Del libro El Buda y sus discípulos, del Ven. Shravasti Dhammika.
106. Ya desde su juventud, Devadatta había estado celoso del Buda, y aunque se había hecho monje sus celos persistían. Siempre estaba resentido a la sombra del Buda, pero no decía nada, esperando que si el Buda moría, o envejecía demasiado como para seguir liderando al Sangha, él tendría una buena oportunidad para hacerse cargo, siendo tan próximo al Buda como era. Devadatta no carecía de talentos, a pesar de su naturaleza desagradable; había desarrollado poderes psíquicos, los que por supuesto habían atraído hacia él a muchos admiradores. Desafortunadamente, sus poderes y la atención que recibía sólo servían para hacerlo más orgulloso y ambicioso.
107. Aproximadamente por esa época sucedió que el príncipe Ajatasattu se estaba poniendo muy impaciente por ascender al trono. Su padre, el Rey Bimbisara, había gobernado durante muchos años y parecía muy probable que siguiera gobernando durante mucho más tiempo, lo que significaba que Ajatasattu sería viejo antes de convertirse en rey. Devadatta conocía el apuro del Príncipe Ajatasattu y viendo que tenían algo el común, decidió que debían trabajar juntos. Usó sus poderes psíquicos para impresionar al príncipe. Un día, mientras Ajatasattu estaba sentado solo, súbitamente apareció sobre su regazo un joven muchacho envuelto en serpientes. Completamente aterrorizado, Ajatasattu empujó al joven y con voz temblorosa preguntó: “¿Quién eres?” “Yo, Príncipe, soy Devadatta”. El príncipe respondió con voz temblorosa: “Si realmente eres Devadatta, entonces por favor asume tu forma verdadera”. Devadatta obedeció y se paró frente al asombrado príncipe, quien dijo: “Estoy impresionado, reverendo señor. Verdaderamente usted es un monje de gran logro”.
108. Desde ese momento, Devadatta tuvo libre acceso al palacio y Ajatasattu frecuentemente lo esperaba con comidas abundantes y regalos caros. Teniendo un aliado poderoso, el siguiente paso de Devadatta era convencer al Buda para que renunciara a su favor. Un día, mientras el Buda estaba sentado junto a una gran cantidad de monjes, Devadatta se adelantó, se inclinó, y dijo: “Señor, liderar el Sangha a su edad debe ser una gran carga. Renuncie y yo lideraré al Sangha en su lugar. Tomaré esta responsabilidad así usted puede vivir cómodamente”. Él creía obviamente que los demás monjes, preocupados por el bienestar del Buda estarían satisfechos con esta idea y le pedirían al Buda que se retirara. Pero el Buda era bien conciente de las intenciones de Devadatta y no era influido por la opinión de la mayoría. Firme y severamente descartó la idea. “Ni siquiera delegaría el Sangha a Sariputta o Moggallana, menos aun a ti, tú que deberías ser tosido como saliva”. Devadatta fue humillado con esta respuesta y en su corazón se juró revancha.
Un día, después de que el Príncipe Ajatasattu se quejara ante él de su rol como príncipe, Devadatta le dijo: “En el pasado, las personas vivían hasta una edad avanzada, ahora no. Es posible que mueras siendo príncipe. Mata a tu padre y hazte rey. Yo mataré al Buda y me haré líder de el Sangha”. Al comienzo Ajatasattu quedó impactado con esta sugerencia, pero su ambición y su deseo de poder eran tan grandes que no le llevó mucho tiempo ver las ventajas de ese plan.
