Utilizando la tranquilidad y la sabiduría

«Sobre la meditación» es una compilación de extractos de las pláticas de Ajahn Chah, cuya temática se centra en las instrucciones sobre la práctica de la meditación.

Por Ajahn Chah

Calmar la mente significa encontrar el correcto equilibrio. Si intentas forzar tu mente demasiado ésta se aleja; si no lo intentas lo suficiente no llega, pierde el punto de equilibrio. Normalmente la mente no está quieta, se está moviendo todo el tiempo. Debemos fortalecer la mente. Fortalecer la mente y fortalecer el cuerpo no es lo mismo. Para fortalecer el cuerpo tenemos que hacer ejercicio, tenemos que obligarlo para hacerlo fuerte, pero fortalecer la mente significa sosegarla, no estar pensando en esto o lo otro. Para la mayoría de nosotros la mente nunca ha estado quieta, nunca ha tenido la energía de samadhi con la cual establecerla dentro de ciertos límites. Nos sentamos en meditación para permanecer con «el que conoce», «el que sabe».

Si forzamos nuestra respiración para que sea muy larga o muy corta, no estamos equilibrados, la mente no se tranquilizará. Es como cuando utilizamos por primera vez una máquina de coser de pedales. Al principio, antes de coser algo, practicamos sólo el pedaleo de la máquina para alcanzar una correcta coordinación. Seguir la respiración es similar. No nos preocupamos de cuán larga o corta, débil o fuerte sea, sólo la observamos. Simplemente la dejamos ser, siguiendo su respirar natural.
 
Cuando está equilibrada, tomamos la respiración como nuestro objeto de meditación. Cuando inspiramos, el comienzo de la respiración está en la punta de la nariz, la mitad de la respiración en el pecho y el final de la respiración en el abdomen. Éste es el camino de la respiración.
 
Cuando espiramos, el comienzo de la respiración está en el abdomen, la mitad en el pecho y el final en la punta de la nariz. Simplemente toma nota de este camino de la respiración de la punta de la nariz, al pecho y al abdomen, luego del abdomen, al pecho y a la punta de la nariz. Tomamos nota de estos tres puntos en orden para hacer firme a la mente, para limitar la actividad mental y conseguir así que la atención consciente y la autoconsciencia puedan surgir fácilmente.
 
Cuando nuestra atención se asienta en estos tres puntos, podemos dejarlos a un lado y observar la inspiración y la espiración, concentrándonos únicamente en la punta de la nariz o en la parte superior del labio, donde el aire pasa en su curso hacia el interior y exterior. No tenemos que seguir la respiración, solo establecer la atención consciente frente a nosotros en la punta de la nariz y observar la respiración en este punto: entrando, saliendo, entrando, saliendo.
 

No hay necesidad de pensar en nada especial, sólo concentrarse en esta simple tarea por el momento, teniendo una presencia continua de la mente. No hay nada más que hacer, simplemente inspirar y espirar.

 
Pronto la mente se torna en paz, la respiración refinada. La mente y el cuerpo se vuelven ligeros. Éste es el estado correcto para el trabajo de la meditación.
 
Al sentarnos en meditación la mente se vuelve refinada, pero en cualquier estado en el que esté deberíamos intentar ser conscientes de él, conocerlo. La actividad mental está ahí, junto con la tranquilidad. Existe la acción de traer la mente al tema de la contemplación (vitakka), pero si no hay demasiada atención consciente, no habrá mucho vitakka. Si la hay, entonces la contemplación en ese tema (vicara) le seguirá. Varias impresiones mentales débiles pueden surgir de vez en cuando pero nuestra autoconsciencia es lo que importa. Cualquier cosa que pueda estar sucediendo nosotros lo sabremos continuamente. Conforme vamos profundizando, vamos siendo conscientes constantemente del estado de nuestra meditación, sabiendo si la mente está firmemente establecida o no. De esta manera, tanto la concentración como la consciencia están presentes.
 
