IV. El acto de tomar refugio

Del artículo «La toma de refugio y la recepción de los cinco preceptos«, por Bhikkhu Bodhi.

Para entrar por la puerta de la enseñanza del Buda no basta con el mero  conocimiento referencial de los objetos de refugio. La puerta de entrada a la  enseñanza es la toma de refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha. Comprender el  significado de los objetos de refugio es una cosa, tomar refugio en ellos es otra, y es únicamente la toma de refugio lo que constituye la entrada real a la  dispensación.

Pero, ¿qué es la toma de refugio? A primera vista podría parecer que es el  compromiso formal hacia la Triple Joya expresado mediante la recitación de la  fórmula de Refugio, pues es este acto el que marca la adhesión a la enseñanza del  Buda. Sin embargo, tal comprensión sería superficial. Los tratados dejan claro que  la verdadera toma de refugio implica mucho más que la recitación de una fórmula  preestablecida. Indican que bajo la expresión verbal de la toma de refugio corre al  mismo tiempo otro proceso que es esencialmente interior y espiritual. Este otro  proceso es el compromiso mental hacia la toma de refugio.

Tal y como es definida en los comentarios, la toma de refugio es en realidad una  acontecimiento de la conciencia: «Es un acto de conciencia exento de  contaminaciones, (motivado) por la confianza en y la veneración por (la Triple  Joya), tomando (la Triple Joya) como el recurso supremo» [1]. Al decir que el acto  está «exento de contaminaciones» subraya la necesidad de sinceridad para llevarlo  a cabo. El refugio no es puro si es realizado con una motivación contaminada —  basado en el deseo de reconocimiento, orgullo o miedo a ser censurado. La única  motivación válida para tomar refugio es la confianza y veneración dirigida hacia la  Triple Joya. El acto de conciencia motivado por la confianza y veneración sucede  «tomando la Triple Joya como el recurso supremo» (parayana). Que la Triple Joya  sea tomada como el «recurso supremo» significa que es percibido como la única  fuente de liberación. Al dirigirse hacia el triple refugio como recurso supremo, la  toma de refugio se convierte en un acto de apertura y auto­entrega. Abandonamos  nuestras defensas ante los objetos de refugio y nos abrimos a su capacidad de  ayuda. Abandonamos nuestro ego, nuestra pretensión de auto­suficiencia y nos  acercamos a los objetos de refugio con la confianza de que pueden guiarnos en la  liberación de nuestra confusión, trastorno y dolor.

Al igual que cualquier otro acto de conciencia, la toma de refugio es un proceso  complejo constituido por múltiples factores. Estos factores pueden clasificarse  mediante tres facultades básicas: inteligencia, volición y emoción. Para arrojar  mayor luz en el acto de tomar refugio nos centraremos en el proceso mental que  subyace al acto externo, analizarlo según dichas facultades y ver como cada una de  ellas contribuye a su carácter total. Es decir, examinaremos la toma de refugio  como un acto de inteligencia, voluntad y emoción.

Sin embargo, antes de hacerlo, se hace necesaria una advertencia. Cualquier  fenómeno particular representa mucho más que lo inmediatamente visible, incluso  aplicándosele una investigación aguda. Por ejemplo, una semilla tiene una  significación mucho mayor que el grano de materia orgánica observado por la  vista. Por un lado reúne en sí misma toda la historia de los árboles que colaboraron  en su formación, por otro, apunta hacia los múltiples árboles potenciales  encerrados en su cáscara. Igualmente, el acto de conciencia implícito en la toma de  refugio representa la cristalización de una vasta red de fuerzas que se extiende  hacia atrás, hacia delante y hacia fuera en todas direcciones. Se sitúa  simultáneamente en medio de las múltiples líneas de experiencia que convergen sobre su formación, desde la oscuridad del más remoto pasado hasta incluir el  potencial para futuras líneas de desarrollo apenas bosquejadas en su contenido  inmediato. Esto se aplica igualmente al acto de tomar refugio como un todo y a sus  factores constitutivos: tanto la totalidad como sus partes deben verse como  concreciones momentáneas con una vasta historia, pasada y futura, oculta a nuestra  mirada. Por tanto, lo que emerge a partir de un escrutinio analítico de la toma de  refugio debería ser comprendido únicamente como una fracción de lo que el acto  implica según su trasfondo y evolución futura.

Volviendo al acto de tomar refugio como tal, encontramos en primer lugar que es  un acto de comprensión. Si bien está inspirado por la veneración y la confianza,  debe ser guiado por la visión, por una percepción inteligente que le proteja de los  peligros de la emotividad ciega. La facultad de la inteligencia conduce el acto de  refugio hacia la actualización de su impulso interno en pos de la liberación. Esta  distingue el fruto de las distracciones, y previene al aspirante de desviarse de su  búsqueda hacia el fruto para perseguir fines inútiles. Por esta razón encontramos  que en la formulación del Noble Sendero Óctuple la Recta Visión se coloca en  primer lugar. Para seguir el sendero debemos ver desde dónde parte, dónde va y los  pasos que han de darse para pasar de un punto al otro.

