se encuentra directamente entre los factores del sendero, su contribución al progreso a lo largo del camino que conduce a la liberación no se debe pasar por alto o subestimar. La importancia de esta contribución está subrayada por el lugar que el Buddha le asigna al dar en varios grupos de prácticas que él puso a sus seguidores. Además de aparecer como el primer tema en la exposición gradual del Dhamma, la práctica de dar también figura como el primero de los tres fundamentos de las obras meritorias (puññakiriyavatthu), como el primero de los cuatro medios para beneficiar a otros (sangahavatthu) y como la primera de las diez perfecciones (paramis). Estas últimas son las sublimes virtudes que deben ser cultivadas por todos los aspirantes a la iluminación, y hasta el grado más excelso por aquellos que siguen el camino del Bodhisatta apuntando a la suprema iluminación, el perfecto estado de Buddha.

Visto desde otro ángulo, dar se puede identificar también con la cualidad personal de la generosidad (caga). Este ángulo destaca la práctica de dar, no como el acto exteriormente manifiesto por el que un objeto se transfiere de uno a los otros, sino como la disposición interior de dar, una disposición que se fortalece por los actos exteriores de dar y que a cambio hace posible actos todavía más exigentes de auto-sacrificio. La generosidad se incluye entre los atributos esenciales de la persona buena o superior (sappurisa), junto con las otras cualidades de la fe, la moralidad, el aprendizaje y la sabiduría. Visto como la cualidad de la generosidad, dar tiene una conexión particularmente íntima con el movimiento completo del camino del Buddha. Porque la meta del camino es la destrucción de la codicia, el odio y el engaño (la ilusión), y el cultivo de la generosidad directamente debilita la codicia y el odio, mientras que facilita esa flexibilidad de la mente que permite la erradicación del engaño.

La siguiente publicación (Wheel) ha sido compilada para explorar de manera profunda esta virtud cardinal buddhista, la práctica de dar, que en los escritos de budismo aplicado es tan frecuentemente dada por un hecho por el que usualmente se pasa por encima sin comentario. En este número, cuatro buddhistas practicantes de la actualidad, todos los cuales combinan un conocimiento de los textos del Buddha con un compromiso personal con el camino, ponen por delante su entendimiento de los varios aspectos del dar y examinan su relación con el ancho cuerpo de la práctica del Dhamma.

La colección concluye con una traducción de un documento más antiguo – la descripción de la práctica de dar por el comentarista medieval Acariya Dhammapala. La cual ha sido extraída de su Tratado acerca los Paramis, que se encuentra en su comentario al Cariyapitaka.

 


La práctica de dar

La inspiración y material básico para este ensayo viene de La Perfección de la Generosidad (Dana Parami), por Saya U Chit Tin, publicado como el No. 3 de la serie del Dhamma del Sayagi U Ba Khim Memorial Trust, U.K., Splatts House, Heddington near Calne, Wiltshire, England. Estoy profundamente agradecida a Saya U Chit Tin y a todos los otros maestros asociados con los Centros de Meditación en Heddington, U.K. y Rangoon, Burma.

Dar (dana) es uno de los pasos preliminares esenciales de la práctica buddhista. Cuando se practica por sí mismo, es una base de kamma meritorio o sano. Cuando se acompaña con la moralidad, la concentración e introspección, lleva finalmente a la liberación del samsara, el ciclo de las existencias repetidas. Aún aquellos que están bien establecidos en el camino de la emancipación continúan practicando el dar puesto que conduce a la riqueza (abundancia, bienestar), la belleza y el placer en las vidas restantes. Los Bodhisattas completan la perfección de dar (danaparami) al grado último donando alegremente sus miembros y sus propias vidas para ayudar a otros seres.

Como todas las buenas obras, un acto de dar nos traerá alegría en el futuro, de acuerdo con la ley del kamma de causa y efecto enseñada por el Buddha. Dar trae beneficios en la vida presente y en las vidas por venir estemos o no enterados de este hecho, pero cuando la volición está acompañada por el entendimiento, nosotros podemos incrementar grandemente los méritos ganados por nuestros obsequios.

El monto del mérito ganado varía de acuerdo a tres factores: la cualidad del motivo del donador, la pureza espiritual del que lo recibe, y la clase y tamaño del regalo. Ya que tenemos que experimentar los resultados de nuestras acciones y las obras buenas producen buenos resultados y las obras malas producen malos resultados, es sensato tratar de crear tanto buen kamma como sea posible. En la práctica de dar, esto debe significar mantener nuestra mente pura en el acto de dar, seleccionando los destinatarios más dignos posibles, y escogiendo los regalos más apropiados y generosos que uno pueda ofrecer.

