Buda entrega un conmovedor discurso al rey Pasenadi sobre la inminencia de la muerte y la consecuente urgencia para practicar el Dhamma.
En Savatthi.
El rey Pasenadi de Kosala se acercó al Bienaventurado a mediodía y, habiéndose postrado a su llegada, se sentó a un lado. Cuando se hubo sentado, el Bienaventurado le dijo: “Gran rey, ¿de dónde vienes a mediodía?”.
“Ahora, Venerable Señor, estaba ocupado en asuntos de palacio, típicos de reyes quienes están intoxicados con la intoxicación de la soberanía, obsesionados por el apego a los placeres sensuales, quienes han conseguido un control estable de sus países, y quienes reinan habiendo conquistado una gran esfera de territorio sobre la tierra”.
“¿Qué piensas, gran rey? Imagina que un hombre, honesto y de confianza, viniera a verte desde el este y a su llegada te dijera: ‘Si le place, majestad, debería saber que vengo del este. Allí he visto una gran montaña, tan alta como las nubes, viniendo hacia aquí, aplastando todos los seres vivos a su paso. Haga lo que crea que deba ser hecho’. Luego, un segundo hombre viniera a verte desde el oeste… Luego un tercer hombre viniera a verte desde el norte… Luego un cuarto hombre viniera a verte desde el sur y a su llegada te dijera: ‘Si le place, majestad, debería saber que vengo del sur. Allí he visto una gran montaña, tan alta como las nubes, viniendo hacia aquí, aplastando todos los seres vivos a su paso. Haga lo que crea que deba ser hecho’. Si, gran rey, tan gran peligro surgiera, tal terrible destrucción de la vida humana –siendo el estado humano tan difícil de obtener–, ¿qué se debería hacer?”.
“Si, Venerable Señor, tan gran peligro surgiera, tal terrible destrucción de la vida humana –siendo el estado humano tan difícil de obtener–, ¿qué más se debería hacer sino vivir según el Dhamma, llevar una vida recta y realizar acciones beneficiosas y meritorias?”.
“Te informo, gran rey, te anuncio, gran rey: el envejecimiento y la muerte se te acercan. Cuando el envejecimiento y la muerte se te acercan, gran rey, ¿qué debes hacer?”.
“Ya que el envejecimiento y la muerte se me acercan, Venerable Señor, ¿qué otra cosa debería hacer sino vivir según el Dhamma, llevar una vida recta y realizar acciones beneficiosas y meritorias?”.
“Venerable Señor, los reyes intoxicados con la intoxicación de la soberanía, obsesionados por el apego a los placeres sensuales, quienes han conseguido un control estable de sus países y reinan sobre una gran esfera de territorio, que conquistan mediante batallas con elefantes, batallas de caballería, batallas con carros y batallas de infantería, pero de nada sirven estas batallas, pues no hay oportunidad de éxito alguno cuando el envejecimiento y la muerte se acercan. En esta corte real, Venerable Señor, hay consejeros quienes, cuando los enemigos se acerca, son capaces de dividirlos con su ingenio, pero de nada sirven esas batallas de ingenio, pues no hay esperanza de éxito alguno cuando el envejecimiento y la muerte se acercan. En esta corte, Venerable Señor, hay lingotes de oro y riquezas almacenadas en sótanos y cámaras seguras, y con semejante riqueza podríamos sobornar a los enemigos cuando llegaran; pero de nada sirven estas batallas de riqueza, pues no hay oportunidad de éxito alguno cuando el envejecimiento y la muerte se acercan. Ya que el envejecimiento y la muerte se me acercan, Venerable Señor, ¿qué otra cosa debería hacer sino vivir según el Dhamma, llevar una vida recta y realizar acciones beneficiosas y meritorias?».
«¡Así es, gran rey! ¡Así es, gran rey! Ya que el envejecimiento y la muerte se te acercan, ¿qué otra cosa deberías hacer sino vivir según el Dhamma, llevar una vida recta y realizar acciones beneficiosas y meritorias?».
Eso es lo que el Bienaventurado dijo. Y, habiéndolo dicho, el Maestro añadió:
Como montañas de roca sólida,
Enormes, alcanzando el cielo,
Dirigiéndose hacia todos los lados,
Aplastándolo todo en las cuatro direcciones,
Así el envejecimiento y la muerte
Se acercan hacia los seres vivos:
Nobles guerreros, sacerdotes, comerciantes,
Trabajadores, los sin-casta y mendigos.
No perdonan a nada.
Lo aplastan todo.
No hay esperanza para la victoria
Con tropas de elefantes, carros e infantería.
No se les puede vencer mediante el ingenio,
Ni sobornarles con riquezas.
Así pues, una persona con sabiduría
Por su propio bien,
Con una firme resolución, debería tener fe
En el Buddha, el Dhamma y el Sangha.
Aquel que practica el Dhamma
Con el pensamiento, la palabra y la acción,
Recibe alabanzas aquí en la Tierra
Y tras la muerte se regocija en el cielo.
FUENTE:
Thanissaro Bhikkhu (1997). Pabbatopama Sutta -The simile of the mountains, https://www.accesstoinsight.org/tipitaka/sn/sn03/sn03.025.than.html.
Traducción: DhammaJosé
Edición: Federico Angulo y Anton P. Baron
Publicación de Bosque Theravada, 2008.