Del libro El Buda y sus discípulos, del Ven. Shravasti Dhammika.
86. Justo antes de que el Príncipe Siddhatta renunciara al mundo, su esposa Yashodara dio a luz un niño. Según la leyenda, cuando se le anunció el nacimiento el Príncipe, dijo: “Ha nacido una traba (rahula), ha nacido una atadura”, y así es como fue llamado el niño. Es más probable que haya sido llamado así después de un eclipse lunar (rahu) que podría haber ocurrido aproximadamente en el tiempo de su nacimiento. De cualquier modo, el nacimiento de este niño sólo sirvió para hacer aun más difícil el deseo del Príncipe Siddhatta de escapar de lo que se había convertido para él en una jaula de oro. La noche en que finalmente decidió irse, el Buda fue a espiar la habitación real para echar un último vistazo a su mujer y su hijo, pero el brazo de la madre ocultaba el rostro del niño.
87. Siete años después de haberse ido, el Buda regresó a Kapilavatthu. Yashodara llevó al pequeño Rahula a escuchar la prédica del Buda. Cuando llegaron, le dijo: “Este es tu padre, Rahula. Ve y pídele tu herencia”. El niño caminó a través de la asamblea, y se detuvo ante el Buda, diciendo: “¡Qué placentera es tu sombra, oh monje!”. Cuando la charla terminó y el Buda se iba, Rahula lo siguió, y mientras caminaban juntos Rahula le dijo: “Dame mi herencia, oh monje”. Por supuesto, el Buda ya no tenía oro ni propiedades pero tenía algo aun más precioso, el Dhamma, así que el Buda se volvió hacia Sariputta y le dijo: “Sariputta, ordénalo”. Más tarde, el padre del Buda, Suddhodhana, y Yashodara, se quejaron de que el niño hubiera sido llevado sin su permiso, como resultado de lo cual el Buda estableció una regla para que fuera necesario el consentimiento de los padres antes de que alguien fuera ordenado.
88. Como compensando los siete años durante los que creció sin un padre, el Buda tomó un gran interés en la educación moral y espiritual de Rahula, enseñándole muchas veces él mismo, y nombrando a Sariputta su preceptor y a Moggallana su maestro. Rahula respondió a su excelente tutelaje siendo un estudiante brillante y atento, y se cuenta que cada mañana al despertarse tomaba un puñado de arena y decía: “Ojalá que hoy reciba tantas palabras de consejo de mi maestro como granos de arena hay aquí”. Como resultado de su entusiasmo, el Buda dijo que su hijo era el más ávido de entrenamiento de entre todos sus discípulos. Cuando Rahula aun era un niño, el Buda comentaba con él algunos aspectos del Dhamma que eran apropiados para el joven, y de un modo tal que él pudiera comprenderlos y recordarlos.
89. Una vez, tomó un cuenco con agua y le dijo a Rahula:
“Rahula, ¿ves la pequeña cantidad de agua en este cuenco?”
“Sí Señor”.
“Así de pequeño es el entrenamiento de quienes no se avergüenzan cuando mienten intencionalmente”.
El Buda entonces arrojó el agua, y le dijo a Rahula: “¿Ves la pequeña cantidad de agua que he desperdiciado?”.
“Sí, Señor”.
“Así, Rahula, es desperdiciado el entrenamiento de quienes no se avergüenzan cuando mienten intencionalmente”.
El Buda entonces dio vuelta el cuenco y le dijo a Rahula: “¿Ves este cuenco que ha sido dado vuelta?”
«Sí, Señor”.
“Así se da vuelta el entrenamientote quienes no se avergüenzan cuando mienten intencionalmente”.
El Buda puso nuevamente el cuenco hacia arriba y dijo: “¿Ves este cuenco, ahora vacío y sin nada?”
“Sí, Señor”.
“Así, Rahula, vacío y sin nada es el entrenamiento de quienes no se avergüenzan cuando mienten intencionalmente”.
El Buda entonces le recalcó a su hijo la importancia de hablar con la verdad. “Rahula, cualquiera que no tenga vergüenza de mentir intencionalmente, no hay mal que esa persona no pueda hacer. Por consiguiente, debes entrenarte así: “No diré una mentira. Ni siquiera en broma”.
Habiéndole explicado a Rahula lo que debía hacerse, el Buda siguió explicándole cómo debía hacerse:
“¿Qué crees de esto, Rahula? ¿Cuál es el propósito de un espejo?”
“El propósito de un espejo es mirarse a uno mismo”.
“Así, Rahula, uno debe actuar en cuerpo, palabras y pensamientos sólo después de haberse mirado a sí mismo. Antes de actuar en cuerpo, palabra o mente, uno debe pensar: `Lo que estoy por hacer ¿me lastimará a mí o a los demás?` Si puedes responder: `Sí`, entonces no debes actuar. Pero si puedes responder: `no`, entonces debes actuar. Debes reflexionar así mientras actúas y después de haber actuado. Por consiguiente, Rahula, debes entrenarte pensando: `Actuaremos sólo después de habernos observado a nosotros mismos, de habernos reflejado a nosotros mismos`».
90. Rahula fue entrenado en los Diez Preceptos y en la disciplina monástica, y cuando tuvo 18 años, el Buda decidió que ya estaba preparado para la meditación y lo instruyó sobre cómo practicar.
“Rahula, desarrolla una mente que sea como los cuatro grandes elementos (tierra, agua, aire y fuego), porque si haces esto, las impresiones sensoriales agradables o desagradables que hayan surgido y dominado a la mente no persistirán. Así como cuando la gente tira sus heces, orina, flema, pus o sangre al agua o a la tierra, al fuego o al aire, la tierra, el agua, el aire o el fuego no se molestan, ni se preocupan, ni se perturban. Así, también, desarrolla una mente que sea grande como los cuatro elementos. Desarrolla el amor, Rahula, porque hacerlo te liberará de la mala voluntad. Desarrolla la compasión, porque hacerlo te liberará del deseo de lastimar. Desarrolla el gozo comprensivo, porque hacerlo te liberará de la aversión. Desarrolla la ecuanimidad, porque hacerlo te liberará de la reacción sensorial. Desarrolla la percepción de lo asqueroso, porque hacerlo te liberará del apego. Desarrolla la percepción de la impermanencia, porque hacerlo te liberará de la vanidad de `yo soy`. Desarrolla la atención a la respiración, porque es de gran provecho y ventaja”.
Siguiendo el consejo y la guía de su padre sobre la meditación, Rahula finalmente logró la iluminación. En ese momento tenía 18 años. Después de eso sus amigos se referían a él como “Rahula el afortunado” (Rahulabhadda), y él cuenta por qué le dieron ese nombre:
“Me llaman Rahula el afortunado por dos razones: una es que soy el hijo del Buda; y la otra es que he visto la verdad”.
91. Aparte de esto, sabemos muy poco sobre Rahula. No parece haber sido sobresaliente ni como maestro de Dhamma ni como entrenador de otros monjes. Es probable que Rahula se mantuviera en un segundo plano para no poder ser acusado de sacar ventaja por ser el hijo del Iluminado.