Tener una mente en paz no significa que no haya nada sucediendo, las impresiones mentales aparecen. Por ejemplo, cuando hablamos del primer nivel de la mente sosegada (es decir, la absorción en jhana), decimos que tiene cinco factores. Junto con vitakka y vicara, el gozo o arrobamiento (piti) surge con el tema de la contemplación y, luego, la felicidad (sukha). Estas cuatro cosas se encuentran juntas en la mente establecida en la tranquilidad. Son como un estado. El quinto factor es la unidireccionalidad de la mente. Puedes preguntarte cómo puede haber unidireccionalidad de la mente cuando están presentes también todos estos otros factores. Ésto sucede porque todos se unifican en ese fundamento de la tranquilidad. Juntos se les llama estado de samadhi. No son estados ordinarios de la mente, son factores de absorción. Existen estas cinco características, pero no perturban la tranquilidad básica. Está vitakka (traer a la mente al tema de la concentración), pero no perturba la mente. Vicara (la contemplación de ese tema) y luego el arrobamiento y la felicidad surgen, pero no perturban la mente. La mente es, por tanto, una con estos factores. El primer nivel de absorción en la tranquilidad es así.
 
No tenemos que llamarlo primer jhana, segundo jhana, tercer jhana, etc., llamémoslo simplemente «una mente tranquila». Conforme la mente vaya volviéndose progresivamente más calmada, prescindirá de vitakka y vicara, dejando tan solo el arrobamiento y la felicidad. ¿Por qué la mente abandona vitakka y vicara? Porque al volverse la mente más refinada, las actividades de vitakka y vicara resultan demasiado toscas para quedarse. En este punto, cuando la mente abandona vitakka y vicara, las sensaciones de gran arrobamiento pueden aparecer, las lágrimas pueden fluir. Pero conforme el samadhi aumenta, el arrobamiento también es abandonado, dejando sólo la felicidad y la unidireccionalidad de la mente, hasta que finalmente incluso la felicidad se marcha y la mente alcanza su mayor refinamiento. Sólo hay ecuanimidad y unidireccionalidad de la mente. Todo lo demás ha sido dejado atrás. La mente permanece inmóvil.
 
Esto puede suceder una vez que la mente está tranquila. No tienes que pensar mucho en ello, simplemente sucede por sí mismo cuando los factores causales están maduros. A ésto se le llama la energía de una mente tranquila. En ese estado la mente no está somnolienta; los cinco obstáculos, el sentido del deseo, la aversión, la inquietud, el embotamiento y la duda, han huido. Pero si la energía mental no es lo suficientemente fuerte y la atención consciente es débil, ocasionalmente aparecerán impresiones mentales molestas. La mente está tranquila, pero es como si hubiera una «nubosidad» dentro de la calma. Aunque no es un tipo normal de aletargamiento, pueden manifestarse algunas impresiones. Tal vez escuchemos un sonido o veamos un perro o algo parecido. No es lo suficiente claro, pero no es un sueño tampoco. Esto sucede porque estos cinco factores se han vuelto desequilibrados y débiles. 
 
La mente tiende a jugar malas pasadas dentro de estos niveles de tranquilidad. Imágenes mentales aparecerán a veces cuando la mente esté en este estado, a través de alguno de los sentidos, y puede que el meditador no pueda decir con exactitud qué está pasando. «¿Estoy durmiendo? No. ¿Es un sueño? No, no es un sueño». Estas impresiones surgen de un cierto tipo de tranquilidad; pero si la mente está verdaderamente en calma y con claridad no dudamos de las varias impresiones mentales o imaginería que surgen. Preguntas como: «¿Me he desviado? ¿Estaba durmiendo? ¿Me he perdido?», no surgen porque éstas son características de una mente que aún está dudando. «¿Estoy dormido o despierto?». Aquí la mente está borrosa. Ésta es la mente que se pierde en sí misma. Es como la luna que se pone detrás de una nube. Todavía puedes ver la luna, pero las nubes cubriéndola la vuelven brumosa. No es como la luna que ha emergido desde atrás de las nubes, clara, definida y brillante.
 
