SN 2,26 Rohitassa Sutta – Discurso con Rohitassa

Un deva bastante viajero aprende que no necesitamos viajar hasta el fin del mundo para encontrar el fin del sufrimiento; no necesitamos mirar más allá de lo que tenemos aquí: este nuestro cuerpo [Th.].

[Leer en pali]

[26] {107} En Savatthi. Estando de pie a un lado, el joven deva Rohitassa se dirigió al Bienaventurado con estas palabras:

 

«¿Es posible, venerable señor, alcanzar por medio de un viaje el fin del mundo? ¿Ver o conocer el lugar donde nadie nace, envejece ni muere, donde no hay fallecimientos ni renacimientos?»

 

«Yo digo, amigo, que aquel fin del mundo, el lugar donde nadie nace, envejece ni muere, donde no hay fallecimientos ni renacimientos, no puede ser conocido, visto ni alcanzado por medio de un viaje» [1].

 

«¡Esto es maravilloso, venerable señor! ¡Es asombroso, venerable señor! Qué bien esto ha sido proclamado por el Bienaventurado: ‘Yo digo, amigo, que aquel fin del mundo, el lugar donde nadie nace, envejece ni muere, donde hay fallecimientos ni renacimientos, no puede ser conocido, visto ni alcanzado por medio de un viaje’.

 

«Una vez, venerable señor, en el pasado, he sido un vidente de nombre Rohitassa, el hijo de Bhoja; poseía entonces poderes espirituales y era capaz de viajar por el cielo. Mi velocidad era muy grande, venerable señor, así que podía moverme tan rápidamente como un bien inclinado arquero -entrenado, hábil, adiestrado y experimentado- fácilmente lanza más allá de la sombra de la palmera borassus, su luminosa flecha. Mi paso fue tal, venerable señor, que parecía abarcar el espacio entre el océano oeste y el océano este. Entonces, venerable señor, este deseo surgió en mí: ‘Voy a llegar al fin del mundo mediante el viaje’. Poseyendo semejante velocidad, poseyendo semejante paso y teniendo la expectativa de vida de cien años, viviendo por cien años, he viajado a lo largo de cien años, sin pausa alguna excepto para comer, beber, preparar la comida y los bocados, defecar y orinar, y dormir para disipar la fatiga. Aún así, he muerto en el camino sin haber alcanzado el fin del mundo.

 

«Por eso, ¡esto es maravilloso, venerable señor! ¡Es asombroso, venerable señor! Qué bien esto ha sido proclamado por el Bienaventurado: ‘Yo digo, amigo, que aquel fin del mundo, el lugar donde nadie nace, envejece ni muere, donde hay fallecimientos ni renacimientos, no puede ser conocido, visto ni alcanzado por medio de un viaje'».

 

«Sin embargo, amigo, yo digo también que sin haber llegado al fin del mundo es imposible poner fin al sufrimiento. Es precisamente en este armazón de una braza alta, dotado de percepción y la mente, donde yo he conocido el mundo, el origen del mundo, el cese del mundo y el sendero que conduce al cese del mundo.»

 

El fin del mundo nunca puede ser alcanzado

 

Por medio de un viaje,

 

Sin embargo, sin haber alcanzado el fin del mundo,

 

No  hay liberación del sufrimiento.

 

Por lo tanto, el veraz, el conocedor del mundo, el sabio,

 

Va hacia el fin del mundo, realizando la vida santa,

 

Habiendo conocido el fin del mundo, en paz,

 

No anhela ni este mundo ni ningún otro.


 

 

NOTA:

 

[1] Los Comentarios explican que Rohitassa planteó su pregunta en referencia a la «esfera del mundo estelar» (cakka-vala-loka), o sea, al universo físico lo que hoy  denominaríamos el cosmos, sin embargo el Buda en su respuesta se refirió al mundo de las formaciones (sankhara-loka), o sea, al mundo que  continuamente construimos  mediante nuestras acciones corporales, verbales y mentales, que lo condicionan. En este sentido, si bien el fin o los límites del universo físico no revisten importancia alguna para el practicante, el fin del mundo de las formaciones es imperativo e implica la meta final de la liberación: el cese los sankharas.

 

FUENTES:

 

Bhikkhu Bodhi (2000) «Rohitassa» en The Connected Discourses of the Buda: A Translation of the Samyutta Nikaya. Boston, Wisdom Publications. Págs. 157-158.

 

«Rohitassasutta» en World Tipitaka Edition, http://studies.worldtipitaka.org/tipitaka/12S1/2/2.3/2.3.6 13 de mayo de 2008


 

Traducido y editado por Anton P. Baron

Publicación de Bosque Theravada, 2010.

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