 

El factor de la volición

La volición de un donador antes, durante y después del acto de generosidad es el más importante de los tres factores involucrados en la práctica de dar: «Si no tenemos control sobre nuestras mentes no elegiremos el regalo adecuado, el mejor receptor…, seremos incapaces de prepararlos apropiadamente. Y podemos ser lo bastante imprudentes como para arrepentirnos de haberlos hecho después». [1] a enseñanza budista dedica especial atención a la base psicológica de dar, distinguiendo entre los diferentes estados de la mente con los que uno puede dar. Se hace una distinción fundamental entre los actos que carecen de sabiduría y aquellos que van acompañados de sabiduría, siendo estos últimos superiores a los anteriores. Un ejemplo de un tipo muy elemental de dar sería el caso de una muchacha joven que coloca una flor en el altar de la casa simplemente porque su madre le dice que lo haga, sin tener ninguna idea del significado este acto.

La generosidad asociada con la sabiduría antes, durante y después del acto es el más alto tipo de dar. Tres ejemplos de sabio dar son: dar con el claro entendimiento de que de acuerdo con la ley del kamma de causa y efecto, el acto generoso traerá resultados benéficos en el futuro; dar estando consciente de que el regalo, el que lo recibe y el que lo da son todos impermanentes; y dar con el objetivo de reforzar esfuerzo por iluminarnos (convertirnos en iluminados). Dado que el dar un obsequio toma una cierta cantidad de tiempo, un acto único de dar puede ir acompañado por cada uno de estos tres tipos de entendimiento en una etapa diferente del proceso.

El motivo mas excelso para dar es la intención de que fortalece nuestro esfuerzo para alcanzar el Nibbana. La liberación se logra eliminando todas las impurezas mentales (kilesa), que están enraizadas en la ilusión de un «yo» que controla y perdura. Una vez que esta ilusión es erradicada, los pensamientos egoístas no pueden surgir de nuevo. Si aspiramos a la paz última y pureza practicando la generosidad, estaremos desarrollando la perfección de la generosidad (dana parami), la perfección de dar, construyendo un edificio de méritos que dará su fruto completo con nuestro logro de la iluminación. Al ir progresando hacia la meta, la volición involucrada en los actos de dar nos ayudará contribuyendo a hacer la mente maleable, un recurso esencial en el desarrollo de la concentración y la sabiduría, los principales requisitos de liberación.

Los Nobles (Ariyas), aquellos que han alcanzado cualquiera de las cuatro etapas de la santidad – siempre dan con una voluntad (volición) pura por que sus mentes funcionan con base en la sabiduría. Aquellos que están abajo de este nivel a veces dan sin cuidado o sin respeto, con estados insanos de la mente. El Buddha enseña que en la práctica de dar, como en toda conducta corporal y verbal, es la volición que acompaña el acto la que determina su cualidad moral. Si uno le ofrece algo a un monje, sin adoptar una manera respetuosa esto no sería apropiado. Arrojar una moneda a un mendigo para deshacerse de él también se consideraría una impureza de dar. Uno debe pensar cuidadosamente sobre la pertinencia y el momento en que se da un regalo para que éste traiga los mejores resultados. Un regalo dado por un intermediario–por ejemplo, haciendo que un sirviente le de comida a un monje en lugar de darla por su propia mano –también disminuye del valor del regalo. Cuando uno da sin darse cuenta de que uno debe experimentar los resultados de las propias obras, el acto de dar de nuevo disminuye en potencia.

Si uno solo planea en dar una donación pero no cumple con su propio plan, el mérito ganado será muy pequeño. Así siempre debemos responder a nuestras intenciones generosas de manera expedita, a menos que algo intervenga impidiendo que lo hagamos. Si, después de haber dado un regalo, nosotros a continuación lamentamos nuestra acción, se perderá mucho del mérito del hecho.

Una persona moral da amable y respetuosamente. Ya sea que el regalo sea planeado o espontaneo, él o ella se asegurarán de que el momento y el contenido del regalo sean apropiados para quien lo recibe. Muchas esposas en los países buddhistas invitan de manera regular a algunos monjes a sus casas para que reciban comida temprano en el día. Antes de alimentar a su familia, estas mujeres siempre ofrecen la comida a los monjes (bhikkhus) de su propia mano.

