Del artículo Vida de Siddhattha Gotama, por Anton Baron
Por Anton Baron
Una vez iluminado, el Buda se dirigió al Parque de los Venados en Isipatana, un lugar de la India conocido hoy como Sarnath, cerca de Benares, para buscar a cinco de sus amigos ascetas, los cuales escondidos dentro de una cueva seguían el camino de la auto-mortificación. Cuando los encontró, se dirigió a ellos con las siguientes palabras: «Escuchen, ascetas: He aquí que finalmente encontré el camino hacia la inmortalidad. Déjenme que se los enseñe y explique. Una vez que lo escuchen, lo aprenden y lo ponen en práctica, tal como yo lo enseño, muy pronto sabrán que es cierto. Además, lo sabrán no en alguna vida futura sino aquí y ahora, en la presente vida y también mediante su propia experiencia. De modo que ustedes descubrirán por si solos aquel estado que va más allá de la vida y de la muerte».
Los ascetas quedaron atónitos y al principio no querían creer lo que estaban escuchando. Sin embargo, el poder de convencimiento del Buda era tan grande y la nobleza que transmitía tan persuasiva que ahí mismo se convirtieron en sus primeros discípulos. El Buda les enseñó el Camino Medio, el de evitar los dos extremos de la auto-indulgencia y la auto-tortura y también compartió con ellos las Cuatro Nobles Verdades. Este primer sermón fue pronunciado por el Buda a sus cinco primeros seguidores en la noche de luna llena del mes de julio del año 589 antes de la era común, y es conocido como la «Puesta en movimiento de la Rueda de la Verdad» o el “Sermón de Benares». También se considera, que este mismo día, en el Parque de los Venados se dio comienzo a la orden de los monjes budistas (el Sangha) ya que aquellos cinco ascetas se convertirían, luego, en los primeros monjes budistas.
A partir de este momento el Buda inició su largo ministerio que duró cuarenta y cinco años, durante los cuales recorrió, junto a sus discípulos, todos los distritos norteños de la India. Siempre, sin embargo, durante los tres meses de la temporada lluviosa, los mismos acostumbraban permanecer en un sitio fijo, aprovechando este tiempo para la meditación y la enseñanza. De ahí que en los países de tradición budista hasta el día de hoy existe la costumbre de organizar retiros espirituales durante esta temporada, lo cual se asemeja, al menos externamente, a una especie de «Cuaresma budista»: una época en la que se vive con mayor espíritu de austeridad, se guardan algunos preceptos especiales y se dedica más tiempo a la meditación y otros ejercicios espirituales.
Como se puede apreciar en esta ilustración, el Buda admitió dentro de su orden religiosa tanto hombres como mujeres.
Sabemos además, que durante su ministerio enseñó a toda clase de personas sin hacer distinción alguna;
un hecho que en la tradicional, conservadora y altamente estratificada sociedad india, tuvo que tener repercusiones casi revolucionarias.
Durante su ministerio, el Buda predicó su mensaje y admitió en su orden religioso tanto a los reyes como a los desamparados, por igual a los nobles y a los siervos, a los letrados y a incultos, a hombres y mujeres. De hecho, muy pronto, una vez establecido el orden de los monjes, el Buda fundó otro, destinado especialmente a las monjas. Estaba rodeado por personas pertenecientes a todas las clases y castas sociales, lo que en la sociedad india de aquella época debería ser considerado como algo verdaderamente revolucionario. El éxito de su ministerio, medido solamente en número de sus seguidores y en la fama de su sabiduría y nobleza que lo acompañaba a dondequiera que iba, era enorme. Un conocido maestro budista de la actualidad, quien dirige una organización internacional orientada a promover un budismo socialmente comprometido, el inglés David Brazier, en su libro El nuevo budismo, explica estos extraordinarios frutos del ministerio del Buda con las siguientes palabras:
El Buda alcanzó un impacto más allá de sus propias expectativas porque estaba dispuesto vivir las implicaciones de lo que había comprendido. La completa fuerza revolucionaria de lo que él representó vino porque lo vivía -no solamente hablaba de ello. Cada paso que daba a través de la India era una demostración de que incluso alguien de una de las castas privilegiadas puede salir de su jaula dorada y convertirse en completamente humano -viviendo de forma transparente una vida basada en la compasión y no en el cálculo.