Un poco de zen

Hace unos días, nuestra querida Upasika me pasó un vídeo (no sé si a vosotros también) en el que se mostraba a un par de ermitaños chinos hablando sobre el camino. El vídeo estaba sacado de la película «Amongst white clouds» que trata del viaje del director a las montañas de la China profunda, donde se va encontrando con diversos ermitaños que dedican su vida al camino.

Ver este vídeo me llenó de paz. Más allá de naturalezas búdicas y demás conceptos que separan el Chan/Zen del Theravada, estos ermitaños parecían la viva imagen del Dhamma. Esa simplicidad, esa sabia sonrisa…el vídeo llega justo en el momento orpotuno, cuando mi práctica me ha llevado a replantearme lo que espero del Dhamma, cuál es la esencia del camino, etc. Es algo que me cuesta explicar con palabras.

Al mismo tiempo, un nuevo contacto de Facebook me ha descubierto a un maestro zen, un tal Ryokan, otro ermitaño de estos de vida simple y sonriente. Quizás es justo ahora cuando estoy preparado para recibir este tipo de enseñanzas, estas palabras crípticas y aparentemente sin sentido, la poesía de ver el mundo momento a momento, detalle a detalle…esto me hace querer sumergirme en el zen, llenarme de él, ver lo que pasa, y sin embargo, una y otra vez me veo repelido por conceptos y palabras distintas, y enfoques distintos. ¿Qué busco que no tenga ya? El deseo viene y se va, y solo queda el ruido del ordenador, y el olor raro del cojín.

Perdonadme el venazo zen (aunque ni siquiera sé si el zen es esto).

Os dejo con un poema de Ryokan:

 

Demasiado perezoso para ser ambicioso,

dejo que el mundo se cuide a sí mismo.

 Arroz para diez días en mi bolsa;

un haz de ramas al lado de la chimenea.

¿Por qué  parlotear sobre la ilusión y la iluminación?

Escuchando la lluvia nocturna en mi tejado,

me siento cómodamente, con las dos piernas estiradas.