Uno puede contribuir a una cierta causa por miedo a que los amigos desaprueben si uno no da. Dar en respuesta a tales presiones sociales tendrá débiles, aunque aún benéficos resultados. Las acciones caritativas realizadas para ganar una buena reputación son también vanidosas y por lo tanto no son una clase muy valiosa de dar. Ni puede ser loable cuando uno da únicamente para regresar un favor o en espera de un recompensa. Lo primero es como pagar una deuda, lo último análogo a ofrecer un soborno.

 

El que recibe regalos

La pureza del que recibe es otro factor que ayuda a determinar la fecundidad de un obsequio. Mientras más merecedor sea el que recibe, mayor el beneficio que vendrá al donador, por lo tanto es bueno dar a la persona más santa al alcance. El Buddha enseño que los receptores de regalos más valiosos son los nobles (ariyas), como el mismo Buddha y aquellos de sus discípulos que han alcanzado los senderos y fruiciones supramundanos; porque es su pureza de mente, obtenida por la sabiduría, lo que hace el acto de dar capaz de lograr beneficios abundantes. Por lo tanto, para ganar el máximo mérito, debemos dar tanto como podamos, y tan frecuentemente como sea posible, a los nobles. Regalos a los bhikkhus que se esfuerzan por lograr el estado de un noble, o al meditador buddhista que vive con los Cinco Preceptos, también darán resultados copiosos.

Cuando los nobles (ariyas) aceptan ofrecimientos, lo hacen para proveer al donador de una oportunidad de ganar méritos. Los que no retornan y los Arahants en particular, que han logrado los dos más altos estados de la santidad, han eliminado el deseo por los objetos de los sentidos. Por lo tanto, cuando a ellos se les dan obsequios sus mentes permanecen desprendidas de los objetos presentados y están llenos de compasión por el que dador.

La historia de Sivali en el Comentario del Dhammapada [2] es un ejemplo del gran mérito que aún un pequeño obsequio puede traer cuando se presenta al Sangha dirigido por el Buddha. En el tiempo del Buddha Vipassi, los ciudadanos de un país estaban compitiendo con su rey para ver quien podía ofrecer el mejor regalo al Buddha y el Sangha. Los ciudadanos habían obtenido todo para su ofrenda excepto miel fresca, y ellos enviaron mensajeros, cada uno con mucho dinero para comprar el ingrediente faltante.

Uno de estos hombres se encontró a un aldeano que traía un panal de miel recientemente segado para vender a la ciudad. El mensajero fue sólo capaz de comprarlo del labriego cuando le ofreció todo su asignación de mil piezas de dinero, que era mucho más de lo que valía un solo panal de miel. El aldeano le dijo: «¿Está usted loco?… Esta miel tiene muy poco valor pero usted me ofrece mil piezas de dinero. ¿Cuál es la explicación para esto?» El otro hombre le dijo que la miel valía eso para él porque era el último artículo del menú que los ciudadanos le ofrecerían al Buddha. El aldeano le respondió espontáneamente, «Si ése es el caso, yo no se lo voy a vender por un precio, si yo recibo el mérito de la ofrenda, yo se lo daré a usted.» El ciudadano quedó impresionado con la fe de este hombre que de tan buena gana dejó pasar una suerte inesperada y estuvo de acuerdo con entusiasmo en que él debía recibir el mérito de la ofrenda

Debido a este sencillo regalo, en el tiempo del Buddha Vipassi, el aldeano renació numerosas veces en los planos celestiales y se convirtió en el príncipe que heredó el trono de Benares. En su última vida, él se convirtió en el monje Sivali y alcanzó el estado de Arahant como un discípulo del Buddha actual. Incluso después de eso, su regalo del panal de miel continuó dando frutos. Para honrar a aquel que había hecho el dulce obsequio eones antes, los dioses proveyeron alojamiento y comida para el Buddha y quinientos de sus monjes, incluyendo Sivali, cuando ellos habían estado caminando por varios días por un camino desierto.

La práctica de dar es también benéfica cuando se dirige a alguien que no es espiritualmente avanzado. Si la intensión del donador es buena, entonces aun cuando el receptor sea inmoral, el donador ganará méritos y aún mas, por el acto de dar, él se fortalecerá internamente en su propia disposición de renunciar. Un regalo mentalmente ofrecido al noble Sangha pero físicamente presentado a un monje moralmente corrupto dará aun grandes frutos. Para estar seguros, no debemos pretender que una mala persona es buena, pero debemos de ser muy cuidadosos de nuestra propia actitud mientras damos, ya que nuestra actitud es el factor sobre el que tenemos más control.

