Del libro El Buda y sus discípulos, del Ven. Shravasti Dhammika.
57. El Buda siempre estaba acompañado por un asistente cuyo trabajo era transmitirle los mensajes, preparar su asiento y atender a sus necesidades personales. Durante los primeros veinte años de su ministerio, el Buda tuvo varios asistentes, Nagasamala, Upavana, Cunda, Radha, y otros, pero ninguno de ellos demostró ser satisfactorio. Un día, cuando el Buda decidió reemplazar a su asistente actual, convocó a todos los monjes y les dijo: “Ahora me estoy volviendo viejo, y deseo tener a alguien como asistente permanente, que obedezca mis deseos en todo sentido. ¿A cuál de ustedes le gustaría ser mi asistente?” Todos los monjes ofrecieron sus servicios con entusiasmo, excepto Ananda, que se quedó detrás, modestamente sentado en silencio. Más tarde, cuando se le preguntó por qué no se había ofrecido, él respondió que el Buda sabía mejor que nadie a quién elegir. Cuando el Buda indicó que quería a Ananda como asistente personal, Ananda dijo que aceptaría el cargo, pero sólo bajo ciertas condiciones. Las primeras cuatro condiciones eran que el Buda nunca debería darle a él ninguna de las comidas que recibía, ni ninguno de los mantos, que no debería dársele a él ningún alojamiento especial, y que él no debería acompañar al Buda cuando aceptaba invitaciones a la casa de los laicos. Ananda insistió en que se cumplieran estas cuatro condiciones porque no quería que la gente creyera que él estaba sirviendo al Buda por el deseo de alguna ganancia material. Las últimas cuatro condiciones estaban relacionadas con el deseo de Ananda de ayudar en la promoción del Dhamma. Esas condiciones eran: que si era invitado a una comida, él podría transferir la invitación al Buda; que si la gente venía de áreas lejanas, él tendría el privilegio de presentarlos; que si tenía alguna duda sobre el Dhamma, él podría hablarle al Buda sobre las mismas en cualquier momento, y que si el Buda ofrecía un discurso en su ausencia, lo repetiría más tarde en su presencia. El Buda aceptó sonriente y así comenzó una relación entre los dos hombres que iba a durar los siguientes veinticinco años.
58. Ananda había nacido en Kapilavatthu y era primo del Buda, siendo hijo de Amitodana, el hermano del padre del Buda, Suddhodhana. Fue durante el primer viaje de regreso del Buda a Kapilavatthu, después de su iluminación, cuando Ananda, junto a su hermano Anuruddha y su primo Devadatta, se hizo monje. Demostró ser un estudiante diligente y voluntarioso, y en un año se volvió uno que Entra en la Corriente. La vida de monje le dio gran felicidad a Ananda, y su naturaleza tranquila, humilde, hizo que pasara inadvertido por los demás hasta que fuera seleccionado para ser el asistente personal del Buda. Mientras que algunas personas desarrollaban las cualidades que llevan a la iluminación mediante la meditación y el estudio, Ananda lo hacía por medio del amor y la preocupación por los demás. Justo antes del Nirvana final del Buda, Ananda comenzó a llorar, diciéndose: “Ay, aun soy un aprendiz que tiene mucho por hacer todavía. Y el maestro se está muriendo, él que fue tan compasivo conmigo”. El Buda llamó a Ananda y le reconfirmó que él ya había desarrollado su mente hasta un nivel muy elevado, por medio de su generosidad y amor, y que si sólo hacía un poco más de esfuerzo, él también podría lograr la iluminación.
“Suficiente, Ananda, no llores ni te lamentes. ¿No te he dicho ya que todas las cosas que son placenteras y deleitables también son cambiantes, están sujetas a la separación y a la impermanencia? Entonces, ¿cómo podrían no desaparecer? Ananda, durante largo tiempo has estado ante mi presencia, demostrando compasión con el cuerpo, el habla y la mente, servicialmente, santamente, de todo corazón, y sin mezquindad. Has hecho mucho mérito, Ananda. Haz un esfuerzo y muy pronto estarás libre de toda corrupción.”
59. La generosidad de Ananda se expresaba de tres modos: a través de su servicio al Buddha, por medio de su ilimitada compasión por sus condiscípulos, tanto monjes como laicos, y también hacia las generaciones futuras por medio del rol crucial que tuvo en la preservación y la transmisión del Dhamma.
60. Como asistente personal del Buda, Ananda se esforzaba por liberar al Buda de tantas actividades mundanas como le fuera posible, así el Buda podía concentrarse en enseñar el Dhamma y ayudar a la gente. Con ese fin, Ananda lavaba y remedaba los mantos del Buda, aseaba su habitación, lavaba sus pies, masajeaba su espalda, y cuando estaba meditando o enseñando se mantenía detrás del Buda para mantenerlo fresco con un abanico. Dormía cerca del Buda, de modo de estar siempre a mano y acompañarlo cuando hacía sus rondas por los monasterios. Convocaba a los monjes que el Buda quería ver, y alejaba a la gente cuando el Buda quería descansar o estar solo. En su rol como sirviente, secretario o intermediario y confidente, Ananda era siempre paciente, incansable y discreto, anticipándose habitualmente a las necesidades del Buda.
