Del artículo «La toma de refugio y la recepción de los cinco preceptos«, por Bhikkhu Bodhi.
Para entrar por la puerta de la enseñanza del Buda no basta con el mero conocimiento referencial de los objetos de refugio. La puerta de entrada a la enseñanza es la toma de refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha. Comprender el significado de los objetos de refugio es una cosa, tomar refugio en ellos es otra, y es únicamente la toma de refugio lo que constituye la entrada real a la dispensación.
Pero, ¿qué es la toma de refugio? A primera vista podría parecer que es el compromiso formal hacia la Triple Joya expresado mediante la recitación de la fórmula de Refugio, pues es este acto el que marca la adhesión a la enseñanza del Buda. Sin embargo, tal comprensión sería superficial. Los tratados dejan claro que la verdadera toma de refugio implica mucho más que la recitación de una fórmula preestablecida. Indican que bajo la expresión verbal de la toma de refugio corre al mismo tiempo otro proceso que es esencialmente interior y espiritual. Este otro proceso es el compromiso mental hacia la toma de refugio.
Tal y como es definida en los comentarios, la toma de refugio es en realidad una acontecimiento de la conciencia: «Es un acto de conciencia exento de contaminaciones, (motivado) por la confianza en y la veneración por (la Triple Joya), tomando (la Triple Joya) como el recurso supremo» [1]. Al decir que el acto está «exento de contaminaciones» subraya la necesidad de sinceridad para llevarlo a cabo. El refugio no es puro si es realizado con una motivación contaminada — basado en el deseo de reconocimiento, orgullo o miedo a ser censurado. La única motivación válida para tomar refugio es la confianza y veneración dirigida hacia la Triple Joya. El acto de conciencia motivado por la confianza y veneración sucede «tomando la Triple Joya como el recurso supremo» (parayana). Que la Triple Joya sea tomada como el «recurso supremo» significa que es percibido como la única fuente de liberación. Al dirigirse hacia el triple refugio como recurso supremo, la toma de refugio se convierte en un acto de apertura y autoentrega. Abandonamos nuestras defensas ante los objetos de refugio y nos abrimos a su capacidad de ayuda. Abandonamos nuestro ego, nuestra pretensión de autosuficiencia y nos acercamos a los objetos de refugio con la confianza de que pueden guiarnos en la liberación de nuestra confusión, trastorno y dolor.
Al igual que cualquier otro acto de conciencia, la toma de refugio es un proceso complejo constituido por múltiples factores. Estos factores pueden clasificarse mediante tres facultades básicas: inteligencia, volición y emoción. Para arrojar mayor luz en el acto de tomar refugio nos centraremos en el proceso mental que subyace al acto externo, analizarlo según dichas facultades y ver como cada una de ellas contribuye a su carácter total. Es decir, examinaremos la toma de refugio como un acto de inteligencia, voluntad y emoción.
Sin embargo, antes de hacerlo, se hace necesaria una advertencia. Cualquier fenómeno particular representa mucho más que lo inmediatamente visible, incluso aplicándosele una investigación aguda. Por ejemplo, una semilla tiene una significación mucho mayor que el grano de materia orgánica observado por la vista. Por un lado reúne en sí misma toda la historia de los árboles que colaboraron en su formación, por otro, apunta hacia los múltiples árboles potenciales encerrados en su cáscara. Igualmente, el acto de conciencia implícito en la toma de refugio representa la cristalización de una vasta red de fuerzas que se extiende hacia atrás, hacia delante y hacia fuera en todas direcciones. Se sitúa simultáneamente en medio de las múltiples líneas de experiencia que convergen sobre su formación, desde la oscuridad del más remoto pasado hasta incluir el potencial para futuras líneas de desarrollo apenas bosquejadas en su contenido inmediato. Esto se aplica igualmente al acto de tomar refugio como un todo y a sus factores constitutivos: tanto la totalidad como sus partes deben verse como concreciones momentáneas con una vasta historia, pasada y futura, oculta a nuestra mirada. Por tanto, lo que emerge a partir de un escrutinio analítico de la toma de refugio debería ser comprendido únicamente como una fracción de lo que el acto implica según su trasfondo y evolución futura.
Volviendo al acto de tomar refugio como tal, encontramos en primer lugar que es un acto de comprensión. Si bien está inspirado por la veneración y la confianza, debe ser guiado por la visión, por una percepción inteligente que le proteja de los peligros de la emotividad ciega. La facultad de la inteligencia conduce el acto de refugio hacia la actualización de su impulso interno en pos de la liberación. Esta distingue el fruto de las distracciones, y previene al aspirante de desviarse de su búsqueda hacia el fruto para perseguir fines inútiles. Por esta razón encontramos que en la formulación del Noble Sendero Óctuple la Recta Visión se coloca en primer lugar. Para seguir el sendero debemos ver desde dónde parte, dónde va y los pasos que han de darse para pasar de un punto al otro.
