Del artículo Vida de Siddhattha Gotama, por Anton Baron
Por Anton Baron
Cuenta la historia que, un poco después de haber experimentado los cuatro mencionados encuentros, en el silencio de una noche de luna llena del mes de asalha (correspondiente al mes de julio) unos súbitos y sombríos pensamientos asaltaron la mente de Gotama: «la juventud, la flor de la vida culmina en la vejez y los sentidos del hombre le fallan justo cuando más los necesita. Personas que en un tiempo fueron semejantes a unos fuertes e inconmovibles robles, pierden de repente su vigor y salud, mientras que la dolencia y la enfermedad sigilosamente entran en sus cuerpos. Finalmente aparece la muerte que, repentina y a veces inesperadamente, pone fin a este breve lapso de tiempo que dura la vida. Ciertamente, debe haber alguna escapatoria de semejantes insatisfacciones, del envejecimiento y de la misma muerte».
Al día siguiente, se celebró una gran fiesta en el palacio: con una ostentosa cena bailable se festejaba el nacimiento del primogénito de Gotama, quien recibió el nombre de Rahula. En aquella ocasión fueron invitados los mejores bailarines y bailarinas, cantantes y músicos. El rey, constatando con preocupación el sombrío estado de ánimo de su hijo, preparó una gran celebración para distraerlo. Durante la cena se sirvieron las más deliciosas comidas, mientras que las encantadoras y bellas bailarinas divertían al público con sus danzas. Los músicos y los cantantes más sensibles acompañaron con su arte la noche y los magos más extraordinarios efectuaban unas asombrosas y estrambóticas proezas. Pero Siddhattha parecía estar cansado y pensativo, muy ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor, de modo que muy pronto decidió a retirarse a sus aposentos.
Fue entonces, esta misma noche, a la edad de los veintinueve años, cuando Gotama, desencantado de la vida real, decidió abandonarla renunciando a todo: a su hijo recién nacido, a su esposa, a la corona, al poder y a toda la gloria terrena. Acompañado por Channa, su fiel primo y servidor, en la quietud de la medianoche partió del palacio, cortándose su larga caballera, signo de la noble procedencia y, cambiando su vestido real por un simple ropaje de los ermitaños, emprendió su viaje hacia la solución del problema de la vida.