109. Pronto, Devadatta creó un plan para matar al Buda con la ayuda de Ajatasattu. Enviaron a un hombre para que matara al Buda y pensaron en matar al hombre también para que no hubiera testigos. Sin embargo, el hombre tenía escrúpulos y no estaba ansioso de crearse un mal karma matando a una persona tan santa. Cuando realmente estuvo frente al Buda, se le hizo imposible matarlo. El hombre se quebró y le confesó al Buda lo que había planeado hacer. El Buda lo perdonó y le pidió que se hiciera discípulo laico. Cuando Devadatta escuchó esto, se enfureció y decidió que si había que matar al Buda, debía hacerlo él mismo. Cuando el Buda iba a Rajagaha generalmente se quedaba en Gijjakuta, una pequeña colina rocosa un poco más allá de la puerta este de Rajagaha. Devadatta escaló el Gijjakuta, y cuando vio al Buda subiendo y bajando a los pies de la colina, empujó una gran roca hacia él. Justo antes de que llegara al Buda, la roca golpeó otra piedra que la desvió, aunque algunas piedras golpearon al Buda lastimando sus pies. Un tiempo después, Devadatta fue a los establos reales, donde había un elefante enorme y feroz llamado Nalagiri. Se acercó a los cuidadores y les dijo: “Soy amigo del rey. A mi pedido, alguien en una posición baja puede ser ascendido, y alguien en una posición alta puede ser degradado. Quiero que larguen a este elefante en el camino del Buda cuando él esté bajando el sendero”. Los cuidadores accedieron al pedido inmediatamente. El día siguiente, el Buda y un pequeño grupo de monjes caminaba por Rajagaha para reunir limosnas. Cuando doblaron en una esquina de una calle estrecha, se encontraron frente a un elefante furioso. Los monjes le pidieron al Buda que regresaran, pero él siguió caminando con calma. La gente miraba por las ventanas y se subía a los techos para ver qué pasaría. Nalagiri arremetió en la calle. La gente salía corriendo para escapar, mientras otros miraban horrorizados. El Buda dominó al elefante con pensamientos de bondad amorosa (metta), calmándolo, lo que le permitió acercarse y golpearle la cabeza. Esta confrontación causó un gran revuelo en Rajagaha y durante semanas la gente andaba por la ciudad cantando una canción sobre el tema. Uno de los versos decía:
“Algunos son domados por látigos y fustas.
Pero el elefante por el gran sabio fue domado.
Por la bondad amorosa, sin palos ni espadas”.
110. Mientras tanto, Ajatasattu ató una daga a su pierna, y lleno de temor intentó entrar a la habitación del rey. Pero los guardias lo desafiaron y el complot fracasó. El Rey Bimbisara llegó a escuchar sobre los intentos de su hijo para asesinarlo, y profundamente entristecido, decidió renunciar a su favor. Aunque ya no era rey, Bimbisara aun apoyaba al Buddha, lo que preocupaba a Devadatta. Así que incitó a Ajatasattu a matar a su padre. “Mientras viva tu padre, estarás en peligro. Eres como un hombre que pone un nuevo parche en un tambor con una rata dentro”. Bimbisara fue encerrado y se lo privó de alimentos. La Reina Kosaladevi, la única persona a quien se le permitía visitar al rey, ingresaba comida escondida entre sus ropas. Cuando la descubrieron, cada vez que iba de visita la revisaban. Entonces ella se frotaba el cuerpo con catumadhura, una crema nutritiva, y el rey la lamía, cosa que lo mantenía vivo. Después de dos semanas, viendo que aun estaba vivo, el rey Ajatasattu envió algunos hombres a la celda para que lo mataran. Así terminó la vida de un rey popular y justo, que era además uno de los más entusiastas patrocinadores del Buda.
111. Después de fracasar en varios intentos de matar al Buddha, Devadatta decidió que si no podía liderar el Sangha, al menos intentaría liderar a algunos monjes.
