El Buda advierte sobre los peligros de la belleza femenina para los hombres y del peligro de la atracción masculina para las mujeres.
[1] Esto he escuchado.
En una ocasión, el Bienaventurado estaba morando en Savatthi, en la arboleda Jeta del parque de Anathapindika. Estando allí el Bienaventurado se dirigió a los monjes:
“Monjes”.
“Sí, venerable señor”, respondieron los monjes y el Bienaventurado continuó:
“Monjes, yo no conozco otra forma particular alguna, que sea tan obsesionante para la mente del hombre, que la forma de la mujer. La forma de la mujer, monjes, obsesiona la mente del hombre.
[2] “Monjes, yo no veo otro sonido particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente del hombre, que la voz de la mujer. La voz de la mujer, monjes, obsesiona la mente del hombre.
[3] “Monjes, yo no veo otro olor particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente del hombre, que el olor de la mujer. El olor de la mujer, monjes, obsesiona la mente del hombre.
[4] “Monjes, yo no veo otro sabor particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente del hombre, que el sabor de la mujer. El sabor de la mujer, monjes, obsesiona la mente del hombre.
[5] “Monjes, yo no veo otra sensación táctil particular alguna, que sea tan obsesionante para la mente del hombre, que la sensación táctil de la mujer. La sensación táctil de la mujer, monjes, obsesiona la mente del hombre.
[6] “Monjes, yo no veo otra forma particular alguna, que sea tan obsesionante para la mente de la mujer, que la forma del hombre. La forma del hombre, monjes, obsesiona la mente de la mujer.
[7] “Monjes, yo no veo otro sonido particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente de la mujer, que la voz del hombre. La voz del hombre, monjes, obsesiona la mente de la mujer.
[8] “Monjes, yo no veo otro olor particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente de la mujer, que el olor del hombre. El olor del hombre, monjes, obsesiona la mente de la mujer.
[9] “Monjes, yo no veo otro sabor particular alguno, que sea tan obsesionante para la mente de la mujer, que el sabor del hombre. El sabor del hombre, monjes, obsesiona la mente de la mujer.
[10] “Monjes, yo no veo otra sensación táctil particular alguna, que sea tan obsesionante para la mente de la mujer, que la sensación táctil del hombre. La sensación táctil del hombre, monjes, obsesiona la mente de la mujer.
FUENTES:
Bhikkhu Bodhi (2012). Introduction en The Numerical Discourses of the Buddha: A Translation of the Anguttara Nikaya. Boston: Wisdom Publications. Pp. 17-74
“Rupadivagga” en World Tipitaka Edition
Woodward, F.L. (2001). The Book of the Gradual sayings” Vol. I: Ones, Twos, Threes. Lancaster: Pali Text Society.
Traducido por Anton P. Baron
Editado por Anton P. Baron y Federico Angulo
Publicación de Bosque Theravada, 2008, 2012.