En su forma inicial, la facultad de inteligencia implícita en la toma de refugio  incluye la insatisfacción básica de la existencia que hace necesaria la confianza en  el refugio. El sufrimiento ha de verse como un rasgo omnipresente que infecta  nuestra existencia hasta su raíz, el cual no puede ser eliminado por paliativos  superficiales sino únicamente por un tratamiento integral. Hemos de ver más allá y  reconocer que las causas de nuestra insatisfacción y desasosiego residen en nuestro  interior, en nuestro apego, sed e ilusiones, y que para liberarse del sufrimiento  debemos seguir una dirección que extinga sus causas.

La mente también necesita captar la fiabilidad de los objetos de refugio. La certeza  absoluta sobre el poder emancipador de la enseñanza sólo puede venir después, con  el logro del sendero, pero ya desde el principio ha de establecerse una inteligente  convicción de que los objetos de refugio son capaces de suministrar ayuda. Para  este fin el Buda ha de ser examinado mediante la investigación de los relatos sobre  su vida y carácter, su enseñanza escrutada por si existen en ella contradicciones e  irracionalidades y la Sangha abordada para ver si es digna de fe y confianza. Sólo  si los tres pasan estos chequeos podrán considerarse soportes seguros para la  realización de nuestro fin último.

La inteligencia entra en juego no sólo durante la decisión inicial de tomar refugio,  sino a través de todo el curso de práctica. El crecimiento de la comprensión  conlleva un compromiso más profundo con los refugios y la profundización del  refugio interior facilita el crecimiento de la comprensión. El clímax de este proceso  de desarrollo recíproco es el logro del sendero supramundano. Cuando surge el  sendero y se penetra la verdad de la enseñanza el refugio se vuelve irreversible,  pues ha sido verificado por experiencia directa.

La toma de refugio es también un acto de volición. Resulta de una decisión  voluntaria libre de coacción o presiones externas. Es una elección que debe ser aparappaccaya, «no obligada por otros». Este acto libremente elegido produce una  reestructuración de la volición de amplio alcance. Mientras que previamente la  voluntad podría haberse dispersado entre multitud de intereses y asuntos, cuando la  toma de refugio adquiere ascendencia la voluntad se ordena de un modo unificado  determinada por el nuevo compromiso. El ideal espiritual se convierte en el centro  de la vida interior, expulsando los intereses menos cruciales y relegando los demás  a una posición subordinada a su propia dirección. De este modo, el acto del refugio  conduce a la mente a una armonización de los valores, los cuales ascienden y  convergen ahora sobre la aspiración fundamental por la liberación como propósito  rector de toda actividad.

El acto de tomar refugio también efectúa una inversión profundamente arraigada  en el movimiento de la voluntad. Antes de tomar refugio la voluntad tiende a  moverse en una dirección externa, pujando por la extensión de sus límites de auto­  identidad. Busca la obtención de mayor territorio para sí mismo, ampliar el alcance  de sus posesiones, control y dominio. Cuando se busca refugio en la enseñanza del  Buda se crea el terreno para que este modo de ser sea socavado e invertido. El  Buda enseña que nuestro instinto hacia la auto­expansión es la raíz de nuestra  esclavitud. Es una modalidad de sed, de apego y aferramiento que lleva de cabeza  a la frustración y la desesperación. Cuando se comprende esto el peligro de la  búsqueda egocéntrica emerge a la superficie y la voluntad se vuelve hacia la  dirección opuesta, moviéndose en pos de la renuncia y el desapego. Los objetos de  apego son abandonados gradualmente, el sentido de «yo» y «mío» es retirado de los  objetos con los cuales se estaba aferrado. Ahora se contempla que la liberación  última se halla, no en la expansión del ego hasta alcanzar los límites de su  infinitud, sino en la completa abolición de la ilusión del ego en su misma base.

El tercer aspecto de la toma de refugio es el emocional. Si bien tomar refugio  requiere más que un fervor emotivo, por otra parte no podrá alcanzar una  fructificación total sin el ímpetu ascendente de las emociones. Las emociones  incluidas en el acto del refugio son principalmente tres: confianza, veneración y  amor. La confianza (pasada) es un sentimiento de apertura serena respecto al poder  protector de los objetos de refugio, basado sobre una clara comprensión de sus  cualidades y funciones. La confianza hace surgir la veneración (gaurava), un  sentimiento de respeto, estima y reverencia nacido de una creciente conciencia  sobre la naturaleza sublime y elevada de la Triple Joya. No obstante, esta  veneración no permanece fría, formal y distante. A medida que experimentamos el  efecto transformador del Dharma en nuestra vida, la veneración despierta el amor  (pema). El amor añade el elemento de calidez y vitalidad a la vida espiritual.  Enciende la llama de la devoción, llegando a expresarse en actos de servicio  entregado mediante los cuales se expande la capacidad protectora y liberadora del  triple refugio a los otros.


[1] Tappasada taggarutahi vihatakileso tapparayanatokarappavatto cittuppado

saranagamanam.