El Buda se esforzaba por transformar la sociedad en la que vivía, cuestionando, y cuando era necesario incluso criticando algunas de las suposiciones que sostenían sus contemporáneos. Algo para lo que tenía poco tiempo eran las ostentosas y extremas austeridades que practicaban muchos ascetas. Como él rechazaba complacerse en cualquiera de esas prácticas, sus oponentes lo acusaban a menudo de ser débil y de amar la lujuria. Incluso algunos monjes Budistas creían que el Sangha estaba perdiendo su carácter austero original, y que los monjes Budistas debían vivir como los otros ascetas. Devadatta aprovechó esta insatisfacción y comenzó a demandar reglas más estrictas, demanda que ganó el apoyo de algunos monjes. Finalmente, él y sus seguidores fueron a ver al Buda y le pidieron que se hicieran obligatorias para todos los monjes cinco prácticas: que sólo pudieran vivir en el bosque, que sólo comieran lo que obtenían de las limosnas, que sólo vistieran hábitos hechos de despojos, que no debían vivir en monasterios y que debían ser vegetarianos. El Buda se rehusó, porque sabía que prácticas externas como esas no necesariamente generaban un cambio en el corazón. También comprendía que tales prácticas separarían a los monjes de los laicos, y que si eso ocurría el Dhamma quedaría relegado sólo a un pequeño grupo. Sin embargo también reconocía que algunos monjes se sentían más cómodos con un estilo de vida austero, así que aunque rechazó hacer obligatorias estas prácticas, dijo que los monjes que quisieran podrían practicarlas.
112. Mientras que el Buda estaba preparado para ser flexible, Devadatta no. Declaró que él y sus seguidores iban a comenzar a separar al Sangha. Los 500 monjes que él guiaba se fueron de Rajagaha hacia Gaya, donde el rey Ajatasattu les había construido un monasterio en Gavasisa, una colina rocosa al sur de la ciudad. Fue la crisis más grande en la vida del Buda; el Sangha se separó, se hicieron acusaciones de disciplina débil y los laicos no sabían a qué grupo apoyar. Sin embargo, a través de la crisis, el Buda permaneció en calma y no condenó públicamente a Devadatta. Pero algo debía hacerse, así que finalmente el Buda envió a Sariputta y Moggallana hacia Gaya para que intentaran recuperar a los monjes rebeldes. Cuando Devadatta los vio llegar, se sintió exultante, creyendo que ellos también habían abandonado al Buda. Cuando llegaron los recibió con entusiasmo y les pidió que se sentaran con él. Ellos se negaron cortésmente, pero se sentaron cerca de él. Devadatta dio entonces una larga charla, defendiendo sin duda su apoyo al ascetismo y criticando al Buda, y luego les pidió a Sariputta y a Moggallana que dieran una charla mientras él se retiraba a dormir. Después de que se fuera, Sariputta y Moggallana dieron unas charlas calmas y razonables, explicando que ninguna práctica ascética o cualquier rito o acto externo en sí mismos podían cambiar el corazón. También apelaron a la lealtad a su compasivo maestro, el Buda, y a la unidad y armonía del Sangha. Su autoridad de muchos años en el Sangha, su obvia libertad de rencor, y la racionabilidad de sus puntos de vista, convencieron gradualmente a los 500 monjes.
113. Cuando Sariputta y Moggallana terminaron, dijeron: “Esto es todo lo que teníamos que decir. Ahora regresaremos a Rajagaha”. Mientras se levantaban para irse, casi la totalidad de los 500 monjes se levantaron y los siguieron. Cuando Devadatta despertó por la mañana, encontró que sólo quedaban unos pocos seguidores. Se dice que estaba tan enojado que brotó sangre de su boca. Solo y desgraciado, los años siguientes Devadatta continuó quejándose y criticando al Buda ante cualquiera que quisiera escucharlo. Algunos lo hacían, pero la mayoría lo ignoraba o lo trataba con desprecio. Hacia el fin de su vida comenzó a arrepentirse de sus acciones pasadas y decidió disculparse ante el Buda. Pero antes de que los dos hombres se encontraran, Devadatta murió. Es interesante observar que cuando Fa Hsien, el peregrino chino, estuvo en India en el siglo 5 d.C., aún había algunos grupos pequeños que veían a Devadatta en lugar del Buda como su fundador.