 

Los objetos a ser dados

El tercer factor involucrado en el dar es el regalo en sí mismo, el cual puede ser material o inmaterial. El regalo de las nobles enseñanzas (Dhamma-dana), dice el Buddha que supera a cualquier otro regalo (Dhammapada, 354). Aquellos que exponen sus enseñanzas – monjes que predican sermones o recitan del Tipitaka, maestros de meditación – frecuentemente comparten la Verdad, practicando de esta manera la mas alta clase de generosidad. Aquellos de nosotros que no estamos calificados para enseñar el Dhamma podemos dar el regalo del Dhamma de otras maneras. Podemos donar libros de Dhamma o pagar por la traducción o publicación de un manuscrito raro o nuevo propagando la palabra de Buddha. Podemos discutir el Dhamma informalmente e impulsar a otros para mantener los preceptos o para tomar la meditación. Podemos escribir una explicación de algunos de los aspectos del Dhamma para el beneficio de otros. Dar dinero o trabajar en un centro de meditación o ayudar a sostener a un maestro de meditación puede también ser considerado el regalo del Dhamma, ya que el propósito del centro y los maestros es la transmisión de las enseñanzas del Buddha.

El tipo más común de regalos son las cosas materiales. Un objeto material no necesita tener un alto valor monetario para que traiga grandes resultados, como lo ilustra la historia de Sivali y el panal de miel. Si un hombre pobre da a un monje la tasa de arroz que iba a ser su única comida del día, el hombre está haciendo una gran donativo que puede brindar abundantes frutos, mientras que si un próspero mercader, sabiendo con antelación que un monje va a venir por limosnas, le da la misma pequeña porción de arroz, el recogerá escasos frutos. Debemos tratar de dar cosas cuya calidad sea por lo menos tan buena como aquella que usamos nosotros mismos, como la gente en Birmania, que compra las mejores frutas en el mercado como regalo para los monjes aunque estos frutos sean muy caros para que ellos mismos los consuman.

Los regalos al Sangha pueden consistir de comida, túnicas, medicina o monasterios, cada uno de los cuales tiene un amplio rango. Los límites están establecidos por las reglas del Vinaya que deben guardar los monjes (bhikkhus) de la comunidad (Sangha) puro y fuerte. Los laicos que entienden las reglas de los monjes pueden ganar amplios méritos donando las cosas adecuadas en el momento adecuado a la orden de monjes y monjas.

Una historia acerca de Visaka la principal discípula laica de Buddha, ofrece una deliciosa ilustración de los resultados de la generosidad en gran escala [3]. Cuando Visaka se iba a casar elaborados preparativos y arreglos fueron preparados por su padre. Él le dio a ella quinientas carretas llenas de dinero, y de implementos de oro, plata y cobre. También él decidió que ella debía llevar ganado con ella. Le dio ordenes a sus hombres para que permitieran salir fuera de su corral suficientes animales como para llenar una senda particular. Cuando las vacas habían salido y estaban paradas una junto a la otra en esa carretera, hizo que cerraran el corral, diciendo, «Este ganado es suficiente para mi hija». Sin embargo, después de que la puerta se había cerrado con seguro, poderosos toros y vacas lecheras brincaron sobre la barrera para unirse a los animales que iban con Visaka. Los sirvientes de su padre no pudieron mantenerlos adentro a pesar de sus grandes esfuerzos.

Todo este ganado se fue con Visaka porque hacía mucho, en una vida anterior en los tiempos del Buddha Kassapa, ella había dado un generoso regalo de cinco clases de productos lácteos a una compañía de 20,000 monjes y novicios. Como la más joven de las hijas del Rey Kiki de Benares, ella instaba a los monjes a tomar más leche, requesón, mantequilla clarificada (ghee), etc., aun cuando ellos decían que ya habían comido suficiente. El regalo le gano el mérito de que esa cantidad tan grande de ganado fuera con ella en su matrimonio en la vida cuando ella era Visakha, y nadie pudo prevenir que este mérito diera sus frutos.

Los regalos materiales de naturaleza religiosa incluyen contribuciones para la erección de un templo o santuario nuevo, hojas de oro para ayudar a dorar la cúspide de una templo, o la compra de una estatua de Buddha para el templo. Los destinatarios de tales regalos son el público en general — quienquiera que viene al templo o a los cultos frente a la imagen del Buddha.