Cuando la mente está tranquila y establecida firmemente en la atención consciente y en la autoconsciencia, no habrá dudas respecto de los varios fenómenos que encuentre. La mente estará realmente más allá de los obstáculos. Claramente sabremos todo lo que surge en la mente tal cual es. No dudaremos porque la mente es clara y brillante. La mente que alcanza el samadhi es así.
 
A algunas personas les resulta difícil entrar en samadhi porque no tienen las tendencias apropiadas. Existe samadhi, pero no es fuerte o firme. Sin embargo uno puede obtener tranquilidad a través del uso de la sabiduría, contemplando y viendo la verdad de las cosas, resolviendo problemas de esa manera. Ésto es utilizar la sabiduría más que el poder del samadhi. Para alcanzar la calma en la práctica, no es necesario estar sentado en meditación. Solo pregúntate: «¿Qué es eso?». ¡Y resuelve tu problema ahí! Una persona con sabiduría es así. Tal vez él o ella no pueda realmente obtener altos niveles de samadhi, aunque debe haber alguno, lo suficiente para cultivar la sabiduría. Es como la diferencia entre cultivar arroz y cultivar maíz. Uno puede depender del arroz más que del maíz para su propio sustento. Nuestra práctica puede ser así, podemos depender más de la sabiduría para resolver problemas. Cuando veamos la verdad, la paz aparece.
 
Los dos caminos no son iguales. Algunas personas tienen una visión profunda (vipassana) y son fuertes en sabiduría, pero no tienen mucho samadhi. Cuando se sientan en meditación no están muy tranquilos. Tienden a pensar mucho, contemplando esto y lo otro, hasta que finalmente contemplan la felicidad y el sufrimiento y ven su verdad. Algunos se inclinan más hacia ésto que hacia samadhi. Ya sea de pie, caminando, sentado o estando tumbado, la iluminación puede tener lugar. A través de la observación, a través de la renuncia, obtienen la paz. Obtienen la paz a través del conocimiento de la verdad, a través de ir más allá de la duda, porque ellos la han visto por sí mismos.
 
Otras personas tienen menos sabiduría pero su samadhi es muy fuerte. Pueden entrar rápidamente en un samadhi muy profundo, pero sin tener mucha sabiduría, no pueden atrapar sus corrupciones a tiempo, no las conocen. No pueden resolver sus problemas. Pero independientemente del acercamiento que utilicemos, necesitamos deshacernos del pensamiento incorrecto, quedándonos únicamente con la visión o punto de vista correcto. Debemos deshacernos de la confusión, dejando sólo la paz.
 
Con cualquiera de estos dos caminos terminaremos en el mismo lugar. Existen estas dos caras de la práctica, pero estas dos cosas, calma y visión profunda, van unidos. No podemos deshacernos de ninguno de ellos. Deben ir juntos.
 
Aquello que observa los diferentes factores que surgen durante la meditación es la atención consciente. Esta atención consciente es una condición que, a través de la práctica, puede ayudar a que surjan los otros factores. La atención consciente es la vida. Cuando no tenemos atención consciente, cuando nos distraemos, es como si estuviéramos muertos. Si no tenemos atención consciente, entonces nuestro lenguaje y acciones no tienen sentido. La atención consciente es simplemente el recuerdo. Es una causa para la aparición de la autoconsciencia y la sabiduría. Cualquier virtud que hayamos cultivado es imperfecta si no tenemos atención consciente. La atención consciente es aquello que nos observa mientras estamos de pie, caminando, sentados y tumbados. Incluso cuando ya no estamos en samadhi, la atención consciente debería estar presente en todo momento. 
 

FUENTE:

 

AJAHN CHAH (2010) On Meditation: Instructions from talks by Ajahn Chah. Ubon Rachatani, The Sangha of Wat Pah Nanachat.


Traducción: DhammaJosé

Edición: Anton P. Baron y Federico Angulo

Publicación de Bosque Theravada, 2011, 2020.