La primera Noble Verdad

Del artículo Las Cuatro Nobles Verdades, por Anton Baron.

La Noble Verdad del sufrimiento o insatisfacción (dukkha, en pali). La Primera Noble Verdad del Buda se refiere a la realidad de la vida plagada de sufrimientos e insatisfacciones. Es un postulado que reconoce el carácter universal de este mal.

En su primer sermón, Gotama lo expresó de la siguiente manera:

He aquí, oh monjes, la Noble Verdad del Sufrimiento. El nacimiento es estresante, el envejecimiento es estresante y la muerte es estresante. La tristeza, el lamento, el dolor, la angustia y la desesperanza constituyen el sufrimiento. El estar ligado a lo indeseable significa sufrimiento, pero el hecho de tener que separase de lo deseable también es sufrido. Finalmente, cuando no se obtiene lo deseado, se sufre (Dhammacakkappavattana Sutta).

En otras palabras, esta verdad considera el hecho fundamental ligado de manera inherente a todas las cosas del mundo, según el cual la vida, en todas sus dimensiones, resulta insatisfactoria para la mayoría de las personas. Obviamente, a los males mencionados en el arriba citado fragmento, se podrían agregar muchos otros ejemplos que a menudo experimentamos en nuestras vidas, pero lo que Buda quiso enfatizar era el carácter general de esta experiencia. La universalidad del sufrimiento, se manifiesta, por ejemplo, en que en la India de la época de Buda, las personas sufrían de la misma manera que sufren hoy en día en América Latina o en cualquier parte del mundo. Este hecho nada tiene que ver con las posesiones materiales u otros aspectos que hacen a la estratificación social. Si alguien pregunta ¿qué tienen en común el mendigo que duerme debajo del puente de Tamesis en Londres y la Reina de Inglaterra que descansa en su palacio, tan sólo unos pocos kilómetros de aquel lugar? la respuesta sería que ambos, a pesar de la enorme distancia social que los separa, comparten el mismo hecho de tener que sufrir: quizá en diferentes grados y de maneras distintas, pero lo cierto es que ninguno de los dos se escapa de este sentimiento de insatisfacción y desesperanza que, tarde o temprano, nos llega a todos.

Esta Primera Noble Verdad no debe ser comprendida como un principio filosófico metafísico abstracto, sino como una realidad concreta que todos compartimos y experimentamos en la vivencia cotidiana. El enfoque de Buda sobre la universalidad del sufrimiento puede parecer muy pesimista, a primera vista, pero hay que señalar que la palabra dukkha , la cual se traduce generalmente como “sufrimiento, en pali significa literalmente «incapaz de ser satisfecho» y se refiere al mundo de los sentidos, que manifiesta una crónica imposibilidad de llenar el corazón del hombre de una completa felicidad.

 

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En numerosas ocasiones el Buda hace referencia al sufrimiento inherente a la vida. Una de las fuentes budistas más antiguas y apreciadas es “Dhammapada” (Los Versos de la Verdad), la cual empieza con el siguiente afirmación:
“La mente precede todo lo que puede ser conocido. La mente es su fundamento y le da forma. Si uno habla o actúa con una corrompida e impura, el sufrimiento le seguirá de la misma manera que la rueda sigue la pezuña del buey” (Dhammapada 1,1).

 

Finalmente, debemos notar que lo que expresa esta sentencia es que «el sufrimiento está presente en el mundo de manera universal», y no que «yo estoy sufriendo». A primera vista, la diferencia entre ambas expresiones no parece ser demasiado importante pero, como veremos a continuación en los siguientes capítulos, la misma va a adquirir mucha relevancia a la luz de una de las principales enseñanzas budistas sobre la no existencia real del «yo» o del «alma» (anatta ): mientras que la primera afirmación sólo constata el hecho de la existencia del sufrimiento, la segunda se identifica con él. De hecho, una de las principales características de la meditación budista consiste precisamente en mirar nuestros estados de ánimo como si en realidad no nos pertenecieran, no identificarse con ellos: «he aquí que hay un sentimiento de angustia, alegría, dolor, pena, gozo, aburrimiento, emoción, etc. Cada uno aparece, dura un tiempo y se desvanece. Unos duran más, otros menos, pero yo, en esencia, no soy este sentimiento, ni tampoco el otro, no me identifico con ninguno».

Otros creen que el hecho de elevar el sufrimiento al estatus de una «Noble Verdad» parece muy de mal gusto y que sería mucho mejor olvidarse de él por completo: en vez de centrarse en penas y frustraciones, enfatizar lo positivo, lindo y alegre de la vida. ¿Por qué no hablar de la belleza y de los placeres, en vez de ocuparse del envejecimiento, dolores y angustias? Para el hombre moderno es espantoso hablar de estos temas, por eso prefiere evitarlos u olvidarse de ellos. El hombre tiende a eliminar todo lo que en su camino encuentra molesto: tal como extermina los mosquitos con el spray, pretende eliminar las penas con unos tragos, buenos chistes o ceremonias religiosas. El Buda simplemente llama la atención que este método de enfrentar los problemas es ineficaz: los mosquitos siempre vuelven. De lo que se trata, sin embargo, no es luchar contra el sufrimiento sino comprenderlo: examinar su naturaleza y su origen, para luego, sobre esta base, poder liberarse del mismo.

Para entender el sufrimiento necesitamos investigarlo o, por lo menos, mirarlo de frente. Observar hasta las más mínimas insatisfacciones diarias: irritaciones, desilusiones, nerviosismos, decepciones y otros. Ser conscientes de ellas y convertirlas en objeto de nuestro entendimiento. Pero, ¿qué tanto podemos aprender observando el sufrimiento? Pues, antes que nada, podremos descubrir su origen, lo que no es poco, pero de este tema ya se ocupa la Segunda Noble Verdad del Buda.