Los regalos mundanos a los ciudadanos de nuestro pueblo pueden incluir donaciones a varias organizaciones de beneficencia, una contribución a un hospital o una biblioteca pública, mantener el parque de un barrio arreglado y limpio. Si uno no sólo contribuye con fondos para tales proyectos, sino también proporciona un trabajo físico, los resultados kammicos serán aún mayores. Los regalos de esta clase pueden ser muy meritorios si están precedidos, acompañados y seguidos por voliciones mentales puras.

 

La perfección de dar

Existe un modo de dar que no tiene en cuenta para nada las cualidades del que recibe y aun de los frutos mundanos de los méritos adquiridos por el dar. Tal generosidad tiene como motivo la renunciación, el pensamiento de eliminar el propio apego a nuestras posesiones, y por lo tanto apunta a dar el más querido y difícil de los regalos. Los Boddhisattas dan de esta manera siempre que se presenta la oportunidad, estrictamente para cumplir con la perfección de la generosidad (danaparami), que es la primera de las diez perfecciones que se deben cultivar al máximo grado para obtener el estado de Buddha. El trabajo de un Boddhisatta para completar la perfección de dar demanda mucho más de él de lo que otros seres pueden emular. Muchos cuentos Jataka relatan como el Bodhisatta que se convertiría después en el Buddha Gotama daba cosas sin pesar absolutamente en él o en los beneficios mundanos que pudiera conseguir. Un Boddhisatta sólo está preocupado en practicar la generosidad para cumplir con los requisitos para alcanzar el estado de Buddha.

El Cariyapitaka [4] (La Canasta de Conductas) contiene diez historias de vidas anteriores del Bodhisatta. En una de estas vidas él era un brahmán llamado Sankha quién vio a un Paccekabuddha, o un iluminado que no enseña, caminando descalzo en un camino desierto. Sankha pensó para sí mismo, “Deseando mérito, viendo a alguien sumamente digno de un regalo de fe, si no le doy un obsequio, disminuiré en mérito.” Asi es que el brahmán, que tenía una constitución muy delicada, le ofreció sus sandalias al Paccekabuddha aún cuando su propia necesidad de ellas era mayor (División I, Historia 2).

En otra ocasión el Bodhisatta era un gran emperador llamado Maha-Sudassana. Él tenía voceros que proclamaban varias veces cada día, en miles de lugares por todo su imperio, que a cualquiera que quisiera algo se le daría si venía y lo pedía. “Si venía un mendigo, ya fuera de día o de noche, recibiendo todos los bienes que deseaba, se iba con las manos llenas.» Maha-Suddasana daba con una generosidad completa «sin ningún apego, sin esperar algo a cambio, para el logro del propia iluminación».

Un Bodhisatta debe dar regalos más difíciles que bienes materiales para cumplir la más alta forma de la perfección de la generosidad. El debe dar libremente las partes de su cuerpo, sus hijos, su esposa, y aun su propia vida. Como el Rey Kivi, nuestro Bodhisatta se saco ambos ojos con sus manos desnudas para dárselos a Saka, el Rey de los dioses. Sakka había venido a Sivi en la apariencia de un anciano ciego, tan sólo para darle la oportunidad de hacer este extraordinario regalo. Sivi hizo esto sin dudar antes del acto, sin ninguna aversión durante el acto, y sin el más mínimo arrepentimiento después. Él dijo que este regalo fue hecho “por la causa del despertar mismo. Los dos ojos no me eran desagradables. La omnisciencia me era muy preciada, por consiguiente di mis ojos” (I,8).

Como el Príncipe Vesantara, el Bodhisatta le dio el próspero, poderoso elefante real a las gentes de un reino rival sólo porque ellos lo habían pedido. Como resultado de esta liberalidad, él y su esposa y dos pequeños hijos fueron desterrados a una remota montaña. Ellos vivieron en el bosque, Vessantara cuidando a su hijo e hija en su cabaña mientras que su esposa se pasaba el día recolectando los frutos silvestres de los que vivían. Un día un viajero pasó por ahí y le pidió al Bodhisatta que le diera a sus hijos. Vessantara se los dió sin la más mínima duda. Posteriormente él también dio a su virtuosa esposa. “Ninguno de los niños me era desagradable, la dama Maddi no me era desagradable. La Omnicinecia me era muy preciada, por lo tanto yo di a aquellos que me eran queridos” (I,9). Se debe hacer notar, que en esos tiempos los hijos y la esposa se consideraban la propiedad de un hombre. Mucho tiempo antes la dama Maddi había aspirado a ser la esposa del Bodhisatta y compartir cualquier prueba que él tuviera que pasar a lo largo del camino hacia el estado de Buddha. El resultado de su propio kamma complementó la volición del Principe Vessanatara y llevó a que ella fuera regalada. Sus hijos debían también de estar experimentando los resultados se sus propias obras pasadas cuando tuvieron que dejar a sus padres.

