Del artículo Las Cuatro Nobles Verdades, por Anton Baron.
Estar atento significa estar en el presente, ser conciente de lo que actualmente ocurre. Parece bastante simple, pero por otro lado esto significa también despertar al momento presente; despertar de las fantasías del futuro y de las imágenes del pasado, cosa que no siempre resulta fácil.
No sabemos exactamente el por qué, quizá a causa del miedo, aburrimiento o por costumbre, pero lo cierto es que al igual que la mayoría de las personas, no acostumbramos poner atención en el momento presente.
Voy a valerme de un significativo relato de Anthony de Mello, quién en un cuento titulado “Los bambúes”, trae a colación el significado de este paso:
Nuestro perro, Brownie, estaba sentado con mucha tensión: las orejas aguzadas, la cola meneándose tensamente, los ojos alertos, mirando fijamente hacia la copa del árbol. Estaba buscando a un mono. El mono, era lo único que en este momento ocupaba su horizonte consciente. Y, dado que no posee entendimiento, no había un solo pensamiento que viniera a turbar su estado de absoluta absorción: no pensaba en lo que comería esta noche, ni si en realidad tendría algo de comer, ni en dónde iba a dormir. Brownie era lo más parecido a la contemplación que yo haya visto jamás.
[…] Debes abandonar, en realidad, todo pensamiento, toda frase, y hacerte totalmente presente. Y la contemplación se produce.
Después de años de entrenamiento, el discípulo pidió a su maestro que le otorgara la iluminación. El maestro le condujo a un bosquecillo de bambúes y le dijo: ´Observa qué alto es ese bambú. Y mira aquel otro, qué corto es´. Y en aquel mismo momento el discípulo recibió la iluminación.
Dicen que el Buda intentó practicar toda espiritualidad, toda forma de ascetismo, toda disciplina de cuantas se practicaban en la India de su época, en un esfuerzo por alcanzar la iluminación. Y que todo fue en vano. Por último se sentó un día bajo un árbol que le dicen “bodhi” y allí recibió la iluminación. Más tarde transmitió el secreto de la iluminación a sus discípulos con palabras que pueden parecer enigmáticas a los no iniciados, especialmente a los que se entretienen con sus pensamientos: “Cuando respiréis profundamente, queridos monjes, sed conscientes de que estáis respirando profundamente. Y cuando respiréis superficialmente, sed conscientes de que estáis respirando superficialmente. Y cuando respiréis ni muy profunda ni muy superficialmente, queridos monjes, sed conscientes de que estáis respirando ni muy profunda ni muy superficialmente”. Consciencia. Atención. Absorción. Nada más. (De Mello, 2003:32-33).