Del artículo Otras enseñanzas importantes, por Anton Baron.
Etimológicamente, el kamma significa “acción”, pero en el contexto de la enseñanza budista se refiere más específicamente a una “acción intencionada” o a un “hecho producido deliberadamente”. Los actos no intencionales tampoco constituirían, estrictamente hablando, el kamma, en el sentido budista de la palabra. Para que esto ocurra, o sea, para que pueda hablarse con propiedad de una “acción kármica”, primeramente, tiene que estar involucrada la voluntad de la persona, en segundo lugar, tiene que existir la posibilidad de una libre elección y, finalmente, el sujeto debe estar consciente de su acción.
El kamma se expresa a través de las acciones corporales, verbales y mentales, cada una de las cuales puede ser saludable (kusala, en pali) o insalubres (akusala). Más detalles sobre las diferentes formas de las acciones kármicas, saludables o no saludables, llamadas dentro del lenguaje popular, “buen karma” o “mal karma”, respectivamente, pueden observarse en el siguiente cuadro.
Cuadro: Diez formas del curso de acción kármica
Cursos de acciones no saludables |
Cursos de acciones saludables |
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Tres acciones corporales |
Asesinatos |
Evitar asesinatos |
Robos |
Evitar robos |
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Actos sexuales ilícitos |
Evitar actos sexuales ilícitos |
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Cuatro acciones verbales |
Mentiras |
El hablar verdadero |
Calumnias |
El hablar conciliatorio |
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El hablar violento |
El hablar suave |
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El hablar neciamente |
El hablar sabio |
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Tres acciones mentales |
Codicia |
Altruismo |
Mala voluntad |
Buena voluntad |
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Equivocada visión |
Correcta visión |
En la práctica, nuestras acciones pocas veces son puramente saludables o totalmente insalubres. Por ejemplo, cuando empezamos a practicar la meditación, a menudo logramos buenos niveles de concentración que producen un estado de calma mental (kusala), lo que generalmente es seguido por un sentimiento de apego a dichos estados (akusala). A veces, nuestra práctica espiritual y las buenas acciones (kusala) pueden ser motivadas por el deseo de ser vistos como buenas personas en la sociedad o para ganarse el cielo (akusala, en cuanto que representa un motivo egoísta). Y así podríamos multiplicar los ejemplos.
Sin embargo, lo que más confusión ocasiona en relación a este tópico es la equivocada creencia, según la cual el kamma consiste también en las consecuencias que sufrimos debido a nuestras acciones pasadas. Y si a esto agregamos la creencia en la reencarnación, obtenemos una visión determinista totalmente errónea, según la cual la felicidad, la prosperidad y el éxito, por un lado y el sufrimiento, la desgracia y la pobreza, por otro lado, son consecuencias solamente de nuestras buenas o malas acciones, algunas de ellas, cometidas durante nuestras existencias pasadas. Semejante visión se traduce generalmente en una total apatía frente a los desafortunados y necesitados, y de hecho existe entre algunas de las sectas hindúes, pero es totalmente ajena a la enseñanza budista, según la cual la doctrina del kamma debería considerarse simplemente como un sentido de responsabilidad que tenemos por nuestras propias acciones de la vida, ya que las mismas tienen sus consecuencias, tanto para nosotros como para los demás.
Las consecuencias o los “frutos del kamma” se pueden considerar dentro de cuatro diferentes ámbitos:
1. En el ámbito mental interno: los resultados del kamma que se producen dentro de nosotros mismos en forma de nuestras tendencias interiores, formas de pensar, de sufrir, de ser feliz, etc.
2. En el ámbito físico: los efectos del kamma se manifiestan en nuestro carácter, formas peculiares de hablar y gesticular, tendencias conductuales, etc.
3. En el ámbito de las experiencias: el kamma afecta nuestras vidas produciendo eventos tanto deseables como indeseables, yerros o aciertos, victorias o derrotas.
4. En el ámbito social: son los resultados del kamma colectivo de una sociedad, de la cual emerge la prosperidad o la pobreza, la armonía o la discordia, etc.
Obviamente, el resultado inmediato de la comprensión de la ley de kamma debería consistir en evitar las malas acciones y procurar desarrollar las buenas. Si bien, esto es cierto y aconsejable a corto plazo, sin embargo en sí mismo no constituye el último objetivo de la enseñanza budista sobre este tema. La última meta, por el contrario, es la cesación total del kamma. El kamma es la causa de los resultados, que a veces son felices y otras veces desafortunados, pero en su mayoría, mixtos. Esto obliga al ser humano a producir el kamma y a fluctuar continuamente entre estos dos extremos. Dado que el kamma es una “acción condicionada”, en el sentido que surge a partir de un deseo o motivo y persigue un determinado resultado –a veces bueno, otras veces, malo- siempre y necesariamente produce algún resultado. En otras palabras, el hombre que produce el kamma interfiere en el natural desarrollo del mundo y se ve obligado a seguir interfiriendo porque generalmente descubre que la solución de su problema crea, a su vez, otros problemas, a veces, aún mayores por resolver y es entonces cuando, según las palabras de Allan Watts:
El hombre está enredado en el karma. Karma es, pues, el destino de todo aquel que “trata de ser Dios”. Le pone al mundo una trampa en la que él mismo cae prisionero (2003 :112).
El ideal del Buda o del arahant, el ideal de estar libre del sufrimiento, significa también estar libre del kamma: estar más allá de los deseos y más allá del “yo” que desea.