La segunda Noble Verdad

Del artículo Las Cuatro Nobles Verdades, por Anton Baron.

La Noble Verdad del origen del sufrimiento. Esta Noble Verdad hace referencia a la causa u origen del sufrimiento.

He aquí, oh monjes, la Noble Verdad del origen del sufrimiento: el deseo que produce el continuo llegar a ser, acompañado por la codicia de los placeres, y que encuentra siempre algún nuevo deleite aquí y allá, es la causa del sufrimiento. El deseo puede ser por los placeres sensuales, por la existencia como también por la no existencia (Dhammacakkappavattana Sutta).

El sufrimiento, según se desprende de estas palabras del Buda, está causado por el apego a las diversas clases de deseos. En el citado pasaje se mencionan tres tipos de deseos. El primero consiste en lo que se denomina «el deseo de los placeres sensuales”. Es un tipo de deseos fácilmente experimentable y que no requiere de muchas explicaciones: cuando, por ejemplo, tomamos un bocadito de una de nuestras comidas favoritas de un sabor delicioso, podemos fácilmente observar cómo inmediatamente nace el deseo de disfrutar un segundo bocado. Estamos hablando de una experiencia cotidiana de la cual no hace falta filosofar demasiado: simplemente, probar algo delicioso en una pequeña cantidad y observar lo qué ocurre en nuestro interior. Éste, podría ser un simple ejemplo de lo que es un “deseo de los placeres sensuales”.

En segundo lugar, el Buda menciona el «deseo por la existencia» que se manifiesta a menudo cuando experimentamos aquellos deseos de llegar a ser alguien quien todavía no somos o lograr algo que aún no obtuvimos. Ambicionamos cosas, nos esforzamos por ser valorados y reconocidos en la sociedad, buscamos riquezas, deseamos avances laborales, en suma, queremos llegar a ser algo diferente de lo que actualmente somos.

Esta situación, de acuerdo con la concepción budista, necesariamente nos lleva a experimentar las desilusiones y, consecuentemente, reparar en el tercer tipo de deseos, llamado el «deseo por la no existencia», o sea, el de “dejar de ser” o “dejar de sentir”. Quiero ser libre de la angustia, libre de celos y ansiedades, quiero conquistar mi ira, enojo o cualquier otro mal que me acosa. De esta manera, continuamente experimentamos los diferentes tipos de deseos mencionados por Buda en esta Segunda Noble Verdad.

Hay que señalar, sin embargo que, según la enseñanza budista, no es el mismo sentimiento del deseo que crea en nosotros el sufrimiento, sino nuestro apego a él. El deseo por sí solo no produce el sufrimiento, solamente lo hace nuestra habitual costumbre de aferrarse a nuestras pretensiones y apetitos. Cuando tenemos hambre, es perfectamente natural que aparezca el deseo de comer. Tampoco, aparentemente, podemos evitar que aparezcan en nosotros otros deseos, por ejemplo, los de querer ser más ricos, más saludables, menos gordos o menos calvos, más inteligentes, más simpáticos y todo lo demás que podamos imaginarnos. Estos deseos, en sí mismos no pueden causarnos sufrimientos, ni perjudicarnos de modo alguno, salvo que procedamos a hacer con ellos una de las dos cosas: los abracemos con estima como parte de nuestra naturaleza o nos reprochemos su existencia, decidiendo hacerles frente y eliminarlos de nuestra mente. Lo que deberíamos hacer es, en vez de esto, es simple y meramente reconocer que semejantes deseos existen, pero sin identificarnos con ellos: no regañarnos por su existencia, pero tampoco apegarse ellos.