En su forma inicial, la facultad de inteligencia implícita en la toma de refugio incluye la insatisfacción básica de la existencia que hace necesaria la confianza en el refugio. El sufrimiento ha de verse como un rasgo omnipresente que infecta nuestra existencia hasta su raíz, el cual no puede ser eliminado por paliativos superficiales sino únicamente por un tratamiento integral. Hemos de ver más allá y reconocer que las causas de nuestra insatisfacción y desasosiego residen en nuestro interior, en nuestro apego, sed e ilusiones, y que para liberarse del sufrimiento debemos seguir una dirección que extinga sus causas.
La mente también necesita captar la fiabilidad de los objetos de refugio. La certeza absoluta sobre el poder emancipador de la enseñanza sólo puede venir después, con el logro del sendero, pero ya desde el principio ha de establecerse una inteligente convicción de que los objetos de refugio son capaces de suministrar ayuda. Para este fin el Buda ha de ser examinado mediante la investigación de los relatos sobre su vida y carácter, su enseñanza escrutada por si existen en ella contradicciones e irracionalidades y la Sangha abordada para ver si es digna de fe y confianza. Sólo si los tres pasan estos chequeos podrán considerarse soportes seguros para la realización de nuestro fin último.
La inteligencia entra en juego no sólo durante la decisión inicial de tomar refugio, sino a través de todo el curso de práctica. El crecimiento de la comprensión conlleva un compromiso más profundo con los refugios y la profundización del refugio interior facilita el crecimiento de la comprensión. El clímax de este proceso de desarrollo recíproco es el logro del sendero supramundano. Cuando surge el sendero y se penetra la verdad de la enseñanza el refugio se vuelve irreversible, pues ha sido verificado por experiencia directa.
La toma de refugio es también un acto de volición. Resulta de una decisión voluntaria libre de coacción o presiones externas. Es una elección que debe ser aparappaccaya, «no obligada por otros». Este acto libremente elegido produce una reestructuración de la volición de amplio alcance. Mientras que previamente la voluntad podría haberse dispersado entre multitud de intereses y asuntos, cuando la toma de refugio adquiere ascendencia la voluntad se ordena de un modo unificado determinada por el nuevo compromiso. El ideal espiritual se convierte en el centro de la vida interior, expulsando los intereses menos cruciales y relegando los demás a una posición subordinada a su propia dirección. De este modo, el acto del refugio conduce a la mente a una armonización de los valores, los cuales ascienden y convergen ahora sobre la aspiración fundamental por la liberación como propósito rector de toda actividad.
El acto de tomar refugio también efectúa una inversión profundamente arraigada en el movimiento de la voluntad. Antes de tomar refugio la voluntad tiende a moverse en una dirección externa, pujando por la extensión de sus límites de auto identidad. Busca la obtención de mayor territorio para sí mismo, ampliar el alcance de sus posesiones, control y dominio. Cuando se busca refugio en la enseñanza del Buda se crea el terreno para que este modo de ser sea socavado e invertido. El Buda enseña que nuestro instinto hacia la autoexpansión es la raíz de nuestra esclavitud. Es una modalidad de sed, de apego y aferramiento que lleva de cabeza a la frustración y la desesperación. Cuando se comprende esto el peligro de la búsqueda egocéntrica emerge a la superficie y la voluntad se vuelve hacia la dirección opuesta, moviéndose en pos de la renuncia y el desapego. Los objetos de apego son abandonados gradualmente, el sentido de «yo» y «mío» es retirado de los objetos con los cuales se estaba aferrado. Ahora se contempla que la liberación última se halla, no en la expansión del ego hasta alcanzar los límites de su infinitud, sino en la completa abolición de la ilusión del ego en su misma base.
El tercer aspecto de la toma de refugio es el emocional. Si bien tomar refugio requiere más que un fervor emotivo, por otra parte no podrá alcanzar una fructificación total sin el ímpetu ascendente de las emociones. Las emociones incluidas en el acto del refugio son principalmente tres: confianza, veneración y amor. La confianza (pasada) es un sentimiento de apertura serena respecto al poder protector de los objetos de refugio, basado sobre una clara comprensión de sus cualidades y funciones. La confianza hace surgir la veneración (gaurava), un sentimiento de respeto, estima y reverencia nacido de una creciente conciencia sobre la naturaleza sublime y elevada de la Triple Joya. No obstante, esta veneración no permanece fría, formal y distante. A medida que experimentamos el efecto transformador del Dharma en nuestra vida, la veneración despierta el amor (pema). El amor añade el elemento de calidez y vitalidad a la vida espiritual. Enciende la llama de la devoción, llegando a expresarse en actos de servicio entregado mediante los cuales se expande la capacidad protectora y liberadora del triple refugio a los otros.