En otra ocasión el Bodhisatta nació como una sabia liebre. Esa existencia llegó a su fin cuando alegremente saltó al fuego después de invitar a un hambriento brahmán (de nuevo, Sakka disfrazado) a comérselo asado. Debido a la pureza de la mente del Bodhisatta mientras hacía el regalo supremo de su vida y cuerpo entero, el fuego llameante no lo lastimó cuando quemó su carne. Al relatar la historia el dijo que, de hecho, el fuego lo había calmado y le había traído la paz como si hubiera sido agua fría, porque él había logrado completar la perfección del dar.

 

El fin último de dar

La meta del camino buddhista es la emancipación del sufrimiento de las repetidas existencias en el samsara. El Buddha enseñó que extirpar la ignorancia y las impurezas mentales que ésta alimenta nos traerá el Nibbana, la completa cesación del sufrimiento. Las tendencias mentales insanas nos hacen asirnos a lo que equivocadamente tomamos como nuestro «ego,» nos mantienen luchando por satisfacer nuestros insaciables deseos de los sentidos con objetos que son inherentemente transitorios y por lo tanto insatisfactorios.

El Buddha dijo que la práctica de dar nos ayudará en nuestro esfuerzo por purificar la mente. Los obsequios generosos acompañados de una volición sana ayudarán a erradicar el sufrimiento de tres maneras. Primero, cuando decidimos dar algo nuestro a otra persona, nosotros simultáneamente reducimos nuestro apego al objeto; hacer un hábito de dar puede gradualmente debilitar el factor mental de la avidez, una de las principales causas de la falta de felicidad. Segundo, dar acompañado por una volición sana nos llevará a futuros nacimientos felices en circunstancias favorables para encontrar el Dhamma puro de Buddha. Tercero, y más importante, cuando el dar se practica con la intención de que la mente se vuelva lo suficientemente flexible para alcanzar el Nibbana, el acto de generosidad nos ayudará a desarrollar moralidad, concentración y sabiduría (sila, samadhi, panna) justo en el presente. Estas tres etapas constityen el Noble Óctuple Sendero de Buddha, y perfeccionando el sedero se llega a la extinción del sufrimiento.

Si cedemos en la esperanza de ganar lujo en vidas futuras, podríamos lograr nuestro objetivo siempre y cuando nos adhiramos a los principios de conducta virtuosa. De acuerdo al Buddha, sin embargo, la motivación para trabajar para la liberación es superior a aquella para el logro de alegrías mundanas en futuros nacimientos. Esto se debe a que un regalo hecho con el deseo por el placer se acompaña en parte por la raíz psicológica insalubre de la avidez (tanha). Los méritos ganados por tales regalos se agotan en un placer pasajero, y esta felicidad mundana nos mantiene girando en la rueda de renacimientos, que en el sentido más hondo es siempre dukkha, sujeta al sufrimiento. El dar asociado con la avidez no puede contribuir a una forma de alegría que no perezca, liberación de la rueda de nacimientos, que viene sólamente con la completa eliminación de la avidez. Los regalos sin mancha de avidez o apego sólo se pueden hacer durante el período cuando las enseñanzas de un Buddha (Buddha Sasana) están al alcance. Así que cuando damos ahora, durante tal tiempo, debemos de hacerlo con la finalidad de poner un fin a la avidez. Con la finalidad de que cesen la avidez, el sufrimiento, y eso es la liberación.

¡Que los meritos de este obsequio del Dhamma sean compartidos por todos los seres!

 


NOTAS

[1] U Chit Tin, The Perfection of Generosity, Introduction.

[2] E.W. Burlingame, trans. Buddhist Legends (London: Pali Text Society, 1969), 2:212-16.

[3] Buddhist Legends, 2:67-68.

[4] Cariyapitaka, translated by I.B. Horner, included in Minor Anthologies of the Pali Canon, Part III (London: Pali Text Society, 1975).


 

Traducción al español por Jesús Valdés Martínez

©CMBT 1999