61. Aunque el trabajo principal de Ananda era cuidar de las necesidades del Buda, siempre tenía tiempo para servir a otros también. Frecuentemente ofrecía charlas sobre el Dhamma, y de hecho era un maestro tan hábil que a veces el Buda le pedía que diera una charla en su lugar o que terminara una charla que él había comenzado. Se cuenta que cuando el Buda tomaba su descanso después de almorzar, Ananda aprovechaba el tiempo libre para ir a visitar a los que estaban enfermos, para hablarles, levantarles el ánimo o intentar darles medicinas. Una vez escuchó sobre una familia muy pobre que estaba luchando para criar a sus hijos. Sabiendo que los niños enfrentaban un futuro áspero, y sintiendo que debía hacerse algo para ayudarlos, Ananda pidió permiso al Buda para ordenarlos, dándoles así una oportunidad de cambiar sus vidas.
62. La vida en el Sangha no siempre era fácil para las monjas. La mayoría de los monjes se mantenían lejos de ellas, no queriendo ser tentados. Algunos incluso las discriminaban. Ananda, por otro lado, siempre estaba listo para ayudarlas. Fue él quien alentó al Buddha a ordenar a las primeras monjas, él siempre estaba dispuesto a ofrecer charlas sobre el Dhamma a las monjas y a las laicas, y las alentaba en su práctica, y ellas a su vez frecuentemente lo buscaban por su simpatía hacia ellas.
63. El Buda dijo una vez que de todos sus discípulos, Ananda era preeminente de aquellos que habían escuchado mucho Dhamma, que tenía buena memoria, que había dominado el orden secuencial de lo que había recordado, y que era enérgico. El Buda no podía escribir, de hecho, aunque la escritura era conocida en la época, era poco usada. Tanto durante su vida como durante varios siglos después de su Nirvana final, sus palabras fueron aprendidas de memoria y transmitidas de persona a persona. La memoria altamente desarrollada de Ananda, más el hecho de que estaba constantemente junto al Buda, hizo que él, más que cualquier otra persona, fuera responsable de la preservación y la transmisión de las enseñanzas del Buda. Pero esto no significa que Ananda recordara las palabras del Buda literalmente, eso no hubiera sido posible ni necesario, ya que la compresión del Dhamma no depende del orden de las palabras y las oraciones, sino de la comprensión del sentido de las palabras. En cambio, Ananda recordaba la esencia de lo que el Buda había dicho, a quién se lo había dicho, frases particularmente importantes o prominentes, símiles y parábolas que se usaban y también la secuencia en que todas las ideas estaban presentadas. Ananda repetía lo que había escuchado y se lo recordaba a los demás, y gradualmente se desarrolló un gran cuerpo de enseñanzas orales. Esto significó que la gente que estaba lejos de la presencia del Buda podía escuchar sus enseñanzas sin la ayuda de libros o la necesidad de hacer largos viajes.
64. Después del Nirvana final del Buda, quinientos monjes convinieron un concilio en Rajagaha con el propósito de recolectar las enseñanzas del Buda y de aprenderlas de memoria para que pudieran ser transmitidas a las generaciones futuras. Como él conocía tanto Dhamma, era necesario que Ananda estuviera presente, pero aun no estaba iluminado. Ahora que ya no tenía que cuidar de las necesidades personales del Buda, tenía más tiempo para meditar, y así comenzó a practicar con una diligencia excepcional, esperando poder iluminarse antes de que comenzara el concilio. Mientras el tiempo del concilio se acercaba, él practicaba más y más fuerte. Durante la tarde antes del concilio se sentó a meditar, convencido de que no podría iluminarse antes de la mañana siguiente. Entonces renunció y decidió acostarse y dormir. En el momento en que su cabeza tocó la almohada, se iluminó.
Ananda recibió una cálida bienvenida en el concilio al día siguiente y durante los meses siguientes recitó miles de discursos que había escuchado, comenzando cada recitación con las palabras: “así he oído” (evam me sutam). Por sus enormes contribuciones a la preservación del Dhamma, Ananda fue conocido a veces como “el guardián del almacén del Dhamma” (Dhammabhandagarika). Por sus cualidades de amabilidad, paciencia y utilidad, Ananda era una de esas raras personas que parecían poder llevarse bien con todos y que le gustaba a todos. Justo antes de su Nirvana final, el Buda elogió a Ananda ante los monjes, agradeciéndole por sus años de amistad y servicio leal y amoroso. “Monjes, todos los que han sido Budas iluminados en el pasado han tenido un asistente principal como Ananda, como lo tendrán todos aquellos que sean Budas plenamente iluminados en el futuro. Ananda es sabio. Sabe cuándo es el momento correcto para que vengan a verme los monjes, monjas laicos y laicas, reyes, ministros, los líderes de otras sectas o sus discípulos. Ananda tiene cuatro cualidades destacables y maravillosas. ¿Cuáles son? Si una compañía de monjes viene a ver a Ananda, ellos se complacen de verlo, y cuando él les enseña el Dhamma ellos se complacen, y cuando él termina ellos se desilusionan. Y lo mismo ocurre con las monjas, laicos y laicas.
65. No se sabe cuándo ni dónde murió Ananda, pero según la tradición vivió hasta una edad muy avanzada. Cuando Fa Hsien, el famoso peregrino chino, visitó India en el siglo 5 d.C., dijo haber visto una stupa conteniendo las cenizas de Ananda, y que las monjas en particular tenían una gran estima por su memoria.